Los chefs con talento saben la importancia que tiene la presentación visual de un plato, pero parece que la vista no es el único sentido que interviene en nuestra capacidad para percibir sabores. Un grupo de investigadores ha descubierto que el peso que percibimos también influye.
No hay que buscar a ningún sommelier para explicar que el vino servido en un vaso de cartón no sabe igual que el vino en una copa. No es solo una cuestión de presentación. El tamaño y la forma del recipiente influye en el vino, y el cristal es completamente neutro en lo que concierne a aromas extraños, mientras que el papel puede tener compuestos químicos que alteren los del vino.
La cuestión es que este conocimiento nos ha llevado a sufrir un efecto subconsciente a la hora de percibir sabores. Nuestro cerebro espera que el vino en el vaso de papel sepa peor que el vino en la copa de cristal. Para probar si ese sesgo mental realmente existe o no, los investigadores Masaharu Hirose y Masahiko Inami, de la Universidad de Tokio, han llevado a cabo un curioso experimento.
Después de un viaje por Europa en el que advirtió que el tamaño y el peso de la copa influye en el sabor del vino, los investigadores se preguntaron si se podía aislar ese mismo efecto de manera experimental. La idea era modificar el peso sin modificar la apariencia de la copa. Para ello idearon un extraño artilugio que sujeta un vasito de plástico (para poder cambiarlo con cada cata por razones de higiene) a una especie de mango electrónico. El mango tiene una serie de pesos móviles internos que modifican el peso percibido por la persona que lo levanta simplemente moviendo su centro de gravedad a medida que la persona lo levanta para llevarse la bebida a la boca. Si el peso se acerca hacia el usuario, se siente más pesado. Si se aleja, se siente más ligero.
Hirose e Inami presentarán su creación y el estudio que tiene detrás en la próxima conferencia Siggraph que tendrá lugar en agosto. En un primer vídeo de adelanto, los investigadores muestran la reacción de algunos de los 20 voluntarios que han probado el invento. Los voluntarios reportan un sabor más intenso cuando el recipiente pesa más, y hay uno que se atreve a decir que el vino sabe mejor (es exactamente el mismo vino).
El cambio en el sabor no es tan dramático como para hacer que la Coca-Cola sepa a Sprite, pero el experimento aporta más credibilidad a la idea de que el peso del recipiente, y no solo su forma o aspecto, modifica la percepción de lo que bebamos en él.