
No sabemos cuántos de los grandes inventos han surgido de la necesidad, pero posiblemente sean mayoría. En el caso de los chalecos antibala modernos habría que sumar a la necesidad de su inventor, sus extrañas circunstancias. Se trataba de un repartidor de pizza cansado de varios atracos.
Para ello, debemos retroceder a la década de 1970 en Detroit. Por aquel entonces los chalecos habían sufrido varias evoluciones durante los diferentes conflictos bélicos. Por ejemplo, cuando la pólvora y las armas de fuego tomaron el lugar de las espadas y flechas en el campo de batalla, las placas de metal estándar ya no eran seguras frente a las rondas de balas. Luego, a medida que las armas de fuego se redujeron de los cañones de antaño a los rifles que conocemos hoy, las armaduras de placas de metal regresaron algo cambiadas.
Posteriormente, durante la Segunda Guerra Mundial, el coronel Malcolm C. Grow del ejército británico creó el chaleco antibalas con placas de acero de nailon y manganeso. El problema radicaba en que era muy incómodo. Con todo, se utilizó hasta la guerra de Vietnam.
En este punto de la historia surge la figura de Richard Davis, quién había servido al Cuerpo de Marines de Estados Unidos y a su regreso abrió una pequeña pizzería en Detroit. Una noche, durante una entrega, llegó a un callejón trasero y lo pararon a punta de pistola para robarle el pedido. Semanas más tarde, llegó otro pedido para la misma dirección. Esta vez, Davis fue preparado con un revólver escondido debajo del pedido.
Allí aparecieron los mismos criminales y se desencadenó un tiroteo del que salió herido Davis y dos de los tres atracadores. Unos días más tarde, su pizzería se incendió y se quedó en la ruina.
Mientras, en la compañía DuPont Co. Labs acababan de hacer un gran avance en la tecnología de neumáticos a través de un tejido sintético nuevo, ligero y superresistente llamado Kevlar. Era flexible y cinco veces más resistente que el acero.
Davis se hizo con el nuevo material y lo utilizó para aplicarlo a un chaleco usando nailon balístico. Lo llamó Second Chance (Segunda Oportunidad) y lo creó con la intención de ponerlo en manos de la policía.
Así se llamó también la empresa que inició desde su garaje. Y aunque al comienzo nadie le hizo caso, al final consiguió llamar la atención de las autoridades. ¿Cómo? Reunió a la policía para ver una demostración. Iba a dispararse a sí mismo en el pecho (a pesar de que su chaleco nunca había sido probado en una persona).
Afortunadamente, el resultado fue un éxito. Tras la demostración, se firmó un acuerdo por el que sus chalecos se convirtieron en estándar entre toda la policía del país. Además, las tropas utilizaron variaciones de su diseño original. [Smithsonian, Wikipedia]