Cada año se celebra una maratón muy especial en el planeta donde tan sólo pueden participar 40 corredores. Esa carrera es una de las difíciles, singulares y sádicas de cuantas existen, tanto, que únicamente 14 personas han logrado terminarla alguna vez. Bienvenidos a Barkley Marathons.
La historia de esta carrera es tan curiosa y peculiar que ha acabado uniendo a Martin Luther King con dos corredores extravagantes y una antigua cárcel de máxima seguridad. Una historia que se remonta a los años 70, momento en el que ocurre un famoso asesinato.
El origen de Barkley
La penitenciaria Brushy Mountain no era un lugar cualquiera. Se trataba de una cárcel (cerró en el 2009) donde acostumbraban a alojar a algunos de los peores criminales de Estados Unidos. El sitio se encuentra en el lado oriental del parque Frozen Head State, en las montañas de Tennessee. Aunque los intentos de fuga eran bastante raros, la “idílica” ubicación de la prisión redujo las posibilidades de que los presos regresaran a la civilización.
De hecho, más allá de que fuera una prisión de máxima seguridad, si un preso hubiese evadido a los guardias y superado los dos muros exteriores de la penitenciaria, las inmensas montañas de Tennessee hubieran conformado un gigantesco muro imposible de saltar.
Obviamente, esto no quiere decir que nadie intentase huir. El caso más recordado ocurrió el año 1977. Por aquel entonces Brushy Mountain tenía entre sus “invitados” a James Earl Ray, quién estaba sirviendo condena por el asesinato de Martin Luther King. Ray logró escapar de la cárcel aquel año.
Su plan era bastante sencillo. Mientras que otros presos organizaron una pelea para distraer a los guardias, Ray y otros seis presos utilizaron una escalera improvisada para escalar las paredes. Uno de los convictos fue alcanzado por el fuego de la policía pero Ray y otros cinco lograron huir al parque Frozen Head State.
Pasaron 60 horas y la policía no había dado con sus huesos, James Earl Ray todavía no había sido capturado y muchos pensaron que probablemente estaba a medio camino de México. Sin embargo, las autoridades locales sabían algo que Ray no tuvo en cuenta: nadie había logrado huir campo a través en Frozen Head State. Su abrupto terreno y empinadas colinas era tan brutales para una persona sin suministros que resultaba imposible que saliera con vida de allí.
Unas horas después la policía dio con su cuerpo. Ray fue encontrado a 12 kilómetros de la penitenciaria. El tipo estaba boca abajo entre un montón de hojas, agotado, sin energías, muerto de frío y hambriento. Las marcas de su cuerpo delataban el calvario que pasó durante aquellas horas de libertad en la naturaleza salvaje.
Ocho años después, en enero de 1985, Gary Cantrell y Karl Henn emprendieron un viaje mochilero para explorar el área de Frozen Head State y determinar cómo alguien con tantos incentivos para huir como Ray no pudo pasar de los 12 kilómetros de naturaleza. Lo cierto es que a pesar de que les resultó difícil, los dos amigos, habituales en las maratones, lograron recorrer el parque en un día y poco, y eso a pesar de los guardabosques que les habían indicado que no había forma de lograrlo.
Durante el tiempo que estuvieron de ruta los dos tipos tuvieron una idea. Pensaron que aquel sitio podía ser idóneo para iniciar una ultramaratón.
Así fue como nació el desafío Barkley Marathons, cuyo nombre se debe a uno de los amigos íntimos de Cantrell que había sido herido en Vietnam (Barry Barkley).
Toda una declaración de intenciones.
Una carrera para los elegidos
Al principio la carrera era de unos 80 kilómetros y debía completarse en menos de 14 horas. Desde sus inicios había sido diseñada para que fuera extremadamente difícil, tanto, que casi nadie podía terminarla. A finales de 1985 se celebró la primera carrera. Corrieron 13 personas y ninguna la terminó. Después de la carrera Cantrell le dijo a algunos medios especializados que la carrera “había sido un éxito emocionante”.
Lo cierto es que hasta 1989 nadie pudo acabarla. Ese año consiguió la hazaña por primera vez Ed Furtaw. Para Cantrell y Karl Henn aquello fue una ofensa. Pensaron que la ruta era demasiado fácil si alguien había logrado terminarla, así que decidieron subir la apuesta hasta los 160 kilómetros. Desde entonces la duración real de la carrera varía ligeramente de un año a otro, ya que el rumbo exacto se modifica continuamente para hacerlo cada vez más difícil después de que alguien sea capaz de terminarla.
Pasaron seis años desde la hazaña de Furtaw hasta que alguien volvió a completar la carrera (ahora con el nuevo kilometraje). El británico Mark Williams lo consiguió en 1995 en un plazo de 60 horas (también habían ampliado el tiempo para lograrlo).
