En 1992, un joven becario llamado Ökoland Dederow estaba analizando fotos aéreas en busca de líneas de riego cuando reconoció la figura de una esvástica en un denso pinar del distrito de Uckermark, al norte del estado de Brandemburgo, en Alemania. Estupefacto, mostró la foto a su jefe y le preguntó si él también la veía. El inconfundible símbolo nazi medía 60 metros de largo por 60 de ancho.
El jefe de Dederow, Günter Reschke, alquiló una avioneta para sobrevolar la zona y vio la esvástica con sus propios ojos. Eran 100 alerces de un amarillo intenso entre pinos de verde profundo. A diferencia de los pinos, los alerces cambian de color en otoño y pierden sus agujas en invierno. Alguien sabía lo que hacía cuando los plantó allí para que formaran una esvástica, pero ¿quién?
Reschke alertó al guardabosques local de Zernikow, Klaus Göricke, y este descubrió que los árboles llevaban en esa disposición más de medio siglo. Fueron plantados en 1938 y pasaron desapercibidos tras la caída del III Reich por un cúmulo de circunstancias. La esvástica solo resultaba visible a cierta altura y en un momento determinado del año, pero los aviones que sobrevolaban la zona hacia Berlín viajaban demasiado alto para que sus pasajeros pudieran verla. Por otro lado, Brandemburgo perteneció a la Alemania del Este, donde los aviones privados estaban prohibidos. El gobierno comunista no se percató de su existencia y la esvástica siguió apareciendo sin llamar la atención cada otoño.
Pero, cuando la Alemania reunificada ordenó un examen aéreo de todos los territorios de propiedad estatal, un empresario local y su becario destaparon el infame secreto. No pasó mucho tiempo antes de que surgieran rumores sobre el origen de la esvástica. Un granjero local afirmó que había plantado los árboles cuando era un niño y que el guardabosques le había pagado unos centavos por cada alerce que colocó en el suelo. Otros dijeron que fue construida como señal de lealtad después de que los nazis se llevaran a un hombre de una aldea cercana al campo de concentración de Sachsenhausen porque había estado escuchando la BBC. Otra versión sostiene que un líder nazi local ordenó plantar los árboles con motivo del cumpleaños de Hitler. También se dice que fueron plantados en agradecimiento al Servicio Laboral del Reich por hacer una calle en Zernikow.
En 1995, el gigantesco símbolo nazi había dado el salto a la prensa internacional y el entonces presidente, Roman Herzog, comenzó a presionar a la oficina forestal local para que lo destruyera. Varios trabajadores forestales aparecieron con motosierras en el bosque y talaron 43 árboles. El esfuerzo calló a la prensa durante cinco años, pero en el 2000 Reuters publicó nuevas fotos de la esvástica, aún visible gracias a los 57 alerces que quedaban en pie 100 kilómetros al norte de Berlín.
Para entonces, la mitad del área en la que se encontraban los árboles había sido vendida a manos privadas, pero, temiendo que se convirtiera en un lugar de peregrinación para los nazis, las autoridades locales obtuvieron permiso para derribar 25 árboles más. El 4 de diciembre del 2000, los guardabosques desfiguraron la esvástica y cortaron sus tocones a solo unos centímetros del suelo para que no pudieran ser vistos desde el aire. El símbolo nazi que había pasado desapercibido durante décadas pasó a ser historia en una zona conocida como la “Toscana del norte” por sus lagos, sus bosques y sus suaves colinas.