Sin siquiera entrar a valorar sus especificaciones generales —que no son realmente notables aparte de su pantalla AMOLED flexible de 7.8 pulgadas— el Flexpai tiene multitud de problemas. Incluso con su pantalla completamente abierta, el Flexpai nunca es realmente plano. Su pantalla a menudo tiene un bulto o una ligera ondulación, probablemente un efecto secundario de las múltiples veces que ha sido doblada. Por otra parte, cerrar y abrir su pantalla es una lucha constante. Y en un par de ocasiones, solamente doblar la pantalla provocó que el Flexpai se apagara porque sí.

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Cuando está cerrado, el Flexpai es grueso como un demonio. Me recuerda al hueco que queda en un Surface Book, excepto que parece que el Flexpai desperdicia más espacio detrás de la bisagra. La bisagra rígida del Flexpai también parece que está cubierta del mismo látex que se usa para fabricar acordeones baratos, y en una de las unidades que vi, parecía que estaba bastante seco y que estaba comenzando a agrietarse.

Pero lo que podría ser más frustrante del Flexpai era lo incómodo que era cambiar entre sus modos doblado y desdoblado. Las cosas saltaban por la pantalla, y no hay ninguna forma decente de sujetarla, por lo que a menudo acababa abriendo aplicaciones al azar. Además, varias veces, unos cuadraditos negros parpadeaban alrededor de la pantalla mientras estaba doblando el dispositivo. Era sencillamente ridículo.

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Sé que esto puede sonar increíblemente condenatorio, pero para ser honesto, era lo que esperaba. El Flexpai representa una rama tecnológica verdaderamente nueva y proviene de una compañía en gran parte desconocida, con menos recursos que los gigantes como Samsung o LG. Y a pesar de todo esto, Royole aún salió e hizo un teléfono flexible antes que el resto de empresas. Ya se ha ganado un lugar en los libros de historia. El Flexpai es un triunfo, y también es una basura. Me muero de ganas por ver cómo evolucionará esta tecnología.