La escena resulta familiar. Estás conduciendo y de repente te pasa un auto cuyo copiloto es un perro que ha sacado la cabeza por fuera de la ventana. ¿Tienen ganas de disfrutar de la vista o de la propia brisa? No, la razón que lleva al mejor amigo del hombre a asomarse por la ventanilla es bien distinta.
Como explican en la BBC, aunque no hay una investigación científica sobre el fenómeno, sí que hay consenso entre los expertos y conductistas: el atractivo principal de la ventana del auto para los perros no es el paisaje, lo que persiguen son los olores.
La explicación se debe a que los perros son, en esencia, narices andantes. Si bien las membranas olfativas de los humanos (un bulto de tejido escondido en la nariz) son extremadamente pequeñas y contienen unos 5 millones de receptores olfativos (o “células olfativas”), un perro grande promedio cuenta con una membrana olfativa más grande y con más de 225 millones de receptores.
Conclusión: a medida que el aire se mueve sobre la membrana olfativa, las moléculas de olor se depositan en los receptores de olor y son reconocidas. Por tanto, cuanto más aire fluye sobre la membrana, más olores pueden detectar los perros.
Por esta razón, cuando tu mascota o cualquier perro asoma la cabeza por la ventana, lo hace porque es lo más parecido a engullir un bufé de olores amplificados. [BBC]