Por último y no menos importante, existe otro cambio que ha ido en contra de los vuelos rápidos a reacción: el nivel de servicio y la tecnología a bordo de los clientes Premium. En los 60 y los 70 volar en un Concorde suponía el no va más en cuanto a atención. Los clientes de estos vuelos de primera clase tenían una buena comida, asientos reclinables e incluso una pantalla compartida para ver una película.

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Hoy eso es cosa de muchos vuelos de clase “turista” (dependiendo de la aerolínea y el tipo de vuelo). No sólo eso, cada vez son más las compañías que ofrecen todo tipo de entretenimiento (elección de películas o incluso videojuegos a la carta), varias comidas o conexión a Internet. Es decir, que el pasajero de hoy no tiene los incentivos que podían tener hace varias décadas para pagar más por viajar más rápido.

Es posible que en el futuro exista un transporte más rápido que los actuales vuelos comerciales, pero dudo que sea con aviones de las mismas características que los actuales. Mientras tanto, la aeronáutica se enfoca en investigar tecnologías que puedan permitir viajes más eficientes y limpios, quizás temas más importante y prioritarios que la rapidez.

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Además, no debemos olvidar que esos largos viajes sirven para disfrutar de uno de los grandes y escasos placeres que nos da el tiempo libre: la lectura de un buen libro.