13 años de lento declive, en cifras

Echemos primero un vistazo a los datos. Durante los 13 años que Ballmer ha estado al frente de Microsoft, el valor de las acciones de la compañía ha caído un 36%. Si un CEO tiene una sola prioridad, es precisamente evitar que eso ocurra. Por comparación, en ese mismo periodo las acciones de Apple aumentaron un 2.000%.

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Microsoft sigue siendo un gigante, con 73.000 millones de ingresos el año pasado y casi 17.000 millones de beneficios. Google, por ejemplo, ingresó 50.000 millones de dólares en 2012 y obtuvo unos beneficios de 10.700 millones. La diferencia es aún importante. Pero la evolución de los beneficios de Microsoft cuenta la historia.

En el 2008 la compañía ganó 17.600 millones de dólares. Al año siguiente la cifra fue menor y volvió a subir en 2010. Los datos preocupantes llegaron después. Tras los 23.000 millones de ganancias en 2011, la compañía experimentó un 27% de caída en beneficios en 2012. Y los decepcionantes resultados de los últimos trimestres no auguran nada nuevo para el año 2013 al completo.

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En esta situación llega la noticia, la retirada de Ballmer. ¿La reacción de los inversores? El dato habla por sí solo: las acciones de Microsoft subieron ayer un 7,29% al cierre. Un salto que a alguno, por cierto, le ha podido costar el trabajo.

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"Las paredes se están cayendo ahora", dice muy gráficamente al NYT George Colony, consejero delegado de Forrester Research. "Quizás caigan muy rápido. El consejo de administración [de Microsoft] no tiene mucho tiempo"

Ni Windows ni el PC son ya el centro de la computación

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La historia juzgará el papel de Steve Ballmer al frente de Microsoft. Ya lo ha empezado a hacer. No se puede negar: firmó grandes logros pero también enormes fiascos.

En la lista de los logros, la gran contribución de Ballmer se puede definir en una línea: conseguir durante 13 años que el núcleo de Microsoft, Windows y Office, siga siendo una fabulosa máquina de hacer dinero. Es algo que muy pocos podrían haber hecho. Pero esa ventaja, dominar por completo el mundo del PC, se acabó convirtiendo en un legado envenenado, en un excesivo inmovilismo que ha impedido a Microsoft innovar como necesitaba, adelantarse a sus competidores y no dejar que ocurriera al revés.

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Winows XP y Windows 7 fueron tremendos éxitos. Entre consumidores y sobre todo en empresas. También lo fue la Xbox, lanzada en el 2001, unidad a la que Ballmer ha sabido dar el protagonismo que necesitaba para convertirse en un negocio multimillonario. Sin embargo, 13 años después, Windows, Office y el PC, siguen siendo el principal combustible de Microsoft. Mientras, el mundo ha mudado ya al móvil, a las tabletas y a Internet para hacer prácticamente todo. Ocio y trabajo incluido.

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En el otro bloque, el de los fallos, el más peligroso fue no predecir la amenaza de Apple y más tarde la de Google con Android. Luego, una vez materializada, tampoco supo mover a la compañía para reaccionar a tiempo. Hoy Android domina el mundo de la informática y la electrónica de consumo, tanto de la actual como de la que viene en los próximos 5 años. Y un dato lo demuestra: en 2013 se venderán 860 millones de equipos Android frente a solo 354 millones de equipos Windows (todo incluido, PCs, tabletas, móviles...). Visto en perspectiva, es una amarga derrota.

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Los detalles del legado reciente de Ballmer se pueden resumir en una palabra: compromisos. Olvidado el fiasco de Vista (su gran punto negro, según admite) Microsoft llegó tarde al mundo táctil, al de las tabletas y la productividad sobre la marcha. Y Windows 8 supuso eso, un compromiso. Ballmer no podía romper con el pasado (y con su negocio), tenía que ofrecer un nuevo Windows a mitad de camino. El resultado es un experimento que aún no despega (Windows RT), un sistema operativo que ha decepcionado a la industria (Windows 8), y fabricantes (sobre todo Asus y Acer) que buscan reducir su dependencia del PC, Windows y Microsoft.

Ante esta situación, con el núcleo del negocio deshaciéndose lentamente desde hace años, con una situación de desventaja en servicios online frente a Google, la retirada de Ballmer era solo cuestión de tiempo. Era necesaria. Y por fin ha ocurrido.

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¿Quién será el sucesor?

El sucesor de Ballmer no lo tendrá nada fácil. Microsoft necesita un 2x1: un visionario y un gestor a la vez, un tecnólogo y hombre de negocios capaz de hacer grandes apuestas. Y encontrarlo será complicado. Ballmer anunció el mes pasado una reorganización para conseguir una compañía más unificada, para girar más rápido a hardware, software y servicios. En el camino hacia esa visión abandonaron el barco directivos clave, como Steven Sinofsky, que hoy se postula como un posible candidato.

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La elección podría venir de dentro, de la propia Microsoft, o de fuera. En el primer bloque, Tony Bates, antiguo CEO de Skype y ahora al frente de desarrollo de negocio, se baraja como opción. Tami Reller, vicepresidente de marketing, o Satya Nadella, responsable de la unidad de cloud e ingeniería para empresas, son otros posibles nombres.

¿De fuera? El nombre que quizás mejor podría encajar es el de Stephen Elop, consejero delegado de Nokia y ex-Microsoft, aunque con la finlandesa aún en fase muy temprana de recuperación, es una decisión compleja. Lou Gertsner, quien revivió a IBM en los 90, Steven Sinofsky o Reed Hastings, CEO de Netflix, son otros candidatos. Ver a Bill Gates regresar al frente de Microsoft es realmente improbable.

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Saldremos de dudas en los próximos meses. Los retos del nuevo CEO serán interminables: unificar la unidad de software (Windows 8, Windows Phone, servicios y aplicaciones...) en una plataforma única; colarse con éxito en el negocio de hardware y equipos (con permiso de Surface); seguir liderando en videojuegos (con la Xbox One); transformarse en una compañía que entienda Internet (y gane dinero con ello); y, sobre todo, ser el primero en acertar con lo próximo que viene: ¿relojes inteligentes? ¿gafas futuristas? ¿la revolución definitiva de la televisión y el salón? Microsoft, y no otro, nos lo tiene que contar.

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Fotos: AP

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