Assassin’s Creed ya no es lo que era. Tras once años y once entregas, la saga se ha visto obligada a mutar, o mejor dicho, a evolucionar, y Odyssey no es excepción. El nuevo juego es completamente diferente a los primeros Assassin’s Creed, y eso es lo que le permite ser tan genial.
Assassin’s Creed Odyssey es el juego número 11 de la saga principal de la franquicia, esa que comenzó con el primer Assassin’s Creed en el 2007, la entrega de Altaïr, y cuya última entrega hasta ahora fue Assassin’s Creed Origins, del año 2017. Ya en Origins vimos que la saga sufrió una especie de reboot, pero ahora ha quedado más claro que nunca que Assassin’s Creed ha cambiado para siempre.
Porque Odyssey se parece más a un juego como The Witcher 3 o Skyrim que a un Assassin’s Creed como lo conocíamos hasta hace un par de años. El juego se centra en gran parte en sus aspectos RPG, la evolución del personaje, el uso de un árbol de habilidades y misiones secundarias muy interesantes y diferentes, nada como aquella aburrida “busca 100 plumas en la ciudad” del mítico Assassin’s Creed II, quizás lo único que no me gustó de la obra maestra de la trilogía de Ezio.
Odyssey sigue siendo un juego histórico, y esta vez nos lleva a la antigua Grecia, en la época de la guerra del Peloponeso, en la que se enfrentaban Atenas y Esparta. El personaje principal es originario de Esparta pero se convierte en mercenario trabajando para los griegos, a menos que al final decidas cambiarte de bando y apoyar a tu gentilicio natal.
De hecho, el juego comienza mostrándote una batalla épica protagonizada por Esparta, en la que veremos a una de las figuras históricas más importantes de este pueblo (y si conoces un poco de historia, ya sabes quién es). Poco después, verás en acción una de las más grandes novedades de este Assassin’s Creed, la posibilidad de elegir quién será tu protagonista: Alexios o Kassandra. Entre ellos, aunque cuentan con la misma historia, cada uno tiene su propia personalidad y los actores de voz que han elegidos para darles vida son fantásticos, en especial la que interpreta a Kassandra.
Odyssey es un Assassin’s Creed, por lo que tendrá presencia la tecnología del “Animus” en el presente, y los fans más puristas de la saga se preguntarán cómo diablos es posible elegir personaje si se supone que el animus está ligado al ADN de una única persona. El juego da una explicación que tiene que ver con que son hermanos, pero la verdad no importa. El juego es tan bueno, pero a la vez diferente de los Assassin’s que conocemos, que mientras menos veamos el famoso animus, mejor. Es un juego basado en un período histórico, pero la trama de los asesinos y templarios no está tan presente como podrías esperar de otras entregas de la saga, y eso está bien.
Está bien porque le permite a Ubisoft ponerse más creativo con cada historia, con cada personaje e incluso abrir más las posibilidades de personalizar tu campaña al jugar. El primer paso es permitir elegir entre dos protagonistas, pero el siguiente podría ser crear tu propio personaje, o cambiar el resultado de la campaña, algo que de hecho, en cierto modo ya es posible. Odyssey tiene “nueve finales diferentes” y algunos personajes “pueden morir antes de acabar su historia”.
La posibilidad de decidir no es tan real, pero tus acciones sí tienen efectos en personajes, desde poder tener un romance con un personaje secundario a si uno de esos vive o muere. Quizás mi única queja con el juego es que es grande, anormalmente grande, y puede intimidar a cualquiera a primera vista. Hay demasiadas cosas por hacer regadas por el mapa, aunque si eliges jugar con el nuevo “modo exploración” tendrás que descubrir algunos de los objetivos por ti mismo, un cambio interesante a siempre tener un marcador en el mapa (o brújula).
Y por último tenemos el combate, uno de los mayores cambios en la saga, incluso después de lo mucho que cambió entre Assassin’s Creed Syndicate y Origins. En Odyssey, puedes tener diferentes habilidades para el combate a largo alcance, cuerpo a cuerpo y para el sigilo, y usarlas dependiendo de una barra de estamina. Además, ya no tienes el escudo que tenías en Origins sino que el juego te invita a esquivar y contrarrestar ataques como en un juego al estilo Dark Souls, por ejemplo, aunque eso no quiere decir que el combate sea tan especializado. Mas bien, de nuevo, se acerca un poco más a The Witcher, incluyendo la necesidad de mejorar tu armadura, arma, recolectar materiales y apoyar un bando u otro en la guerra.
El resultado es un juego que se llama Assassin’s Creed pero que si has jugado a más de una entrega anterior durante la última década, no lo sentirás igual al resto. Después de 10 años, ¿alguien puede culparlos? A Assassin’s Creed le hacía falta un lavado de cara para volver a ser interesante. Los combates en barco fueron un buen añadido en Black Flag (y por cierto, regresaron en este juego), y Origins fue un buen comienzo hacia una evolución, pero Odyssey ha logrado reinventar la saga por completo y, como fan, lo agradezco.