Por ejemplo, sabemos que la explosión no es la única parte mortal de una detonación nuclear. Pero en aquel entonces habían folletos de la Comisión de Energía Atómica que le decía a los que vivían cerca del sitio de pruebas de Nevada que los niveles de radiación emitidos eran “ligeramente más altos que la radiación normal que experimentaban cada día en cualquier lugar donde vivieran”.

Los folletos que les daban a los niños de las escuela también decían que las consecuencias eran simplemente pequeños “inconvenientes”. Por supuesto, esto no era completamente cierto. El caso es que mientras el mundo temblaba de miedo ante estas explosiones, a 100 kilómetros al suroeste del campo de pruebas los residentes de Las Vegas reaccionaron de la manera que uno esperaría en la época: tratando de vender el concepto nuclear para su beneficio.

Las Vegas, la ciudad del juego y las pruebas nucleares

Las Vegas todavía estaba en su infancia en 1951. La población de la ciudad había explotado debido a la construcción de la represa Hoover con miles de trabajadores que buscaban gastar su dinero ganado bebiendo y jugando. En diciembre de 1946 abrió el mítico Hotel Flamingo para atender a esta multitud.

En aquel entonces Las Vegas era una ciudad con una población de menos de 25.000 habitantes que estaba buscando un impulso económico. En los días posteriores a la primera bomba detonada la Cámara de Comercio de Las Vegas promovió las explosiones como una atracción única de Las Vegas, llegando a entregar calendarios con publicidad que incluía los tiempos de la detonación y los mejores lugares para ver las explosiones.

Siguiendo el entusiasmo de la Cámara de Comercio los hoteles comenzaron a vender sus azoteas y suites de ático orientadas hacia el norte como lugares perfectos para ver la nube de hongos, la más famosa fue la Sky Room en el Desert Inn con sus vistas panorámicas.

No quedó ahí. Las Vegas se transformó en la “Atomic City”, con cócteles atómicos, peinados nucleares y juegos atómicos. Incluso había un tipo que actuaba tocando rock and roll todas las noches que era considerado como el único cantante estadounidense con energía atómica. Y sí, aquel tipo no era otro que Elvis Presley.

Así fue como apareció la figura de Miss Atomic Bomb en 1957, la cual fue etiquetada por muchos como la chica apocalíptica. Su figura se hizo famosa cuando el fotógrafo Don English la retrató. La chica se convirtió en la encarnación misma de este extraño período de la historia de Las Vegas, de esa dicotomía entre la destrucción desenfrenada y la alegría despreocupada de la época. Una época que incluso tuvo su propio slogan idealizando las detonaciones:

Ellas iluminaran el cielo. Y la noche se convertirá en día.

La ciudad había capitalizado el espectáculo atómico. En una época marcada por los horrores de Hiroshima, la paranoia de la radiación y la denominada como la “amenaza roja” y la incertidumbre sobre lo que podía pasara cualquier día, hablar del apocalipsis era algo normal. Y Las Vegas mezcló como nadie ese temor a la guerra nuclear con la perversa oportunidad “lúdica” de ser testigo de los preparativos para ese momento.

Finalmente el 5 de agosto de 1963 la parafernalia llegaba a su fin. Llegaba el Tratado de prohibición parcial de ensayos nucleares. Lo firmaban 113 países (incluyendo a Estados Unidos) donde se prohibían las pruebas de detonaciones de armas nucleares con la excepción de realizarlas bajo tierra.

Para entonces Las Vegas había crecido como nunca. Hasta un 161% que, ahora sí, dejaba de lado la moda atómica para centrarse únicamente en las ruletas. [Smithsonian, ScientificAmerican, Wikipedia, TIME, Atlantic]