En el primer tráiler de la Jurassic Park original de 1993 no hay casi ningún dinosaurio. Spielberg dejó que se intuyesen de otras maneras: una mirada boquiabierta, una sombra, un vaso que tiembla. 22 años después, Jurassic World hace lo opuesto: dinosaurios a chorro, explosiones, criaturas extintas en un festejo visual que, por desgracia, acaba siendo sólo eso.
Aviso: esta crítica está 100% libre de spoilers de la trama de Jurassic World. Léela sin miedo.
Jurassic World se debate, durante dos horas de CGI y efectos especiales en cascada, entre ser un homenaje a la obra inmortal de Spielberg y una gran película por sí misma. Ocurre así de una manera tan acentuada, tan estruendosa, que es prácticamente la única manera de concebirla.
Por un lado está llena de homenajes y referencias que es agradable ver y descubrir en pantalla. Por otro, y quizá como consecuencia de ello, se queda tan corta que acaba siendo un simple ejercicio de (buen) cine palomitero.
Yo tenía casi 5 años cuando se estrenó la primera película. No sé exactamente dónde y cómo la vi pero el atracón de adrenalina y terror tuvo que ser tal que es uno de los primeros recuerdos que poseo, aquel vaso temblando en el salpicadero que anunciaba que el Tyranosaurus Rex estaba peligrosamente cerca.
Cuando entré a ver Jurassic World había una parte en mí, como en tantos otros supongo, que quería volverse a sentir así, que quería ese homenaje, esa misma mirada estúpida que Sam Neill le pone al doctor Alan Grant cuando ve a un dinosaurio por primera vez. La película de hecho omite por completo (pero no excluye ni interfiere) la existencia de la segunda y la tercera entrega. Es, en muchos sentidos, una continuación.
Es en el momento en el que la película ha cogido ritmo y el espectador comienza a ubicarse de nuevo en Isla Nublar cuando Claire, el personaje de Bryce Dallas Howard, dice una frase que consigue resumir perfectamente el problema:
La gente ya no se sorprende con los dinosaurios, viene aquí como quien viene a un zoo.
Y es cierto. 22 años después hace falta mucho más que dinosaurios entre las sombras y animatronics controlados con mecanismos hidráulicos.
Hace falta sorprender a un público que está acostumbrado a ver cómo una tropa de superhéroes interrumpe una invasión alienígena que surge de un vórtex intergaláctico sobre la ciudad de Nueva York, o que consume habitualmente películas generadas exclusivamente en un ordenador. We are not in Kansas anymore.
Menos es más
Es irónico como Jurassic World acaba siendo víctima del mismo proceso que intenta solucionar en la ficción. Es casi una autoparodia. No entraré en spoilers pero en líneas generales el argumento de la película gira en torno a un dinosaurio genéticamente modificado, llamado Indominus Rex, creado ex profeso para asombrar a los visitantes del parque. Para volver a maravillarlos.
Jurassic World nos coloca en una realidad paralela en la que el aquel primer Jurassic Park de Hammond, tras la catástrofe, ha conseguido seguir adelante y es un parque temático completamente funcional y exitoso. Pero al igual que con los años ese factor sorpresa, ese wow que Alan Grant representó como nadie, se ha ido atenuando, en el mundo de Jurassic World la gente ha ido cansándose también de pagar miles de dólares para ir a Isla Nublar a codearse con criaturas prehistóricas. Y necesitan algo “más”. En la película lo definen como “más dientes, más miedo, más grande, más... cool”
“Dale bien, que todo explote eh, con ganas” Conversación ficticia entre el director y el responsable de efectos especiales.
Eso es lo que intenta Jurassic World: más dinosaurios a plena luz del día, más inventos, más ideas locas, más saltos. Pero no lo consigue. Jurassic World es una sucesión de efectos especiales y diálogos huecos con algún que otro chiste bajo líneas. Explosiones, mordiscos, sangre. Pero ni rastro de la magia.
Hay personajes tan aburridos que cuando mueren entre las fauces afiladas del Indominus tu subconsciente musita: “Por fin”.
Pero, pero... es cine palomitero
Sí. Lo es. Es esa dualidad que mencionaba al principio. Jurassic World intenta con todas sus fuerzas, de verdad lo hace, recrear una vez más la magia de Spielberg (que está en la cinta como productor ejecutivo, por cierto), pero fracasa estrepitosamente.
“Vamos a alimentar a bichos prehistóricos como si fuesen focas. Ah, y que las vallas tampoco sean muy altas” Otra conversación ficticia.
El método en el que intenta conseguirlo, dicho lo otro, funciona bien. Jurassic World no es una película “mala”. Ni siquiera me atrevería a decir que es mediocre. Es una película palomitera. Sirve de manera estelar como entretenimiento durante las dos horas que dura mientras contemplas con fruición como velociraptores y compañías desatan el infierno en los idílicos paisajes de Isla Nublar sólo porque el hombre a jugado demasiado a ser Dios.
Jurassic World es innegablemente entretenida. Tiene algunos detalles aquí y allá, como dinosaurios invisibles o bestias capaces de burlar a sensores infrarrojos que son como para enterrar la cara entre las manos, pero el resto se disfruta. Sólo le falta la magia.
***
Psst! también puedes seguirnos en Twitter, Facebook o Google+ :)