La cuestión es que Samsung tiene, por primera vez quizá, un producto único, innovador y radical. Un producto que no desmerece los anteriores, pero que se distancia de la competencia a base de ser singular, genuino. Hay muchas cosas en el S6 que querríamos ver en el iPhone.

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Ojalá ese mismo impulso innovador, esa voluntad por romper el status quo de la gama alta llegue también pronto al resto de divisiones de Samsung. No sólo empobrece su imagen (resultados de marketing aparte) es que no es necesario, ya no. Estamos en 2015, al fin y al cabo.

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