
No me gusta la idea de un móvil plegable. Tras probar el Samsung Galaxy Z Flip, tengo que matizar esa declaración de principios con tres ideas: a) el Samsung Galaxy Z Flip es mucho mejor móvil de lo que me esperaba, b) los móviles plegables sí merecen la pena, y c) Incluso baratos, no son para todo el mundo.
¿Por qué no me gustan los móviles plegables? La primera razón es que soy pobre y ahora mismo no puedo gastarme 1.599 euros en un teléfono solo porque la pantalla se pliega. Y es que el Z Flip me plantea un problema. Da igual como lo maquille o intente mentirte a mi mismo. La pantalla plegable es la única razón que explica ese precio desorbitado. Si eliminamos la bisagra y la pantalla flexible, el Galaxy Z Flip es básicamente un Galaxy S20 que cuesta 600 euros más que el S20 más barato, y encima recortado en especificaciones.

Así que aquí tenemos el inconveniente número uno que mencionaba en el titular: el precio. Solo esa cifra ya dice mucho del tipo de público al que va dirigido el Z Flip ahora mismo, que básicamente es gente a la que le guste llamar la atención y no le importe pagar ese dinero. He podido disfrutar de la sensación que proporciona el Z Flip durante alrededor de dos semanas y puedo certificar que es real. Basta abrir o cerrar el móvil en un lugar público con gente, levantar la vista y detectar dos o tres miradas de desconcierto y alguna que otra boca abierta con cara de “¡¿Qué demonios acabo de ver?!”.
Por supuesto, este efecto se debe solo a la novedad, y por fortuna para el común de los morrtales no tardará en desaparecer. En algún momento Samsung y los demás fabricantes adaptarán sus líneas de producción para que fabricar una pantalla flexible no sea tan insultantemente caro. Cuando lo hagan, dejarás de ser especial por tener un teléfono plegable. A cambio, este tipo de dispositivos serán más asequibles para el gran público.
Probar el Galaxy Z Flip me ha convencido de dos cosas. La primera es que los plegables han llegado para quedarse (algo que ponía en duda hasta ahora). La tecnología de pantalla flexible tiene algunas ventajas objetivas muy interesantes sobre un smartphone convencional. La segunda conclusión a la que he llegado es que no son móviles para todo el mundo. Al menos no son para mí, y supongo que no seré el único raro en este sentido. La razón de esto es que, en su evolución actual, los plegables como el Z Flip obligan a aceptar varias desventajas. No son pegas importantes, pero a poco que resultes tan maniático como yo se te van a hacer insoportables. Pasemos sin más dilación a hablar de la principal...
La pantalla plegable y el valle inquietante
Samsung anunció a bombo y platillo que el Z Flip es el primer móvil con pantalla plegable fabricada en cristal, una tecnología que ellos llaman Ultra Thin Glass. La afirmación es cierta, pero tiene un matiz. Ese cristal está recubierto de una capa de plástico.
El resultado es un material con una extraordinaria transparencia que se traduce en una pantalla luminosa y de colores muy vivos. Si a ello sumamos que bajo ella hay un panel AMOLED flexible, lo que tenemos es una pantalla realmente vistosa, luminosa, y nítida. ¿La pega? que no es tan resistente como el cristal de verdad. Al tacto es tan resbalosa como la pantalla de cualquier otro smartphone, pero se siente algo más blanda. De hecho, y como pudimos ver en este vídeo de Jerry Rig Everything, basta apretar fuerte con una uña para dejar marcas permanentes. No es ni mucho menos el fin del mundo, pero es un tacto algo extraño si lo comparas con el de un móvil convencional.
Hablando de cosas extrañas llegamos al otro punto que a mí personalmente me parece intolerable, el inconveniente número dos de este análisis: el doblez central. La pantalla del Z Flip tiene una acanaladura visible en el centro, una especie de valle que atraviesa todo el ancho del teléfono justo en la cara interior de la bisagra. Si miras el móvil de frente apenas te darás cuenta de que está ahí, pero basta que inclines un poco la pantalla en cualquier dirección para que repares en ella. De hecho es lo bastante profunda como para notarla al tacto.
Para ser justos, no puede considerarlo un defecto de fabricación. Sencillamente es un efecto lógico derivado del hecho de ser flexible. O lo tomas o lo dejas. También es una cuestión de a qué estemos acostumbrados. Estoy convencido de que si hace alrededor 20 años me hubieran puesto en la mano el Galaxy Z Flip junto a mi Motorola Razr de 2004 ese doblez en la pantalla me hubiera importado un pimiento.
Pero nos hemos acostumbrado a las pantallas rígidas y perfectamente planas, y es complicado abandonar ese hábito, sobre todo si eres como yo, uno de esos tipos maniáticos que forraba los libros de texto estirando obsesivamente el plástico adhesivo para que no quedara la más mínima burbuja.
Estoy seguro de que habrá mucha gente a la que el doblez del Z Flip les importará un pimiento en 2020. A cambio tendrán un móvil que es una delicia de llevar en el bolsillo. Es un poco más grueso que un móvil convencional, sí (17,3 mm) pero su tamaño plegado es básicamente el de un post-it. Llevarlo en el bolsillo hace que se te olvide el valle inquietante de su interior.

