Las siguientes imágenes te romperán el corazón. Un vehículo autónomo de Waymo intenta incorporarse a la autopista desde un carril de aceleración y nadie le cede el paso. Frena, pone el intermitente... pero no se atreve a salir. Deja pasar varias oportunidades y finalmente se queda donde estaba.
A diferencia del accidente del viernes pasado, en el que un conductor humano embistió al coche autónomo sin darle tiempo para reaccionar, este es un caso que cualquier persona habría resuelto mejor que el robot. El vehículo se deja intimidar por el resto de conductores y, en lugar de frenar a los de atrás o acelerar y lanzarse al primer hueco, opta por rendirse.
Es la demostración empírica del llamado Santo Grial de la conducción autónoma, el problema que nos separa de los vehículos 100% autónomos. En una incorporación o fusión de dos carriles entra en juego una serie de negociaciones en las que tú solicitas a los otros conductores que te cedan el paso. Esto genera múltiples variables que pueden cambiar drásticamente en cada intento, por lo que es una situación muy difícil de programar.
En primer lugar, todos los conductores van a una velocidad alta. Pero además son humanos: hay algunos más amables y otros más agresivos que te cederán el paso con mayor o menor probabilidad. Para colmo, unos intentarán meterse en tu carril mientras tú intentas hacer lo contrario. Es un conflicto que existirá mientras los vehículos autónomos coexistan con humanos, y solo se resolverá cuando las máquinas adquieran experiencia.
[Nitin Gupta vía mixx.io]