La alucinante historia real del hombre que aparece un instante antes de que el Titanic se hunda en la película de James Cameron

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Han pasado más de 20 años desde que se estrenó Titanic, y todavía seguimos dándole vueltas al final que terminó con los huesos de Jack en el fondo del mar. Resulta que hay unos pocos fotogramas en la película que nos muestran a un tipo vestido de blanco. Su increíble historia nos demuestra que Jack podía haberse salvado.

A finales de 2017 James Cameron quiso acallar de una vez por todas los rumores sobre si Jack cabía o no en la maldita balsa de Rose. Para muchos era innecesario y hasta sádico que el director no le haya encontrado un hueco junto a su amada. No sólo eso, los fans del filme achacaban al director su poco rigor científico.

Por esta razón, el director de Terminator había reconocido en el pasado que la muerte de Jack fue “una elección artística”, principalmente porque el film “trata sobre la muerte y la separación”. Sin embargo, harto de tantos años de especulaciones, finalmente explicó que él mismo probó el tablón para medir su flotabilidad:

Yo estaba en el agua con la pieza de madera, colocando a la gente sobre ella durante aproximadamente dos días, y estudiando con exactitud si era lo suficientemente boyante como para que soportara el peso de una persona con espacio libre completo, lo que significa que su cuerpo no estaba inmerso en el agua para que pudiera sobrevivir las horas que duró hasta que llegó el barco de rescate.

El director creía “que eso es lo que le habría tomado a una persona para poder sobrevivir”. No obstante y como decíamos, su explicación no impidió que incluso los mismísimos Mythbusters desafiaran la afirmación de Cameron en el año 2012.

En el famoso programa realizaron un simulacro de prueba con muñecos y una pequeña recreación del tablón de la película. Efectivamente, este se inclinó, pero cuando ambos intentaron la hazaña con una réplica a gran escala, descubrieron que Rose podría haberse quitado el chaleco salvavidas y colocarlo debajo del tablero para añadir flotabilidad extra. Este truco levantó la tabla de tal manera que la mayor parte de sus cuerpos (un 80%) estaban fuera del agua mientras flotaban.

Los presentadores concluyeron que “la muerte de Jack fue innecesaria”, a lo que Cameron respondió que “estaban perdiendo el sentido” con tales afirmaciones.

Y en realidad, puede que no le falte razón, al fin y al cabo, es una película que se tomó muchísimas licencias para contar una historia trágica y real.

Cameron posiblemente sabía algo que muchos no saben (hasta ahora), conocía la historia del señor Joughin. De hecho, y como guiño a quien podría ser perfectamente Jack (aunque no quiso que así fuera), lo muestra de manera breve en dos fotogramas de la producción.

Esta fue la increíble historia de supervivencia de Charles Joughin.

El panadero del Titanic

Cuentan quienes lo conocieron que Joughin, nacido en Birkenhead, Inglaterra (1878), escuchó la llamada del océano a una edad temprana. De hecho, se embarcó con 11 años siguiendo los pasos de dos de sus hermanos, quienes se habían unido a la Royal Navy.

Su carrera marítima finalmente lo llevó a tener plaza en el RMS Titanic, donde estaba trabajando como jefe de sección de la panadería la noche que el barco chocó contra un iceberg el 14 de abril de 1912. Tenía 33 años.

Unos 20 minutos antes de la media noche, el Titanic golpeó el famoso iceberg. Joughin descansaba en la litera de su cabina en la cara izquierda del navío. Como la mayoría de las personas a bordo, el hombre no tenía ni la menor idea de que el final del Titanic ya estaba escrito.

Por supuesto, Joughin percibió que algo no iba bien, pero no fue hasta media hora después del accidente cuando el capitán Smith ordenó que se descubrieran los botes salvavidas para que los pasajeros se dirigieran a la cubierta del barco.

Entonces se les ordenó que aprovisionaran los botes y los llenaran de comida. Charles mandó a la decena de trabajadores que tenía a su mando para que recogieran la mayor cantidad posible de alimentos de las cocinas y los entregaran a los botes salvavidas. Les dijo que de su trabajo podrían salvarse cientos de vidas.

Luego, “bajé a mi habitación a tomar algo”, según explicó a la comisión del gobierno británico que investigó el hundimiento del Titanic. En este punto hay que tener en cuenta que para los miembros de la tripulación el consumo de alcohol estaba prohibido, pero Joughin tenía una botella de whisky escondida en su habitación. El hombre lo tenía claro: si la muerte era una posibilidad, no estaba dispuesta a desperdiciar ni una sola gota.

De hecho, el señor Joughin no subió a la cubierta del barco el fatídico día hasta que terminó gran parte de la botella. Para entonces se estaban enviando a todas las mujeres y niños a los botes salvavidas. A Charles le asignaron un bote en la parte trasera del barco, y hasta allí se dirigió rápidamente para evitar entrar en pánico.

