
Entre 1660 y 1750 Antonio Stradivari dominó el arte de la fabricación de violines hasta el punto de que sus creaciones siguen siendo insuperables en términos de acústica. El espectacular sonido de estos instrumentos ha sido teme de debate durante décadas. ¿Qué los hace sonar tan bien? Un nuevo estudio confirma una teoría que se viene barajando desde 2006.
Es el barniz, no la madera, el gran secreto de los violines que Stradivari fabricó junto a otros maestros italianos de la época menos conocidos pero igualmente extraordinarios como Andrea Amati o Andrea Guarneri. Un nuevo estudio publicado en la revista de la Sociedad Alemana de Química arroja nueva luz a los procedimientos secretos de estos artesanos.
Los autores del estudio han analizado las propiedades de la madera de los Stradivarius usando diferentes métodos como la espectroscopía, microscopios electrónicos o análisis químicos no invasivos (no está de más tratar de no destruir el objeto a analizar cuando literalmente vale millones). Lo que han descubierto es que las fibras de la madera de estos violines está impregnada en profundidad con elementos químicos que alteran completamente sus cualidades, desde la oxidación hasta su resistencia mecánica y sus propiedades acústicas. Entre la lista de productos químicos hallados en la madera hay bórax (borato de sodio), zinc, cobre, alumbre (una sal compuesta de sulfato de potasio), y cal hidratada (hidróxido de calcio). Los autores del estudio escriben:
Combinando datos analíticos e información histórica, podemos deducir los minerales que se agregaron y sus posibles funciones: bórax y sulfatos metálicos para la supresión de hongos, sal de mesa para el control de la humedad, alumbre para la reticulación molecular y potasa o cal viva para el tratamiento alcalino. El propósito general puede haber sido la conservación de la madera o la afinación acústica. Se observa fragmentación de hemicelulosa y nanoestructuras de celulosa alteradas en muestras de Stradivarius muy tratadas, que a su vez muestran una reducción en las señales de generación de segundo armónico.
La hipótesis de los químicos fue formulada por primera vez en 2006 por Joseph Nagyvary, profesor emérito de bioquímica en la Universidad de Texas. Nayvary publicó un artículo en Nature en el que llegaba a la misma conslusión que el nuevo estudio tras haber analizado los productos que impregnaban la madera mediante espectroscopía por resonancia magnética.

El problema, y a su vez el origen del fascinante misterio de estos violines, es que el método exacto que usaron estos maestros no ha llegado a nuestros días precisamente porque era secreto. En otras palabras, sabemos los ingredientes, pero no la receta exacta de cómo los usaron. Nagywary, que ha recibido el nuevo estudio con satisfacción, lo explicó así en una entrevista concedida a Texas A&M:
Este nuevo estudio revela que tanto Stradivari como Guarneri tenían un método propio y personal de tratar la madera al que atribuían mucha importancia. Quizá se dieron cuenta de que las sales especiales con las que impregnaban la madera para conservarla también tenían otros beneficios en cuanto a fuerza mecánica o ventajas acústicas. La cuestión es que esos métodos eran secretos. No existían patentes en aquella época, y averiguar cómo se manipuló la madera o qué químicos se usaron es imposible tan solo inspeccionando visualmente la pieza final.
Han hecho falta técnicas modernas de análisis que en 1660 serían consideradas brujería para desentrañar el misterio de los químicos usados con los Stradivarius, y aún así no sabemos exactamente cuál es la conexión entre los químicos y la calidad de sonido de los instrumentos. Quizá nunca lleguemos a averiguarla, pero al menos ahora sabemos que no fue que Stradivari dió con unos pinos cuya madera era especialmente buena por pura suerte. fue su talento de artesano el que marcó la diferencia. [Sociedad Alemana de Química vía Ars Technica]