Discos duros que fallan en el peor momento posible y se comen meses de trabajo, extraños mensajes de madrugada, actualizaciones salidas del infierno, perfiles que vuelven de su tumba en redes sociales... Hoy es Halloween y nos encantaría oír tu mejor historia de terror tecnológico.
No hace falta que la historia termine con muertes sanguinarias ni posesiones infernales. Basta con que logre acelerarnos las pulsaciones y, por qué no, sacarnos una sonrisa. Mi particular historia de terror tecnológico es simple, pero efectiva. Sucedió en el aeropuerto de Caracas.
Llegaba a Venezuela como turista, y los turistas necesitan presentar un billete de avión de salida y una reserva de hotel válida para poder entrar en el país. Ambas cosas estaban amorosamente guardadas en mi iPhone porque soy un memo que confía demasiado en la tecnología.
Craso error.
Mis sudores comenzaron cuando bajé del avión y, al encender el iPhone, este me pidió conectarse a Internet para reiniciar el terminal porque le había cambiado la SIM. El problema era que los datos estaban desactivados y el maldito teléfono insistía en mostrarme solo la pantalla de llamadas de emergencia sin dejarme acceder a la configuración o abrir la aplicación de notas en la que estaban mis documentos.
La cola de inmigración avanzaba, y con ella mis sudores. Por algún motivo, el maldito iPhone se negaba a conectarse a la WiFi gratuita del aeropuerto porque detectaba que había una 3G, pero a la que no podía acceder para registrarse porque estaba sin datos.
Después de unos angustiosos minutos en los que me veía en el cuartico de seguridad del aeropuerto, y de ahí deportado a España, el iPhone por fin tuvo a bien arrancar cuando faltaban dos personas para que me tocara. Desde entonces viajo con copias de todos mis documentos en papel y pañuelos para el sudor frío.
¿Cuál es tu historia?