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48 horas con el Tesla Model X: la mejor manera de imaginar el coche del futuro

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Imaginar el futuro suele ser un ejercicio sano, pero a veces es necesario un poco de ayuda extra que ayude a encaminar las elucubraciones y motive a distinguir lo que cae en el terreno de la ciencia ficción y lo que bien podría ser una realidad en los próximos años. Con esa idea, y una cámara de vídeo, nos subimos a un Tesla Model X durante 48 horas.

Lo interesante aquí es que el Model X reúne la serie de propiedades que probablemente definirán a los coches en un futuro relativamente cercano: es eléctrico, tiene funciones que permiten la conducción autónoma y muchas de sus características lo acercan más a un gadget que a un automóvil al uso.

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Soñar tan cerca del futuro tiene un precio: el Tesla Model X que hemos probado en Gizmodo en Español tiene un precio que ronda los 225.000 dólares. Es importante mencionarlo antes de todo lo demás porque recalca la idea principal del artículo: la mayoría de tecnologías del Model X son reales y ya se pueden probar pero de momento, sea por precio o por otros factores, están solo al alcance de unos pocos. Pasará tiempo antes de que se democraticen.

Tesla V4.

Conduciendo un coche eléctrico

Sorpresa: manejar un coche eléctrico es, en esencia, exactamente igual que conducir un coche (automático) tradicional: pisa acelerador, pisa freno. Las principales diferencias se encuentran en la suavidad de la conducción, en las vibraciones que llegan al pedal y, obviamente, en la manera de repostar.

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La mayoría de grandes ciudades ya contemplan una seria de restricciones a los vehículos de gasolina y diésel que entrarán en vigor, previsiblemente, durante la próxima década y la siguiente. Algunos estudios estiman que para 2040 (eso es un poco más de veinte años, por si te parece una fecha muy lejana) el 35% de las ventas de vehículos nuevos serán eléctricos.

Que esas cifras sean realidad algún día lleva consigo algunos retos interesantes. Por ejemplo: habrá que ajustar la producción energética para dar electricidad a tantos coches y, sobre todo, habrá que seguir investigando en mejores baterías para aumentar su autonomía.

Conducir un coche eléctrico es, en términos generales, mucho más agradable en cuanto a comfort, aceleración, ruido y sensaciones al volante. Los coches híbridos, a medio camino entre ambos, ya permiten disfrutar de muchas de esas ventajas. La principal pega, hoy por hoy y bajo la perspectiva de alguien que lo ha probado en España, se encuentra en la autonomía y los medios para repostar.

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En el mundillo del coche eléctrico se habla a menudo de la “ansiedad por autonomía”. Aunque había oído el término con anterioridad a mi experiencia con el Tesla, bastaron 20 minutos de conducción para empezar a sentirla. Recogimos el Model X una mañana de lunes en Madrid con unos 400 kilómetros de autonomía, los empleamos para un viaje a Toledo (200 kilómetros ida y vuelta) y para hacer diversas pruebas en ambas ciudades. Al final del día, hubo que pasar por un cargador porque solo quedaba un 7% restante. Las miradas de reojo al salpicadero mientras el % de batería restante bajaba inexorablemente y la sensación continua de “no llego, no llego” no se las deseo a nadie.

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Cargar un Tesla, a menos que uses un supercargador, es un proceso lento. Pasar de 0 a 100 en un enchufe convencional lleva más de 24 horas. Hay otras opciones, por supuesto, como un cargador especial de pared que Tesla vende aparte y puedes instalar en casa, que aceleran considerablemente el proceso. Lo ideal, en términos generales, es tener un enchufe en tu garaje junto a uno de estos cargadores para que el coche “reposte” durante la noche y esté listo a la mañana siguiente. Si ese no es tu caso, como me sucede a mí (pedir permiso a la comunidad de vecinos para instalar un enchufe en mi garaje es un dolor de cabeza) el coche eléctrico es aun una realidad bastante lejana.

Quedan pocas dudas de que, en el caso del coche, el futuro es eléctrico. Pero, junto a ellos, queda todavía mucho camino por recorrer en cuanto a puntos de recarga, autonomía de la batería y concienciación pública en general. Los Tesla son la punta de lanza de ese cambio, pero tardará en llegar.

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El coche como gadget

Otro elemento sorprendente del Tesla Model X es que gran parte de su planteamiento se acerca mucho al de un gadget convencional, al de tu smartphone sin ir más lejos. El coche viene con una conexión 3G y una suscripción a Spotify de por vida, por ejemplo. Gracias a esa conexión, el coche recibe actualizaciones y mejoras vía conexión a internet como lo hace tu tablet, tu PC o tu teléfono. La idea de un coche con “números de versión” que se van actualizando no es nueva, pero resulta sorprendente.

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Cada Tesla se acompaña también de una aplicación móvil que permite realizar una serie de acciones concretas pero extremadamente potentes. Se puede comprobar en todo momento la ubicación del coche (útil en caso de robo), se puede ajustar la climatización del vehículo (para que nos reciba calentito en una gélida mañana de invierno o con el aire acondicionado a tope en una tórrida tarde de verano) y hasta puede conducirse, parcialmente, desde la propia app.