Un último detalle sobre la pantalla: tiene un generoso marco de metal rodeándola completamente. Supongo que es algo necesario para mantenerla tensa y estabilizada, pero se hace algo raro en la era de los móviles cristalinos hasta en los bordes. No puedo decir que me disguste el cambio. El marco, la flexibilidad de la pantalla y el hecho de que quede protegida en el interior al plegarlo hace que sea realmente complicado romper la pantalla de este móvil si se nos cae al suelo. Sin embargo, no recomiendo mucho hacer la prueba, porque la cara exterior también es de cristal. Sí, si pensabas que las pantallas flexibles iban a suponer el fin de las roturas me temo que no es así.

El resorte
Introducir partes móviles mecánicas es la mejor manera de que un dispositivo sea más susceptible al desgaste. Esta idea resonaba en mi mente cuando comencé a examinar el mecanismo que hace que el Galaxy Z Flip se doble. Debo confesar que Samsung me ha sorprendido muy positivamente en este apartado. Es difícil saber cómo reaccionará la bisagra a muy largo plazo. A corto lo cierto es que parece sólida como una roca.
La bisagra ofrece bastante resistencia, sobre todo al abrirse. En otras palabras, abrir el Galaxy Z Flip con una sola mano es bastante más complicado de lo que parece. La mejor manera que he encontrado para hacerlo es introducir el pulgar entre las dos mitades y empujar la mitad superior con ese dedo, pero requiere algo de práctica. Samsung no ha dispuesto ninguna forma más intuitiva que otra para plegar y desplegar el móvil.
A partir de cierto ángulo, la bisagra completa el movimiento de apertura por sí sola con algún tipo de resorte interno. Ese mismo resorte es el que mantiene el teléfono desplegado, y es lo bastante eficaz como para que no se doble ni siquiera jugando con el móvil en modo horizontal.
Un detalle curioso es que el Galaxy Z Flip sigue funcionando aunque doblemos la pantalla. Para que entre en modo reposo hay que cerrarlo por completo. Esa característica permite hacer algunas cosas curiosas, como doblar el teléfono y dejarlo sobre una superficie para sacar una foto, o hacer una videollamada con el móvil cómodamente posado en la mesa.
Al cerrarlo, dos pequeños topes de plástico duro impiden que las dos mitades choquen entre sí y se puedan dañar. Para mi gusto, la bisagra es perfecta salvo por un detalle que probablemente no tiene tanta importancia. Hay un momento, cuando abrimos o cerramos el teléfono, en el que queda un hueco bastante apreciable entre la pantalla y la bisagra (ver fotos en la galería sobre estas líneas). Jerry Rig Everything probó a meter arena en ese hueco, pero al limpiarla con aire lo cierto es que la bisagra recuperó la normalidad. Eso sí, el Galaxy Z Flip no es resistente al agua ni a la suciedad en ningún grado IP.

Una última nota sobre la bisagra. Cuando el teléfono se cierra no lo hace herméticamente. Queda una pequeña separación entre ambas mitades por la que puede colarse la suciedad. Es un factor importante si acostumbramos a no tener los bolsillos muy limpios porque si se nos cuela arena o una piedrecita es casi seguro que rayará la pantalla.
Usando el Galaxy Z Flip
Mi principal miedo con el Z Flip es que Samsung hubiera diseñado un móvil que fuera todo diseño y poco músculo para respaldarlo. Por fortuna no ha sido así. Es cierto que el móvil no se cuenta entre los modelos más potentes de la compañía, pero le sobra vitalidad. En lo que respecta a procesador (Qualcomm Snapdragon 855+) y RAM (8/256 GB) es una especie de eslabón perdido entre el Samsung Galaxy S10 y el nuevo S20.
En ningún momento he registrado el más mínimo problema de rendimiento o de fluidez en los menús o a la hora de instalar y ejecutar aplicaciones. Todo va perfecto, pero sí que se aprecia cierto calentamiento en la parte superior del móvil (donde supongo estará el procesador) al ejecutar juegos especialmente exigentes en materia gráfica como Asphalt 9 o Shadow Fight 3. Nada fuera de lo normal en móviles de gama alta que no están específicamente diseñados para videojuegos.
La experiencia de usar el Galaxy Z Flip para jugar es buena salvo por un detalle. El único altavoz del teléfono está en la parte superior (en el borde derecho cuando lo pones en horizontal) y es extraordinariamente fácil taparlo con la mano al sujetar el móvil en el fragor de una partida.
El Z Flip tiene una pantalla externa Super AMOLED de 1,1 pulgada y 112 x 300 píxeles. Pese a su pequeño tamaño, es uno de los mejores añadidos del móvil. Normalmente la pantalla muestra la hora, la fecha y el porcentaje de batería, pero es táctil. Si deslizamos el dedo podemos mostrar una barra de notificaciones con iconos y números. Si pulsamos en alguno de los iconos podemos leer un resumen de la notificación en scroll. No sustituye para nada a una pantalla completa, pero es un sistema similar en cierto modo al de un smartwatch y nos ahorra tener que estar abriendo el Galaxy Z Flip cada dos por tres.

