Firmado en un artículo de la revista Science, un equipo de expertos escribe un alegato contundente sobre aquellos que pretenden ser investigadores de andar por casa creando vacunas caseras para Covid-19: “Dejen de inyectarse vacunas COVID elaboradas en casa. Por favor, no lo hagan. Podrían terminar muertos, o incluso peor”.
De ese “incluso peor” cabe pensar que los investigadores se refieren a las implicaciones que puede llevar, no solo el uso individual de una aparente vacuna casera, sino la distribución de la misma a otras personas.
Uno de los coautores del artículo, el profesor de derecho de la Universidad de Illinois, Jacob Sherkow, carga duramente en un comunicado contra todos esos “científicos ciudadanos” que experimentan con la inoculación contra el coronavirus:
Todos simpatizamos con la idea de que la gente quiere vacunarse contra el virus. Pero la gente debe entender que todos los remedios caseros no necesariamente ayudarán, y algunos pueden ser fatales.
Cuentan que el proyecto de vacuna COVID más destacado fuera de los auspicios de la industria farmacéutica regulada probablemente se encuentre en Cambridge, donde un grupo de investigadores dirigido por el famoso genetista de Harvard, George Church, ya ha comenzado a inyectarse su inoculación experimental, e incluso a proporcionársela a amigos y familiares. Todo ello sin pasar por los ensayos habituales diseñados para probar la eficacia y la seguridad.
Esta vacuna dice que proporciona protección parcial hasta que se encuentre una vacuna eficaz, y está hecha de fragmentos de proteína del virus que no pueden causar la enfermedad.
Aunque es probable que sea segura debido a esto, no se sabe lo efectiva que es sin ensayos controlados aleatorios rigurosos. Es más, recibir la vacuna podría causar un daño más generalizado si las personas actúan de manera menos segura, creyendo que son inmunes.
Por esa razón, el nuevo estudio advierte que, además de las posibles consecuencias para la salud de tomar vacunas no probadas, cualquier consecuencia negativa de ellas podría terminar socavando la (ya de por sí inestable) confianza de muchos en las vacunas que han pasado por las pruebas adecuadas de seguridad y eficacia. Según Sherkow:
Vivimos en una era de desinformación sobre vacunas. Es una de las razones por las que hemos realizado ensayos clínicos por fases para el desarrollo de vacunas y tratamientos médicos. No se trata solo de averiguar si algo es eficaz o si funciona. También es una cuestión de averiguar la toxicidad grave del tratamiento y si se ha fabricado de tal manera que no dañe a las personas.
El New York Times informó a principios de este mes que el fiscal general de Washington había presentado una demanda contra una empresa de biotecnología por cobrar 400 dólares por inyección por una vacuna no probada. Otro grupo, según el Times, es tan reservado que ni siquiera dice quién está involucrado en él. Para Sherkow:
La gente debe ser consciente de que el hecho de que estén experimentando consigo mismos no significa que sea legal sin aprobación. Alguna auto experimentación puede calificar como investigación con sujetos humanos que deben someterse a una revisión ética, por ley o política institucional. El hecho de que sea una autoexperimentación no te da carta blanca.
Los investigadores finalizan elogiando los ensayos clínicos a gran escala, cuidadosamente organizados, que evalúan la seguridad y eficacia de posibles nuevos fármacos, trabajos que no se pueden reproducir con alternativas elaboradas en casa. “Porque por mucho que nos gustaría que hubiera una solución rápida, la mejor opción para ti y los demás es esperar”, zanjan. [Science, New York Times]