
Un equipo de psicólogos de la Universidad de Furman, en Carolina del Sur reunió a 176 niños de entre 4 y 7 años para hacerles dos preguntas muy simples: ¿Cuáles de estos objetos son comestibles? y ¿Cuáles de estos alimentos provienen de animales y cuáles de plantas? Las respuestas no han sido tan simples como esperaban.
Es normal que los niños pequeños tengan cierta confusión sobre el origen de los alimentos, pero parece que al menos en Carolina del Sur (no sabemos si los resultados son extrapolables a otros estados o a otros países), la confusión está un poco más enraizada de lo normal. El 47 de los niños clasificaron a las patatas fritas como de origen animal. Curiosamente, el 44% de ellos considera el queso un vegetal. Para rematar, el 41% de los niños consideran el bacon como un producto de origen animal, el 40% cree eso mismo de los perritos calientes, y el 38% considera el pollo un producto igualmente vegetal.
La confusión alcanza extremos más graciosos cuando se les preguntó qué objetos eran comestibles y cuáles no. la gran mayoría (77, 73 y 65% respectivamente) cree que las vacas, los cerdos y los pollos no son comestibles. Un discreto 1% consideró que la arena es un producto comestible, y un 5% sentenció que los gatos también lo eran.
Los investigadores explican que este tipo de confusión a menudo es instigada por los propios padres, que se ven obligados a dar todo tipo de rodeos conceptuales para asegurarse de que los niños sigan comiendo de forma variada cuando estos les preguntan de qué está hecha la comida. El estudio dice:
Para evitar el inconveniente de tener que cocinar diferentes platos o el posible problema emocional de que los niños descubran que el bacon procede de un cerdo que una vez estuvo vivo, muchos padres maquillan la verdad usando terminología muy vaga que acaba teniendo un impacto en los hábitos de alimentación de los niños.
Curiosamente, los autores del estudio, que acaba de publicarse en Journal of Environmental Psychology , cree que esta confusión no es tanto un motivo de chiste como una oportunidad para hacer calar los productos de origen vegetal en las nuevas generaciones.
La mayor parte de niños estadounidenses come productos de origen animal, pero a diferencia de los adultos, que ya han pasado por el proceso de justificar mentalmente el consumo de carne, los niños lo hacen de forma inocente y a menudo desconociendo el origen del alimento. Por tanto los niños suponen una oportunidad a la hora de establecer una alimentación más basada en plantas de una forma más sencilla que intentar cambiar ese hábito en adultos.
El estudio considera que esa confusión natural de los niños puede ser aprovechada para introducir una dieta más rica en vegetales que tenga una menor huella de carbono en las nuevas generaciones. [vía IFL Science]