
Un nuevo centro creado por la Unión Astronómica Internacional (IAU, por sus siglas en inglés) tratará a partir de ahora de proteger los intereses de los astrónomos a medida que el número de satélites de nuestra órbita terrestre continúa en aumento.
El Centro para la Protección de los Cielos oscuros frente a las Interferencias Satelitales, que fue anunciado el 2 de febrero, estará coordinado por el Laboratorio Nacional de Investigación en Astronomía Óptica-Infrarroja (NOIRLab) y por el observatorio internacional de radioastronomía SKAO (Square Kilometre Array Organization). El NOIRLab se ocupará de la parte de astronomía óptica, mientras que el SKAO estudiará las cuestiones relacionadas con la radioastronomía.
“Este nuevo centro es un paso importante para garantizar que los avances tecnológicos no impidan sin querer nuestros estudios”, dijo Debra Elmegreen, presidenta de la IAU, en un comunicado. “Estoy seguro de que los coanfitriones del centro podrán facilitar la coordinación global y reunir la experiencia necesaria de muchos sectores para este esfuerzo vital”.
Este centro buscará que los proveedores de satélites minimicen la contaminación lumínica de sus satélites y de otros tipos de interferencias astronómicas, además de alentar a los gobiernos a regular mejor esta floreciente industria y así apoyar a la comunidad mundial de astrónomos que ahora tienen que lidiar con los problemas causados por las interferencias de estos satélites.
Jessica West, investigadora principal sobre seguridad espacial en Project Ploughshares, un instituto canadiense de investigación, afirmó que estamos llegando al punto en que nuestra capacidad para observar el espacio se verá significativamente dañada.
“Este es un gran problema”, nos dice por correo electrónico. “La astronomía es clave para nuestra exploración y uso del espacio, para navegar por el espacio profundo, para nuestra defensa planetaria de los asteroides y para nuestro conocimiento de la Tierra, el Sistema Solar y el Universo. Perder esto supondrá una gran pérdida para todas las personas del mundo”.
El coste de construir y lanzar cohetes y satélites nunca ha sido tan bajo. Esto está dando como resultado una loca carrera por conquistar la primera línea de nuestra órbita terrestre, ya que ahora supone un lugar tremendamente rentable para hacer negocios. El uso por parte del sector privado de grandes flotas de satélites interconectados para ofrecer Internet de banda ancha a sus clientes es el mejor ejemplo de esto. Elon Musk ha tomado la delantera en este aspecto, ya que SpaceX ha lanzado ya más de 2000 satélites Starlink y tiene planes de lanzar al menos 2400 más. OneWeb, una compañía con sede en Londres, ha lanzado cientos de satélites similares, mientras que Project Kuiper (propiedad de Jeff Bezos) y la Unión Europea pretenden hacer lo mismo.
El problema con todos esos satélites es que interfieren con las señales ópticas y de radio. Las exposiciones de onda ópticas prolongadas son las que se han visto particularmente afectadas: una investigación publicada el pasado mes descubrió que los satélites de Starlink aparecían en innumerables fotos crepusculares. Este puede parecer un problema exclusivo de los astrónomos, pero también peligra nuestra seguridad, puesto que este tipo de imágenes son críticas para detectar objetos que puedan suponer un peligro para la Tierra. También las interferencias de radio producidas por los enlaces de telecomunicaciones con los satélites podrían dificultar nuestros estudios cósmicos de microondas, por ejemplo.
De ahí que haya nacido esta respuesta coordinada por parte de los astrónomos. La IAU asegura que este nuevo centro será “la voz líder en asuntos astronómicos relacionados con la protección del cielo nocturno contra los satélites”.
En consecuencia, este grupo hará un llamamiento a los astrónomos, fabricantes de satélites, reguladores gubernamentales y a toda la comunidad en general para que se tomen el asunto en serio. Entre otras cosas, pedirá a las empresas de satélites que proporcionen más información sobre sus activos espaciales, como sus coordenadas y sus movimientos previstos. También ayudarán a los astrónomos a lidiar con ciertos problemas asociados, como ofrecerles un software que pueda eliminar los artefactos visuales de las imágenes de sus telescopios. Este centro también servirá para discutir otro tipo de medidas voluntarias, como reducir la reflectividad de los satélites o para instar a las compañías de satélites para que los lleven a órbitas más altas y menos molestas.
West cree que existen soluciones posibles.
“No se trata de satélites versus astronomía, sino de cómo mediar entre las diferentes necesidades, intereses y valores que convergen en el espacio exterior, incluidos aquellas de los que son menos poderosos”, explicó. “Esto requiere un diálogo constante y una acción coordinada y colectiva. La comunidad astronómica internacional nos está mostrando cómo hacerlo. Y el mundo está escuchando. Este es un momento crítico para el espacio”.
Este sin duda es un buen (y necesario) punto de partida. Los astrónomos y los reguladores se están quedando atrás en esta lucha, ya que son los propios operadores de los satélites principalmente los que están estableciendo las reglas del juego actualmente. Y por reglas me refiero a que no existen reglas, de ahí el problema. El nuevo Centro de la IAU tiene buenas intenciones. Esperemos que la otra parte les escuche y estén dispuestas a cambiar.