La ruta que toman las tormentas es tremendamente difícil de predecir porque depende de muchos factores: la humedad, la presión, la dirección del viento, la temperatura del agua, las corrientes marinas... Los mapas que vemos en los medios son pronósticos basados en modelos numéricos, y aunque los centros meteorológicos cuenten con algunos de los mejores superordenadores del mundo para realizar los cálculos, suelen fallar.
Pero cuidado, eso no significa que fallen siempre.
Una muestra de cómo ha avanzado la predicción meteorológica gracias a los modelos físico-matemáticos es que el Centro Nacional de Huracanes clavara su pronóstico sobre el huracán Florence cuando la tormenta estaba a 2500 kilómetros de la costa atlántica de Estados Unidos.
El domingo a la cinco de la mañana, un aviso del NHC predijo que Florence tocaría tierra en Wrightsville Beach, Carolina del Norte. Cinco días después, el huracán entró en el continente aproximadamente a 3 kilómetros de allí.
No todos los avisos fueron tan precisos, pero según el meteorólogo Evan Bentley el 53% de los emitidos desde el domingo acertó con un margen de error de 8 kilómetros, el 76% lo hizo con un margen de 40 kilómetros y el 90% predijo correctamente la trayectoria con un margen de 80 kilómetros.
Este gráfico muestra que no es cuestión de suerte. Las predicciones meteorológicas del NHC son cada vez más fiables y tienden a converger en un punto por debajo de los 80 kilómetros de margen de error.
Lamentablemente, eso no ha evitado que Florence se cobrara a sus primeras víctimas. Después de que el huracán tocara tierra en Carolina del Norte, la caída de un árbol provocó la muerte de una madre y su bebé en Wilmington. Otra persona murió electrocutada y una mujer ha muerto víctima de un ataque cardiaco. El huracán, degradado a categoría 1 con vientos de 120 kilómetros por hora, ha provocado graves inundaciones.