Muchos estaréis pensando que es una carrera más, con sus dificultades por el terreno, pero no deja de ser una carrera como otras tantas ultramaratones que existen. No del todo. Las dificultades de esta prueba no sólo se dan cuando empieza la carrera, comienzan mucho antes, cuando una persona considera entrar en ella.
Los “requisitos” de Barkley
La mayoría de las ultramaratones tienen una web dedicada a la carrera, un sitio desde el que tienes información de contacto, fecha del evento, información de registro y cosas así. Barkley no. La carrera cuenta con un correo electrónico, pero uno que no posee casi nadie, y aquellos que lo conocen no suelen ofrecer la información fácilmente.
De hecho, hoy es una especie de juego entre los “veteranos” de la carrera, quienes acaban mezclando información de mentira en la red con medias verdades para los posibles corredores potenciales, sobre todo en cuanto a cómo apuntarse y cuándo será la carrera.
Y es que el tiempo es fundamental en el proceso de solicitud. Una vez que alguien se las ha arreglado para averiguar cuando se abre el plazo, debe acceder a ello durante el día y la hora elegida por Cantrell, quién sólo abre la inscripción durante un tiempo relativamente corto (y de acuerdo a la zona horaria en la que se encuentre).
Quizá por ello, por esa dificultad para registrarse y por la reticencia de los veteranos de la carrera por ayudar a los nuevos (junto a las normas del parque), tan sólo 40 personas pueden participar cada año. Por tanto y visto desde otro prisma, cada nuevo corredor puede hacer que un veterano pierda su lugar.
Una vez que alguien logra inscribirse la cuota de inscripción es de un centavo por milla (kilómetro y medio), lo que supone llegar a pagar hasta 1,60 dólares si te haces la carrera en modo “fun”, que son las 100 millas originales más 60 de “diversión” extra para aquellos que quieran emociones fuertes.
Además de la cuota de inscripción, los aspirantes a la carrera deben de presentar un ensayo personal que responda a la pregunta: “¿Por qué debería ser admitido en la carrera de Barkley?” Si se acepta, los corredores que acceden a ella por primera vez, los conocidos como “los vírgenes”, deben traer una placa de matrícula de su estado o país de origen, y los veteranos a su vez suelen traer algún tipo de ropa elegida por Cantrell, como una camisa de franela o un par de calcetines ridículos. Por último, los veteranos de las últimas carreras traen siempre un paquete de Camel para que Cantrell pueda fumar mientras espera pacientemente en la línea de salida / llegada.
Método de selección
No se sabe el número exacto de gente que trata de entrar cada año, probablemente mucha. Cientos de personas solicitan acceder a la ultramaratón, pero como sólo aceptan a 40 corredores como máximo, estos se eligen en base a un sistema de lotería.
La primera elige al “cordero del sacrificio”. Se trata de una selección de candidatos que Cantrell piensa que no tienen ninguna posibilidad para competir en la carrera. Así, de las docenas de tipos veteranos que aparecen en la línea de salida, se incluirá siempre a un novato que no tiene absolutamente ninguna posibilidad de completar una vuelta, mucho menos las cinco de las que consta el recorrido. ¿Por qué? Según el propio Cantrell: “porque es una gran diversión para mí y para los otros corredores”.
Una vez que el “cordero de sacrificio” ha sido identificado, se mandan petos y pegatinas a los corredores que han demostrado ser dignos en varias competiciones pasadas. Estos también reciben una “carta de condolencias” de Cantrell, que es el primero de varios intentos por tratar de vencer la valentía de los competidores antes del gran día. De hecho, si eres una mujer y te aceptan para competir, Cantrell también te hará saber que ninguna mujer podría completar la carrera en un intento porque renuncies.
Y es que en los últimos años las mujeres han ido aumentando la cifra de los competidores. El récord actual en la carrera de mujeres es el de Sue Johnston. En 2001 logró completar tres vueltas antes de retirarse. Un logro enorme si tenemos en cuenta que cada año únicamente 5 de los 40 competidores llegan a la cuarta vuelta.
La carrera
Mientras esperan a que la carrera empiece los corredores suelen establecer un campamento en el interior del parque Frozen Head State, el cual sirve de base para el maratón. Cantrell es el único que conoce la hora real de inicio de la carrera, la cual puede ser en cualquier momento entre las 11 de la mañana de la supuesta fecha de inicio y las 11 de la mañana del día siguiente. Una hora antes del comienzo de la carrera Cantrell hace sonar una alarma.
Esto no es una carrera normal, así que cuando los corredores se congregan en la línea de salida, no hay sonido de una pistola que dé inicio a la carrera, sino la iluminación de un cigarrillo; Cantrell se colocará un cigarro encendido en la boca y una vez que los corredores vean las primeras brasas brillantes comenzará la carrera en el bosque. Dice la tradición que nadie le da a Cantrell el placer de verlos correr hacia la montaña, los hombres caminan parsimoniosos hasta que pierden de vista al fundador de la carrera, entonces es el momento de la verdad y echan a correr.
