
Una de las muchas cadenas alimentarias del jurásico, inmortalizada en piedra. Los protagonistas son un calamar del Jurásico que comenzó a dar buena cuenta de un crustáceo similar a un cangrejo... en el preciso instante en que un tiburón los convirtió en su cena.
La escena ha aparecido en una cantera de piedra en Alemania, y data de hace 180 millones de años, año arriba, año abajo. Desentrañarla escena no ha sido fácil. Los paleontólogos han pasado un tiempo estudiando la pieza para poder desentrañar qué estaba pasando cuando los dos animales murieron y se convirtieron en una inopinada escena de caza prehistórica. El tercero (el tiburón) logró escapar a su destino de fósil y dejó solo las huellas de su crimen.
El calamar en cuestión es un belemnite, un cefalópodo muy similar al calamar con un caparazón interno duro que a menudo es el único resto que llega a fosilizarse. En contadas ocasiones como esta, las partes blandas de este calamar jurásico dejan su huella en la piedra y se pueden apreciar sus tentáculos erizados de ganchos con los que atrapaba a sus presas.

Mientras el belemnite devoraba a un pequeño crustáceo no identificado (aparentemente algún tipo de langosta pequeña) recibió un ataque brutal. Otro animal marino lo mordió a la altura del tórax, prácticamente partiéndolo en dos y llevándose gran parte de sus órganos y tejido intermedio. Los restos de molusco y crustáceo cayeron al fondo marino y allí quedaron para la posteridad.
¿Qué tipo de animal fue el que atacó al belemnite? La naturaleza del ataque nos da unas cuantas pistas. Los grandes peces y cocodrilos del Jurásico solían tragar enteras a sus presas, algo que sabemos por los restos fósiles en su estómago. Tragarse entero un belemnite no es una buena idea porque sus caparazones resisten a los ácidos gástricos y permanecen en el estómago, causando oclusiones que a menudo terminan con la vida del depredador. Eso es precisamente lo que descubrieron los paleontólogos en otro yacimiento en Alemania donde encontraron el fósil de un Hybodus haufanus (una especie de tiburón jurásico) con el estómago lleno de caparazones de belemnite. Ese es precisamente el animal que los paleontólogos creen que interrumpió mortalmente el almuerzo del belemnite.

El fósil resulta fascinante porque muestra un comportamiento muy concreto por parte del depredador. Algunas especies de ictiosaurio y de tiburón fueron aprendiendo a evitar las partes del belemnite y a devorar solo las partes blandas. El resultado, por cierto, se llama pabulita. Es el despojo fosilizado de un animal atacado por otro. [Swiss Journal of Palaeontology. vía Science Alert]