El Galaxy Z Flip se puede desbloquear de tres maneras: código, desbloqueo facial y desbloqueo por huella dactilar, pero al ser un móvil plegable la experiencia es ligeramente distinta porque cualquier desbloqueo implica abrir antes el terminal. Para mi gusto, el desbloqueo facial es la mejor opción aquí, y la razón es que el sensor de huellas no está bajo la pantalla, sino integrado en el botón de encendido en el lateral. Funciona bien, pero es sumamente estrecho y encima plano (no sobresale), por lo que no siempre es fácil ubicarlo p0r el tacto. Eso por no mencionar que los zurdos van a tener un problema con su ubicación a menos que usen el índice en lugar del pulgar.
Por otra parte, al abrir el Z Flip la pantalla ya se activa inmediatamente, así que tocar el botón de encendido pierde parte de su función. Por cierto, el teléfono no tiene ranura para tarjetas MicroSD, ni puerto de auriculares de 3,5mm.
La batería, una 3.300 mAh dura algo menos de dos días de uso continuo como móvil principal. La carga rápida de 15 vatios se encarga de tener más de la mitad de carga lista en menos de una hora. También soporta carga inalámbrica.
Cámaras
A nivel de cámaras, el Galaxy Z Flip es como un Galaxy S20 al que le hubieran quitado la cámara telefoto de 64Mpx. Está claro que no ganará ningún premio al móvil con las mejores cámaras de 2020, pero he quedado gratamente sorprendido con la calidad de las fotos que toma. La app de cámara de Samsung es ya casi perfecta a estas alturas, y toma fotos con una calidad muy buena en la mayor parte de las situaciones. Sus únicos puntos débiles son la falta de un zoom óptico y la falta de un modo macro. Por lo demás, es capaz de sacar buenas fotos hasta con baja luz. La cámara delantera también hace un buen trabajo. A continuación una galería de ejemplos de fotos tomadas con el Z Flip.
Hay que mencionar que el Z Flip es competente en fotos sin baja luz, pero no está a la altura de los S20 o de otros móviles famosos por sus tomas nocturnas. El modo nocturno saca mucho grano, tarda bastante en tomar una foto, y en general tendremos problemas a menos que usemos trípode.
En el caso de los modos con enfoque dinámico para retratos, el recorte de bokeh no es de lo mejor que hemos visto y tiende a confundirse con objetos en diferentes planos. Es lo que tiene el carecer de sistemas de enfoque avanzados basados en sensores de profundidad cómo las cámaras de tiempo de vuelo. No se puede tener todo. No puedo decir que la cámara del Galaxy Z Flip sea mala en absoluto. He sacado buenas fotos con ella y es divertida y satisfactoria de usar. Simplemente no es la mejor.

Un punto a favor inesperado del Galaxy Z Flip es que su factor de forma invita a usarlo de formas que nunca usarías un móvil convencional. Si tienes una superficie plana a mano, por poner solo un ejemplo, ya no necesitas trípode de ningún tipo. Solo tienes que posar el teléfono medio plegado y sacar la foto que quieras, sea Selfie o foto normal. También funciona en vertical. Es un detalle pequeño, pero a mí me ha parecido realmente divertido de usar.

En resumen
El Galaxy Z Flip es un gran teléfono. Sin duda no es el mejor del mercado ni en especificaciones ni en rendimiento, pero al menos no tiene nada que le pueda reprochar en su comportamiento del día a día, ni en potencia, ni en batería, ni en sonido, ni en cámaras.
No, el punto más discutible del Z FLip es precisamente su factor diferencial: la pantalla. Es nítida, brillante y con unos colores estupendos, de eso no hay duda, pero su textura ligeramente blanda y la acanaladura en el medio no me acaban de convencer. Y el no estar convencido me lleva a tratar de equilibrar esos pequeños defectos con las ventajas que supone usar una pantalla flexible. Lo único realmente nuevo que la pantalla nos aporta en este modelo es... que se puede doblar.
Ni la pantalla hace que el móvil sea más resistente a rotura, ni es más resistente a la abrasión. ¿Merece la pena pagar 1.599 euros por un teléfono como este solo para poder llevarlo en el bolsillo e impresionar a los lugareños? Mi opinión es que no, pero seguramente se convierta en una opción más que interesante para muchos cuando baje de precio. La letra pequeña es que incluso cuando ese momento llegue, tendremos que hacer un cierto esfuerzo mental para acostumbrarnos a esa nueva manera de ver y sentir la pantalla.