Pero Apple cree —y en mi opinión, acierta— que la mayoría de las veces querrás pedirle a tu HomePod que ponga música. Por eso el equipo de Siri ha preparado una serie de mejoras para que el asistente entienda peticiones y preguntas como “Oye, Siri: ponme la banda sonora de Moana” y “Oye, Siri: ¿quién es el batería de esta canción?”. Y también otros comandos más naturales y complejos como “Oye, Siri: pon otra cosa”. El asistente aprende de tus gustos musicales y de la enorme base de datos de Apple Music —40 millones de canciones— para construir mejores listas de reproducción.

Un punto a favor del HomePod que podría pasar desapercibido es que no lo fabrica una compañía dedicada a la publicidad. Según la propia Apple, el altavoz solo envía audio a sus servidores cuando dices “Oye, Siri”, y lo hace de manera cifrada. Tampoco almacena datos, excepto de manera local. Esto puede ser un factor decisivo para las personas que recelan del manejo de su privacidad y quieren limitar lo que saben las marcas, especialmente cuando hablamos de un aparato con seis micrófonos que vas a colocar en el salón.

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Quizá lo más decepcionante del HomePod sea la anticipación con la que Apple lo ha presentado. El altavoz no saldrá hasta diciembre en Estados Unidos, Reino Unido y Australia, y en principio solo funcionará en inglés. Tal vez en septiembre, cuando se presenten nuevos iPhones, sepamos algo más sobre él. ¿Se podrán comprar cosas con el HomePod? ¿Será compatible con servicios de terceros a través del SDK de Siri? Por ejemplo, no sabemos si el HomePod va a tener soporte para Spotify o si en cambio Apple nos obligará a pasar por el aro de Apple Music (por favor, Apple, no hagas eso).

Pero en general creo que el HomePod es uno de los productos más diferenciadores que Apple ha presentado últimamente (junto con los AirPods, curiosamente otro producto de audio). Y aunque cueste 349 dólares, estoy convencido de que puede hacer daño tanto a Amazon como a Sonos. Al fin y al cabo, promete ser lo mejor de cada casa.