Un dato muy importante a tener en cuenta: a los pasajeros no se les dijo que el barco se estaba hundiendo o que solo había suficientes botes salvavidas como para aproximadamente la mitad de las más de 2.000 personas a bordo.

Esta información no es baladí. De hecho, muchas de las mujeres y los niños no entendieron la urgencia de la situación y se mostraron reacios a abandonar lo que fuera que estaban haciendo, ¿por qué deberían huir de la seguridad que aparentemente les brindaba el todopoderoso Titanic, el “insumergible”, para subirse a unos simples botes salvavidas y al peligroso descenso del barco hasta el mar?

¿Y Joughin? El hombre que llevaba media botella de whisky en el cuerpo estaba viviendo toda la situación de manera más llevadera. En este punto nos imaginamos al panadero dejándose llevar, siguiendo a la multitud hasta la popa del barco.

Sin embargo, al llegar a la zona de la cubierta el Titanic comenzó a girar bruscamente hacia babor. Por primera vez el miedo se hizo patente derribando a todos los presentes.

A todos, excepto a Joughin.

Charles mantuvo el equilibrio incluso cuando la inmensa masa de hierro estaba tan escorada que el Titanic estaba prácticamente con la popa en el aire. Parecía claro que tenía que huir de la cubierta. ¿Qué hizo? Trepó por el costado del barco hasta el casco. Aferrándose a la barandilla, siguió trepando hasta la popa, que se había elevado 45 metros fuera del agua y ahora estaba prácticamente en vertical.

Allí, parado en el punto más alto de la popa del Titanic, como un hombre en la cima de una montaña, Joughin tuvo el tiempo suficiente para apretar fuertemente la cinta de su salvavidas, revisar su reloj, y volver a beber un trago de whisky en una pequeña petaca que había llevado. Estaba preparado para que el Titanic comenzara su descenso final al mar.

Luego recorrió la popa hasta el final y simplemente se sumergió en el agua cuando el Titanic se deslizó suavemente por debajo de las olas creadas. “No creo que mi cabeza se llegara a hundir bajo el agua, la verdad. Puede haberse mojado, pero hasta ahí”, declaró en la investigación.

Hoy sigue siendo complicado saber con exactitud el recuento preciso debido a la controversia en la lista de pasajeros, la mayoría de las fuentes estiman que tan solo unos 700 de los más de 2.000 pasajeros y la tripulación a bordo del Titanic llegaron a los botes salvavidas antes de que el barco se hundiera por completo.

Por tanto, y situándonos en ese preciso instante de la historia, el resto de pasajeros, unas 1.500 personas, ahora se encontraban flotando en las aguas heladas del Atlántico Norte.

Y uno de ellos era Charles Joughin.

Milagro en el océano

Cuentan los historiadores que se estima que la temperatura del agua aquella noche era de -2 °C. Además, hay que contar con el impacto de la inmersión en aguas tan frías, razón por la que la mayoría murió en tan solo unos minutos.

Y aquí viene lo realmente interesante en la historia de Joughin. Sabemos que una persona muere de hipotermia en el espacio de 30 minutos, a medida que la temperatura corporal central se reduce a un nivel extremadamente bajo (por debajo de 25 °C), momento en que el corazón comienza a sentirse lento, falto de latidos, lo que hace que el flujo de sangre se desacelere o se detenga por completo, lo que finalmente ocasiona la muerte.

Por tanto, es más que factible pensar que esto es lo que que le ocurrió a la mayoría en el agua. No a todos, por supuesto. La excepción se dio con la docena de personas que se rescataron desde los botes salvavidas, pero el resto de los que terminaron en el mar fallecieron en media hora.

No así Charles Joughin.

Tal y como él mismo recordaba, después de meterse en el agua no divisó ningún bote cerca. ¿Qué hizo? Comenzar a nadar sin rumbo, con la única idea en la cabeza de tratar de mantenerse a flote. “No fue ningún truco”, diría más tarde en A Night to Remember, un relato sobre el desastre del Titanic (luego convertido en película).

Si alguien pudo ver su silueta desde alguno de los barcos salvavidas a buen seguro no daba crédito. Porque Charles estaba en el agua, pero no parecía afectarle lo más mínimo el frío. De hecho, el hombre nadó varias horas hasta el amanecer, cuando vio lo que parecían restos flotantes a lo lejos y trató de llegar hasta la ubicación.

Aquellos “restos” eran en realidad parte de uno de los botes que se habían volcado. Allí, varias decenas de supervivientes se habían detenido para esperarle. Era un grupo que se mantenía a duras penas, balanceándose hacia adelante y hacia atrás para contrarrestar el movimiento de las olas y mantener el equilibrio.

