
A medida que el cambio climático va alterando permanentemente nuestro medio ambiente, el mundo se ve cada vez más expuesto a virus nuevos , con consecuencias potencialmente mortales para nosotros. Un estudio publicado este jueves en Nature ha descubierto que, a medida que el cambio climático está obligando a los animales a cambiarse de hábitat, éstos entrarán cada vez más en contacto con los humanos y con ello crearán más oportunidades para que los virus mortales muten y se propaguen.
“Las especies tendrán que moverse si quieren cambiar de climas”, nos explicaba por correo electrónico Colin Carlson, autor principal del estudio y profesor asistente de investigación en el Centro Médico de la Universidad de Georgetown. “Cuando lo hagan, se encontrarán por primera vez y compartirán virus. Nuestras simulaciones sugieren que en el próximo medio siglo, este proceso reestructurará por completo la red global de virus de mamíferos. Y esto son malas noticias para la salud humana”.
Si bien existe una gran cantidad de investigaciones sobre cómo el cambio climático puede dar forma a las nuevas epidemias, gran parte de ese trabajo se centra en enfermedades transmitidas por vectores, es decir, enfermedades como la malaria, el dengue, el zika o la fiebre amarilla que son transferidas a los humanos por insectos que se alimentan de sangre, como garrapatas y mosquitos. Casi ningún trabajo académico ha analizado cómo el clima podría afectar la forma en que los virus saltan de los animales salvajes a los humanos, algo conocido como contagio zoonótico. Entre el 60% y el 75% de las enfermedades infecciosas se transfirieron inicialmente de animales salvajes a humanos y actualmente hay miles de especies de virus con la capacidad de hacer enfermar a los humanos infectando silenciosamente a varios animales, como explica este nuevo paper.
El estudio utiliza una gran cantidad de datos sobre virus y sus huéspedes mamíferos, así como de cambio climático y de los hábitats de los animales, para crear un enorme mapa de cómo podrían cambiar los hábitats de más de 3100 especies de mamíferos en las próximas décadas. A medida que cambian los hábitats, aumentan las posibilidades de que diferentes especies se crucen más entre sí y con nosotros, y los virus y otros patógenos estarán presentes ahí. En el brote de SARS de 2003, por ejemplo, las investigaciones sugiere que los gatos de civeta, que se comen en ciertas partes de China, pueden haber actuado como huésped intermediario del virus, ayudándolo a pasar de los murciélagos a los humanos. Y bajo un clima cambiante, muy especialmente los murciélagos podrían entrar en contacto con más frecuencia con diferentes especies animales, creando nuevas oportunidades para que los virus se propaguen.
“Debido a que pueden volar, los murciélagos pueden viajar más lejos y más rápido, y así impulsar la mayor parte de este proceso”, dijo Carlson.
Como resultado de estos hábitats en expansión, surgirán nuevos “puntos críticos” geográficos: lugares donde podrán surgir epidemias y potenciales pandemias. Por ejemplo, los brotes de ébola tradicionalmente se han agrupado en los países de África occidental, pero el estudio encuentra que para 2070, los brotes de ébola podrían ser mucho más comunes en el este de África. “El cambio climático creará innumerables puntos críticos de superposición entre el riesgo de contagio elevado y las poblaciones humanas”, dijo Carlson.
Y nos enfrentamos a una batalla cuesta arriba. El mundo ya se ha calentado 1,2 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales; el proceso de cambio de hábitat de los animales y contacto con otras especies, explicó Carlson, ya ha comenzado. Además, la mitigación, o la desaceleración del calentamiento, en realidad podrían exacerbar el problema.
“En escenarios de calentamiento extremo, las especies pierden su hábitat tan rápidamente que se extinguen antes de tener la oportunidad de compartir sus virus en nuevos ecosistemas”, dijo Carlson. “La mitigación reduce la velocidad a la que se mueven sus hábitats y les brinda una tarea más manejable, por lo que les es más fácil llegar a donde van y compartir virus cuando llegan allí”.
Es difícil trazar una línea recta entre una pandemia determinada y el cambio climático, ya que hay una miríada de factores en juego con cada brote. Pero esta investigación muestra que mantenerse a salvo implicará vigilar mucho más de cerca las enfermedades que se transmiten en la vida silvestre.
“Estamos comprometidos con un mundo en el que el cambio climático podría convertirse en el principal impulsor del riesgo a sufrir una pandemia (si no lo es ya), incluso con el mejor de los escenarios para el cambio climático”, dijo Carlson. “Es urgente que pensemos en la vigilancia de enfermedades de la vida silvestre y en la detección de brotes como estrategias de adaptación al cambio climático”.