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El salpicadero, con la inmensa pantalla que lo preside, otorga sensaciones muy parecidas a las de utilizar un iPad o cualquier otra tablet convencional.
Usar un Model X es eminentemente una experiencia tecnológica. El coche, de hecho, solo tiene dos botones físicos en el salpicadero, uno dedicado a las luces de emergencia y otro a abrir la guantera. El resto es digital.

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A través de esa pantalla, además, como funciona esencialmente como un sistema operativo, se pueden ajustar manualmente muchas de las opciones y características del coche. Es algo que, en modelos más convencionales, requeriría llenar el salpicadero de botones, manillas y selectores físicos. Aquí se puede ajustar con un par de toques la suspensión, crear un perfil específico para conductor que registra parámetros como la altura del asiento, del volante y la posición de los espejos o elegir entre aceleración manual o deportiva (en mi coche, por ejemplo, eso se realiza precisamente con tres botones físicos junto a la palanca de cambios)

El Model X ayuda a poner en perspectiva que, en un 2017 donde los smartphones están cada vez están más extendidos y las tablets son un elemento más o menos habitual, gran parte de esa brecha tecnológica falta por llegar aun a los coches. Car Play y Android Auto son intentos loables pero apenas reciben atención por parte de Apple o Google y, para colmo, varios fabricantes han decidido no integrarlos. Resulta complicado adivinar cómo todos esos componentes tecnológicos van a llegar y a integrarse en la mayoría de los coches pero, después de probar el Model X, parece claro que en algún momento lo harán.

Nota: pongo el Model X como ejemplo pero muchas de sus características ya están presentes en algunos modelos de alta gama. Volvo tiene una app, por ejemplo, que permite realizar muchas de las funciones de las que mencionaba en el caso de Tesla.

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Autopilot, una relación de confianza

El Autopilot es, probablemente, la función más conocida de los Tesla. Tanto por el nombre, que guarda una ingeniosa estrategia de marketing detrás, como por cómo parece actuar cuando se ve en vídeo, la mayoría de personas piensan que convierte el coche en algo muy parecido a un vehículo autónomo.

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No es así. Probablemente la mejor manera de entender el Autopilot sea como algo parecido a un modo crucero, habitual en la mayoría de coches hoy en día, glorificado. Eso no le resta un ápice de mérito a lo que Tesla ha conseguido y el modo en el que lo han implementado hace que sea sumamente simple y cómodo de usar, pero lo deja muy lejos, al menos por el momento, de la conducción completamente autónoma.

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En un coche “normal” el modo crucero permite establecer una velocidad determinada y ajusta el motor para que la mantenga permanentemente. Es útil en autovías, por ejemplo, o en carreteras despejadas donde habitualmente se conduce a la máxima permitida por la vía. El problema es que si de repente un coche cambia de carril, o si aparece un obstáculo imprevisto, el coche no va a frenar. Tampoco guarda, en la mayoría de modelos, ningún tipo de relación con respecto a los carriles, obligando al conductor a ajustar la dirección manualmente. Permite, en términos sencillos, que el conductor se ahorre pisar el pedal continuamente. Poco más.

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Ahí es donde entra en juego Autopilot. Funciona en esencia como un modo crucero y se activa tocando dos veces una manilla junto al volante y seleccionando la velocidad pertinente pero, además, tiene en cuenta las líneas de la carretera y gira el volante por sí mismo, ajusta la velocidad con respecto al vehículo que precede y, por si fuera poco, también puede realizar alguna función avanzada como cambiar de carril con solo apretar el correspondiente intermitente.

El Autopilot de Tesla es uno de los productos más futuristas que yo he probado en mucho tiempo, y de paso invita a reflexionar y a imaginar cómo será ese, esperemos que no muy lejano, futuro autónomo. Porque aunque requiere el input del conductor a la hora de realizar acciones como coger una salida o tomar una rotonda, el resto lo hace él solito, lo único que requiere es que tengas las manos sobre el volante (eso siempre) y que prestes atención a la carretera.

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He realizado el trayecto Madrid Toledo centenares de veces, pero ninguno fue tan cómodo como el del Tesla. La sensación de comfort a la hora de establecer la velocidad máxima (120 km/h en este caso) y dejar que el coche haga “todo lo demás” es complicada de expresar con palabras.

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Es curioso, además, la relación de “confianza” que se establece con el vehículo. Las primeras veces pisas el freno con miedo a que el coche no lo haga a tiempo, pero conforme el uso de la tecnología se “normaliza” y ves cómo el coche responde en la mayoría de las situaciones mejor incluso de lo que tú lo harías, los nervios se van relajando progresivamente.

El Autopilot no es perfecto, falla en atardeceres cuando la luz se refleja en el asfalto y se confunde con el blanco de las líneas de carril, falla en ciudad con aceras irregulares y requiere, en todo momento, que pongas las manos sobre el volante y estés alerta pero supone, como casi todo en el Model X, una promesa y una pequeña muestra de cómo será ese futuro donde conducir ya no sea necesario.