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Estos son los datos de telemetría que demuestran que la nave está incrementando su órbita gracias al impulso generado por las velas solares.

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El principio de funcionamiento de las Lightsail es muy sencillo. Las enormes velas de la nave (cuatro triángulos que forman un cuadrado de 32 metros cuadrados) se impulsan mediante la luz. No es que sean paneles solares. Los fotones rebotan sobre su material reflectante, pero al hacerlo, su momento se transmite a la vela. En esencia es como una vela de barco, pero con luz en lugar de viento.

Viajar de esta forma en la Tierra es imposible, pero en el espacio no hay nada que frene a la nave. Si el momento generado p0r la luz del Sol se mantiene constante, la nave no deja de acelerar. El impulso no es suficiente como para abandonar la órbita terrestre, pero en viajes largos la teoría dice que las velas solares pueden proporcionar una velocidad mucho mayor que la de los propulsores químicos convencionales. Todo ello sin necesidad de cargar combustible ni propulsores.

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El sistema no está exento de inconvenientes. Si la luz se hace más ténue, la aceleración desaparece con ella, aunque no el impulso que ya tenía. Probablemente sea buena idea crear una nave con algún tipo de sistema propulsor auxiliar para maniobrar. Se cree incluso que se podría generar más impulso mediante láseres apuntados a las velas. Esa es la idea que barajan en el proyecto Breakthrough Starshot para crear sondas que viajen a la estrella más cercana. La simplicidad de las velas solares harán que, de un modo u otro, acaben protagonizando más de una misión fuera de los confines del Sistema Solar. El mérito es de Sagan y de The Planetary Society por desarrollar su idea. [Universe Today]