Vale. He llegado hasta aquí y me sigue pareciendo una carrera más. Un poco rara, sí, pero, ¿un desafío? Estamos ante una carrera en bucle de 5 vueltas (32 kilómetros cada una) que deben completarse cinco veces en un máximo de 60 horas (y de 12 horas por vuelta).
Además, cada concursante no tienen ni idea del recorrido hasta el día de la carrera. Entonces deben marcar lo que llaman el “sendero”. Cantrell establece un mapa del parque con la ruta resaltada y los corredores tienen que copiarlo en su propio mapa. Este mapa, junto a una brújula y algunas pistas vagas (muchas veces indescifrables) son todo lo que los corredores tienen para asegurarse de que siguen el camino correctamente.
Ok. Ahora puedes pensar que la carrera es sencilla una vez que has completado la primera vuelta porque ya sabes el camino. Tampoco. Las dos primeras vueltas van en la misma dirección, pero una vuelta se completa durante el día y la otra se completa en la noche… únicamente con un faro para la iluminación. Además, si eres de los pocos que tienen lo que hay que tener y llegas a las vueltas tres y cuatro, estas se recorren en la dirección opuesta, y de nuevo en un bucle durante el día y la noche. Una auténtica locura.
Por si todo esto no fuera poco, en los 160 kilómetros de la carrera los corredores tienen que ascender grandes laderas y atravesar empinadas pendientes mientras luchan a través del espinoso y abrupto camino. Esas montañas que deben ascender han acabado recibiendo nombres de lo más variopintos tales como Rat Jaw, Testicle Spectacle, Son of a Bitch o Bad Thing.
Y como no hay dos sin tres, también hay que añadir un clima poco propicio para una carrera de este tipo. En la misma carrera un corredor puede experimentar una combinación de calor extremo, niebla tan densa que apenas pueden ver sus pies, lluvia, inundaciones y nieve. Un espectáculo.
Aquellos que han llegado a la cuarta vuelta hablan de alucinaciones y desmayos durante el trayecto. Lo normal es que los que llegan lejos den con algún hueso roto o sufran de hipotermia. Algo normal, sí, pero en esta carrera no hay nadie para ayudarte en medio de la naturaleza. Si te rompes una pierna debes regresar hasta la casilla de salida por tu propio pie y con la única ayuda de una cinta adhesiva y vaselina que se ofrece a los corredores en la salida. Según Cantrell, “porque puedes tratar cualquier cosa con cinta adhesiva o vaselina”.
Y no, nadie ha muerto hasta ahora.
Como no hay puntos de control, ni equipos de apoyo o avituallamiento, ni miembros de la carrera para asegurarse de que los corredores permanecen en ruta sin trampas, Cantrell ideó una estrategia para responsabilizar a los corredores por su progreso.
¿Cómo? El hombre coloca una serie de libros de bolsillo esparcidos por la montaña en varios puntos estratégicos. Al principio de cada vuelta se les da un número. Ese número es una página del libro que deben encontrar (y arrancar la página para mostrarla al final). Por cierto, a Cantrell le gusta elegir libros con títulos que se parecen al tono de la carrera tales como A Time to Die, Death Walks the Woods o Heart of Darkness. Cantrell, por si quedaban dudas, es todo un cachondo.
Es importante anotar también, que los corredores serán descalificados si reciben asistencia de fuentes externas (excursionistas o locales), en cambio, no hay ninguna regla en contra de ayudarse mutuamente entre los corredores. De hecho, muchos de los “corredores vírgenes” han encontrado que emparejarse con un veterano era la única solución de avanzar algo más en la carrera. Lo cierto es que la mayoría de los competidores están más que encantados de ayudar de esta manera, ya que la maratón no es tanto sobre la competencia entre sí y más sobre la lucha en la montaña y poner a prueba tu propio valor.
Pero, porque en esta carrera siempre hay un pero, en el caso de que una pareja de corredores se encuentre colaborando llegados a la cuarta vuelta, entonces deberán separarse obligatoriamente y tomar rutas alternativas para la última y definitiva. Por regla general también, los años que alguien ha ganado la carrera significan que el siguiente año será más difícil y bajo una ruta diferente.
Durante los 30 años de historia de la carrera se piensa que han participado alrededor de 1.000 corredores. De ellos, tan sólo 14 han logrado la hazaña de finalizar la prueba ideada por el bueno de Cantrell. Para este reducido número de afortunados que a buen seguro han pasado por todo tipo de penurias, empujados al límite físico y con el cuerpo lleno de magulladuras, la recompensa es la satisfacción de saberse ganador.
No hay más que eso. No hay dinero, ni placa, ni siquiera un diploma. Quizás y como dice Cantrell, “porque los seres humanos están hechos para soportar desafíos físicos. Y la verdadera alegría es ver a las personas que encuentran algo en sí mismas que no sabían que tenían”.