No falla. Eliges ventanilla para poder sacar fotos durante el vuelo y resulta que tu asiento no coincide bien con la ventana más próxima y tienes que torcer la cabeza hacia atrás para tener un atisbo del exterior. ¿Cómo es posible que esto ocurra? Es muy sencillo. La culpa es de la compañía aérea.
Cuando un avión sale de fábrica, su diseño está pensado para que todos sus asientos estén perfectamente alienados con las ventanillas. Sin embargo, si nos fijamos en el suelo, veremos una serie de líneas metálicas bajo los asientos. Esas líneas funcionan como carriles y permiten moverlos con facilidad para acoplarlos a diferentes configuraciones.
Cuando una línea aérea mueve los asientos no suele hacerlo pensando en la comodidad de los pasajeros y mucho menos en las vistas al exterior. Cuántas más líneas de asientos se puedan meter, más billetes se pueden vender para el mismo vuelo, y más competitiva será la aerolínea en precios. La competencia es especialmente intensa en vuelos cortos donde los viajeros a menudo sacrifican la comodidad con tal de pagar menos.
Estos cambios se reflejan perfectamente en la distancia entre asientos que tantos quebraderos de cabeza causa a las personas altas. Hace décadas, la distancia media entre un asiento y el de delante era de 86,3 centímetros. Hoy en día esa distancia se ha reducido a solo 78,7. Algunas aerolíneas incluso han comenzado a introducir asientos separados tan solo por 71 míseros centímetros.
Lo mismo ocurre, aunque no afecte a la posición de las ventanillas, con la anchura del asiento. De 45,7 cm de anchura media en Economy (la recomendación de Boeing son 47 cm) hemos pasado a 42,2. La anchura media de hombros de un adulto es de 40,6 cm. Esto permite pasar de 8 asientos por fila a 9 en algunos aviones.
En definitiva, que la próxima vez que tengas que sentarte encajonado entre dos asientos, sin apenas pode mover los hombros y encima sin vistas, que sepas que tu incomodidad sirve a una causa: los beneficios de la aerolínea. [vía Today I Found Out]