A pesar de las advertencias de Estados Unidos y sus aliados, Corea del Norte parece decidida a realizar más pruebas de misiles y su sexta prueba nuclear subterránea muy pronto. El problema es que Estados Unidos va a tener que hablar con Pyongyang, sin importar la opinión de la Casa Blanca sobre Kim Jong-un.
¿Qué otras opciones hay? Desde luego, un ataque militar no. Nadie quiere eso. Ni China, que desde hace tiempo teme que una crisis de refugiados inunde sus fronteras si el liderazgo de Corea del Norte colapsa. Ni Corea del Sur, que es la nación que más sufriría durante cualquier conflicto entre el Norte y los EE.UU.
El exembajador de Estados Unidos en Corea del Sur, Christopher Hill, dijo en una entrevista el domingo que no hay buenas opciones militares:
No hay dudas de que la amenaza de Corea del Norte está creciendo, pero llevan siendo una amenaza desde hace 20 años. Ahora los estamos viendo modernizar su arsenal de misiles de tal manera que es muy probable que en un futuro próximo Corea del Norte tenga un arma nuclear tangible. Entonces la pregunta es: ¿qué vamos a hacer al respecto?
Sin duda, la retórica militarista del secretario de Estado Rex Tillerson sobre una acción preventiva contra Pyongyang no es la respuesta. Un movimiento tan osado solo les llevaría a responder con más pruebas de misiles (muchos fallidos, como ocurre a menudo). O peor aún, un ataque contra Corea del Sur. Y nadie quiere un conflicto armado, si puede evitarse.
Uno de los problemas al analizar el conflicto de Corea del Norte es el impulso de etiquetar de “locos” o inestables a sus líderes. En realidad, no sabemos mucho sobre ellos. Un experto en Corea del Norte dijo al Washington Post:
“Corea del Norte siempre ha sido tratada como una broma, pero ahora la broma tiene armas nucleares. Si crees que Kim Jong-un es irracional, entonces lo estás subestimando implícitamente”.
—John Park, director del Grupo de Trabajo de Corea en la Escuela Kennedy de Harvard
Otro experto dijo que puede haber un método para la locura de Kim:
Tiene razones para temer a las conspiraciones en los altos niveles de su gobierno, especialmente en el ejército y la policía secreta. Puedes comprar a esas personas, pero aun así pueden traicionarte. Tienes que aterrorizarlos, y eso es lo que está haciendo.
—Andrei Lankov, un erudito ruso de Corea del Norte que estudió en la Universidad Kim Il-sung en Pyongyang
Eso no significa que el comportamiento dictatorial de Kim contra su propio pueblo, o sus malditas pruebas semanales de misiles balísticos, no sean motivo de preocupación. Por supuesto que lo son. Pero describir Pyongyang como un Estado ermitaño que con el que no puedes negociar es algo corto de miras. Por irritante que pueda ser este beligerante país, el mejor camino es la negociación.
Jacob Stokes y Alexander Sullivan, ambos expertos en Corea del Norte, escribieron en Lawfare que Estados Unidos puede tomar la delantera con un acuerdo pacífico con Pyongyang. Confiar en China, dicen Stokes y Sullivan, puede no ser una buena idea porque Pekín se contenta con el status quo inestable.
Si China toma incluso un ligero giro militarista contra Corea del Norte, los misiles podrían acabar apuntando hacia ellos. Como señala The Diplomat, históricamente el programa de armas nucleares de Pyongyang no ha afectado a sus relaciones con China. Es comprensible que Pekín no quiera cambiar las cosas, aunque crea que Corea del Norte funciona como un estado feudal.
Dicho esto, sentarse con los norcoreanos solo funciona si crees que tienen temores legítimos que deben ser honrados. Sin duda, como escribieron Stokes y Sullivan, tales conversaciones no serán fáciles. Sin embargo, no quedan otras opciones. Dicen que buscar una negociación de este tipo salvaguardaría la seguridad regional, al tiempo que abriría un diálogo con Corea del Norte.
Este plan tiene sentido por varias razones. Uno: el objetivo es abordar el singular problema de la proliferación nuclear. Eso, y solo eso, debería ser el tema durante las conversaciones iniciales. Abordar las preocupaciones de Japón y de Corea del Sur al mismo tiempo solo obstaculizaría las conversaciones y mantendría a los participantes atascados en agravios regionales que les distraerían del objetivo principal: convencer al Norte para desnuclearizar.
Estas conversaciones han funcionado en el pasado. Como escribí hace poco, un marco negociado en 1994 para que Corea del Norte congelara su programa nuclear se quedó sin fondos cuando el Congreso liderado por el Partido Republicano se negó a financiar los reactores nucleares resistentes a la proliferación que Washington debía dar a Pyongyang a cambio. Y el pronunciamiento del “eje del mal” del expresidente George W. Bush tampoco ayudó.
Hay un historial de negociaciones de paz que realmente funcionaron. ¿Por qué no iba a funcionar esa opción una vez más?
Todo se reduce a qué lados —y qué gente de esos lados— están dispuestos a tragar su orgullo por el bien mayor. Es casi imposible ver al presidente Donald Trump mostrar tal madurez, dada su tendencia a tuitear disgustado. Pero la realidad sobre el terreno indica claramente que Trump no tiene ninguna opción militar real contra Corea del Norte. En lugar de eso, podría mostrar su don para los negocios creando el acuerdo correcto para la seguridad global.
O bien esta administración acepta eso y habla con Kim Jong-un, o bien sigue por el camino del tic-tac donde Pyongyang responde a la instigación con una prueba de misiles que desestabiliza aún más la región o pone a nuestros aliados en riesgo.