“Ah, yo sé cuál fue el primer coche de la historia”, seguro que estás pensando, pero estás muy equivocado. Puede que lo que se te venga a la cabeza sea el Benz Patent Motorwagen de 1886, y aunque fue el primer automóvil en tener un motor de combustión interna, no fue el primer automóvil que se fabricó. El primer automóvil que se construyó fue este enorme monstruo humeante, y es de 1769. Pero tienes que ver a esta cosa en movimiento para comprender cuán ingeniosa y terrible es.
Es algo realmente absurdo.
El fardier à vapeur (algo así cómo una carreta a vapor) es más parecido a un camión, en el sentido moderno, que a un automóvil. O casi parece más un motor de explosión atado a una bañera que un coche.
Lo que estoy diciendo es que apenas era un coche, pero aún así cuenta como tal. Se trata de la versión más básica de un automóvil. Cugnot probablemente también inventó el subviraje, pero ya hablaremos de eso otro día.
El curioso invento de Cugnot fue diseñado para resolver un problema muy específico, a pesar de que nunca funcionó correctamente. Matar a personas con la mayor eficiencia era –y sigue siendo– el objetivo principal de las guerras. Y una de las formas más eficientes de hacerlo es con un gran cañón. Y, como puedes imaginar, los grandes cañones son también muy pesados.
Llevar cañones de un lugar a otro no es tan difícil hoy en día. Solo tienes que anclarlos a un remolque, o meterlos en un avión, o subirlos a un barco. Pan comido. Pero en 1769, todos tenían que conformarse con los caballos. Si eras un afortunado, tenías un carro atado a esos caballos, y luego debías atar el cañón al carro y arrastrarlo hasta el campo de batalla.
Claramente era un proceso terrible, por eso Cugnot dio con la idea del automóvil. Y casi lo consiguió. Decimos “casi” porque al final de todo el proceso cuesta creer que fuese algo mejor que usar un caballo.
La carreta a vapor de Cugnot tiene dos ruedas en la parte trasera y una en la parte delantera, y colgando delante de ella había una enorme caldera que se utilizaba para generar el vapor necesario para que todo funcionase. Esto no era algo ideal, como observó Autoweek en 2001:
El mecanismo de accionamiento, una rueda dentada que funciona alternativamente desde cada uno de los cilindros de vapor, actúa directamente sobre la rueda delantera, que está equipada con segmentos estriados. Las bielas de metal, las ruedas dentadas y los cilindros parecen ser de fabricación moderna, pero la caldera, la estructura y las ruedas son ciertamente originales. El “tanque de combustible”, una canasta de mimbre para sostener los leños de madera quemados, cuelga debajo del asiento. El asiento es solo para una persona, y el vehículo se maneja con una especie de timón a dos manos. Una barra larga permite al conductor regular el vapor que sale de la caldera, controlando así la velocidad del carro.
El resultado final es un amasijo de hierros con un peso de más de dos toneladas, y que apenas coge 5 kilómetros por hora.
La “dirección” del timón, tal como aparece en la réplica, parece no servir para nada. Aquí hay un tipo que intenta desesperadamente que gire a no se sabe dónde, pero claramente lo está pasando mal cuando trata de girar y no ocurre nada.
Solo hacer que la carreta funcionara suponía mucho más trabajo que enganchar una bolsa de pienso a las orejas del caballo y echar a andar con el cañón a cuestas. Hemmings hizo un gran artículo sobre la construcción de la réplica del fardier à vapeur, y el proceso parece todo un dolor de muelas:
Alimentándolo con un buen suministro de madera de roble, lleva aproximadamente 45 minutos acumular suficiente vapor para alcanzar la presión necesaria para que pueda circular a 4 kilómetros por hora. “Solo hace falta una persona para conducirlo”, dijo Susan Cerf. “Pero es bastante lento y engorroso. Recorrerá menos de 100 metros antes de que sea necesario cargarlo de nuevo, y el vapor y el humo vuelven a soplar en la cara del conductor”.
Entre la incomprensible dirección y la espesa nube de humo y niebla que rodea a la persona que realmente trata de conducir esa cosa, es un poco sorprendente que el invento de Cugnot también fuese el responsable del primer accidente automovilístico del mundo. En 1771, Cugnot construyó un segundo ejemplo, y se cree que acabó estrellado contra una pared, de acuerdo con la Enciclopedia de la Revolución Industrial de Kenneth E. Hendrickson III:
El principal problema del vehículo era que tenía una distribución de peso muy mala. Las dos ruedas traseras llevaban gran parte del peso, y si la carga se movía, como los cañones, había aún más problemas. El movimiento de la carga era más probable en un terreno accidentado, lo que haría que el fardier à vapeur fuese aún más difícil de usar.
Aquí es donde probablemente deberíamos señalar que en 1771 no existían precisamente interminables tramos de autopistas súper llanas repartidas por Europa. Incluso los mejores caminos eran bastante desiguales. Y luego está el propósito intencional del fardier à vapeur, que era llevar los cañones al campo de batalla. Y las guerras tienden a ser lejos de los terrenos llanos. Pero volviendo al accidente:
Modificando sus diseños, en 1771 Cugnot hizo un segundo vehículo. Según los datos de 1801, este segundo vehículo perdió el control y golpeó el muro de un arsenal, destruyéndolo. Si damos esto por cierto, este habría sido el primer accidente automovilístico de la historia.
Alguien incluso se tomó la molestia de filmar una recreación dramática del accidente:
Pero la genialidad del fardier à vapeur, el concepto básico de usar energía térmica para mover un pistón e impulsar algunas ruedas para hacer andar un vehículo, no funcionó. Aunque ese concepto básico todavía sigue, en uso hoy en día. Vale, los problemas de suspensión, distribución de peso, dirección y manejo del fardier à vapeur eran mucho mayores que los que se encuentra un Toyota Camry, pero su brillantez es evidente.
Aquí había alguien que nunca había oído hablar de un automóvil, y aun así, decidió juntar la máquina de vapor de baja presión y el vagón, y revolucionó el mundo.
Bueno, revolucionó el mundo, más o menos. Pero Wilbur y Orville Wright no inventaron el Boeing 747, así que no le quitemos importancia a Cugnot. Estas cosas llevan su tiempo.
Sin embargo, una de las cosas realmente interesantes sobre el primer automóvil que se construyó, no es que fuese un verdadero dolor conducirlo y que se estrellara contra las cosas. Es que todavía existe.
De verdad, la máquina real de Cugnot, la construida en 1769, todavía existe.
El gobierno francés se hizo cargo del invento de Cugnot hasta 1800, cuando lo entregó al Conservatoire national des arts et métiers, una universidad centrada en la ingeniería. Esa escuela estableció un museo, el Musée des Arts et Métiers, donde puedes encontrar el fardier à vapeur de Nicholas-Josef Cugnot.
Sí, el primer coche del mundo, se encuentra en un museo en París.
Listo para ser conducido en cualquier momento.
Aunque espero que no contra una pared.