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Estábamos equivocados sobre el mecanismo que aceleró la devastadora peste negra: fue el hombre (y no las ratas)

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Ocurrió en el siglo XIV y se conoce como la pandemia de peste más devastadora en la historia de la humanidad. Hasta ahora, la propagación de la peste negra se atribuía a las ratas. Un nuevo estudio epidemiológico viene a contradecir esa teoría. No fueron los roedores, fueron los humanos con sus piojos y pulgas.

La pandemia mató a decenas de millones de personas. Hasta el 60% de la población sucumbió a la bacteria denominada Yersinia pestis durante los brotes que se repitieron durante 500 años. El más famoso, la Peste Negra, obtuvo su nombre de un síntoma: los ganglios linfáticos que se ennegrecieron e hincharon después de que las bacterias ingresaran a través de la piel.

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Sin embargo, incluso ahora, el enigma más grande fue descifrar el mecanismo físico que aceleró la rápida propagación de la plaga. La teoría más aceptada hasta ahora era que las ratas y otros roedores actuaron como bancos de bacterias. Las pulgas que mordían las ratas infectadas saltaron a los humanos y comenzaron el “festín”.

Ahora resulta que los roedores podrían haber sido injustamente calumniados por su papel en la pandemia. Según un nuevo modelo matemático desarrollado por la investigadora de la Universidad de Oslo, Katharine Dean, y sus colegas en Noruega, su trabajo apunta principalmente a los piojos y las pulgas humanas, no a los roedores.

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Al parecer, los investigadores generaron una lista de características de peste basadas en observaciones de campo contemporáneas, datos experimentales o estimaciones más certeras. Por ejemplo: la probabilidad de que alguien se recupere de la peste era del 40%. Un piojo que portaba bacterias de la plaga permaneció infeccioso durante un período de aproximadamente tres días. Una persona puede llevar un promedio de seis pulgas. Según Dean:

Alguna información crucial sigue siendo desconocida. Es muy difícil cultivar pulgas humanas en el laboratorio. La duración de un período infeccioso depende de si la bacteria simplemente cubre las partes de la boca del parásito o se traslada a sus intestinos.

Usando parámetros de los registros de mortalidad de varios siglos, el equipo modeló tres escenarios. En uno, los piojos y las pulgas humanas extendieron la plaga. En otro, los roedores y sus parásitos propagaron la peste. En un tercero, los humanos que tosían propagaban una versión de la enfermedad llamada peste neumónica.

El modelo del roedor no coincidió con las tasas de mortalidad históricas. La plaga primero debe abrirse camino a través de la población de roedores, en cuyo punto la enfermedad irrumpe en los humanos. El resultado modelado fue un aumento tardío aunque muy alto en las muertes, que los datos de mortalidad no reflejaban. El modelo de peste neumónica tampoco encajaba.

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Así llegaron a la conclusión final, “los piojos o las pulgas del cuerpo humano fueron las principales vías de transmisión en las pandemias medievales”, finaliza Dean. [LiveScience]