Sin embargo, cuando Charles llegó al bote ​​comenzó a sumergirse lentamente. Había demasiado peso por culpa del gran número de personas. El agua llegaba hasta las rodillas, y nuestro héroe no tenía espacio para subir a bordo. La fortuna quiso que un compañero de cocina lo reconociera y le tendiera la mano para evitar que se alejara.

La escena en este punto le puede ser familiar a más de uno si recuerdan la película de Cameron. Charles flotó a lo largo del bote durante aproximadamente media hora hasta que un segundo bote apareció en escena. Había algo de espacio extra para algunos, y Joughin no se lo pensó dos veces. Soltó la mano de su compañero y nadó hasta el nuevo bote, todo ello, por si no había quedado claro, después de flotar en el agua helada durante casi dos horas y media, agua tan fría que había acabado con la vida de otras 1.500 personas en cuestión de minutos.

Y solo así, cuando por fin lo metieron en el bote salvavidas, nuestro hombre comenzó a sentir un gran escalofrío recorriendo todo el cuerpo.

Poco después llegó un barco hasta la zona. Fue el primer navío en captar las primeras señales de socorro y el primero en recoger a los supervivientes que estaban dispersos en un área formada por una veintena de botes diferentes.

Joughin y el resto de los pasajeros a bordo de su bote fueron los últimos en ingresar y estar, ahora sí, completamente a salvo.

¿A qué se debe el milagro de la supervivencia de Charles Joughin? La comisión encargada de la investigación puso sobre la mesa lo que muchos de ustedes pueden estar pensando. Sí, esa botella de whisky y esa más que posible embriaguez pudo haberle salvado la vida.

¿Cómo? Los investigadores sugirieron la siguiente teoría: el alcohol aumenta la tasa de una persona que sucumbe a la hipotermia, esto ocurre porque hace que los vasos sanguíneos se dilaten, lo que a su vez permite que la sangre caliente fluya desde los órganos vitales donde más se necesita el calor. Por tanto, esto puede hacer que la temperatura corporal de una persona descienda más rápidamente, acelerando así la posible muerte.

Esto no son buenas noticias.

Ocurre que esto pasa en el aire frío. En agua helada, fría como el hielo, el impacto de una inmersión repentina como la de Charles puede hacer que los vasos sanguíneos se contraigan fuertemente, lo que supera el efecto de dilatación del alcohol y mantiene el calor corporal cerca de los órganos vitales, prolongando posiblemente la vida.

Si a todo ello le agregamos el hecho de que el alcohol es un depresivo que retarda la actividad del sistema nervioso central, es posible que el whisky haya evitado que el cuerpo de Charles Joughin reaccione de forma exagerada al estrés físico de la inmersión repentina en aguas gélidas.

Pensemos que en este tipo de inmersión el jadeo y la hiperventilación son la norma, ambos pasos previos a que una persona inhale agua y se ahogue. Joughin no experimentó ninguna de estas dos reacciones, posiblemente porque el alcohol las desactivó de su sistema nervioso central.

Dicho de una forma muy simple: estar borracho pudo hacer que a Joughin le resultara más difícil sentir el frío, al mismo tiempo que le daba un tipo de “euforia” pasajera. Agitarse alrededor del agua y entrar en pánico puede acelerar la velocidad a la que el calor abandona el cuerpo, pero Joughin no entró en pánico, el hombre nadó con calma durante más de dos horas hasta que finalmente lo detuvieron en el bote.

Sea como fuere, Charles Joughin sobrevivió a unas temperaturas heladas en el Atlántico. Jamás tuvo secuelas por lo ocurrido. El hombre continuó trabajando hasta que se jubiló en 1944. Falleció en 1956 a la edad de 78 años.

Y ahora es el momento de que acudir una vez más a Titanic, la película de James Cameron, y buscar la escena cerca del final donde Rose y Jack se aferran a la barandilla de popa justo antes de que el barco, prácticamente en vertical, se hunde.

Rose mira a un hombre con bigote que está vestido de blanco durante unos segundos, y él la mira a ella.

Sí, ese hombre que pasa desapercibido es Joughin. Y como sucedió en la vida real, desciende junto al Titanic hasta sumergirse en el agua.

Por cierto, Joughin también aparece en otra escena unos minutos antes. En la escena saca una petaca de su bolsillo y toma un gran trago.

Ironías de la vida, Charles Joughin fue la historia real que demostraba que Jack podía salvarse de ese final que imaginó James Cameron. Claro que para ello hacía falta un elemento inesperado: una botella de whisky. [A Night to Remember, Wikipedia, National Archives, Titanic Inquiry, Encyclopedia-Titanica]