
Antiguamente, el uso de orina humana en las plantas alimenticias fue una práctica beneficiosa de miles de años. La aprensión moderna la erradicó, pero la falta de recursos para fertilizantes costosos en algunas partes del mundo hizo que se llevara a cabo un experimento a gran escala con la técnica antigua. Esto fue lo que ocurrió.
Fue un equipo dirigido por el investigador del Instituto Nacional de Investigación Agrícola de Níger, Hannatou Moussa, quien buscó resucitar esta antigua práctica, que se usa en partes de Asia, de usar orina como fertilizante, aunque con algunos giros modernos, como desinfectarlo para mantener a todos seguro.
¿Cómo? Se reclutó a un grupo de mujeres de Níger que se ofrecieron como voluntarias para ayudar a Moussa y sus colegas a probar el fertilizante de orina en sus granjas. En estas tierras del África subsahariana, las mujeres aportan una mayor parte del trabajo para la producción de alimentos que los hombres, pero no tienen el control de la tierra o los recursos, ni tienen fácil acceso a la información. De hecho, estas mujeres suelen terminar con los campos más pobres en nutrientes para cultivar un grano básico regional: el mijo perla (Cenchrus americanus).
Sea como fuere, las voluntarias se dividieron en dos grupos: el primero continuó usando sus métodos agrícolas tradicionales, mientras que el segundo aplicó el fertilizante “humano”, con y sin estiércol animal, a sus parcelas experimentales después de recibir capacitación sobre cómo usarlo de manera segura.
La clave y el éxito de nuestra orina frente a la fabricación de fertilizantes industriales es que estos últimos suelen implicar la extracción intensiva de minerales que contienen fósforo y potasio. Sin embargo, nuestra orina está repleta de fósforo, potasio y nitrógeno en una forma de fácil acceso. No solo eso. La orina es estéril cuando sale de nuestro cuerpo gracias al amoníaco que contiene, y su simple almacenamiento pasivo de los recipientes a temperaturas entre 22 y 24 °C durante 2 o 3 meses es suficiente para destruir los patógenos restantes que pueden resistir largos períodos dentro del líquido ácido.
Así, durante los primeros años, aplicaron la orina como fertilizante en combinación con abono orgánico, y cuando tuvieron éxito, pasaron a probar con la orina solo. Cuentan que a lo largo de tres años (2014 a 2016) y 681 ensayos, quienes usaron la orina experimentaron un aumento promedio del 30 por ciento en el rendimiento del mijo perla. La diferencia fue tan clara que muchas otras mujeres de la zona comenzaron a usar el fertilizante humano. Según los investigadores:
La orina es una opción de fertilizante de bajo riesgo y bajo aporte financiero lista para su difusión en sitios arenosos del Sahel con bajo nivel de rendimiento de mijo perla
Además, también se podría aplicar en los países industrializados, y no solo podría aumentar el rendimiento de los cultivos y reducir los recursos intensivos en combustibles fósiles necesarios para cultivarlos, sino también hacer que nuestros sistemas de saneamiento sean más sostenibles. Para Cara Beal, investigadora de salud ambiental de la Universidad de Griffith:
Se gastan millones y millones de dólares al año tratando de tratar nuestros desechos antes de que ingresen a las aguas receptoras para cumplir con los criterios aceptables de nitrógeno y fósforo. Pero si podemos cerrar ese ciclo de nutrientes, sería muy sensato en términos de sostenibilidad, la economía circular y el cuidado de nuestro planeta un poco mejor.
Por cierto, dos años después del experimento en Níger, más de mil agricultoras habían comenzado a usar la orina para fertilizar sus cultivos. [Agronomy for Sustainable Development vía ScienceAlert]