La carretera U.S. 90 del desierto de Texas es una de las más famosas del estado. En el tramo que atraviesa Valentine, un pueblo de poco más de cien personas, existe una tienda de una de las marcas de lujo más famosas del mundo: Prada.
El establecimiento, llamado Prada “Marfa” igual que el pueblo a unos 41 kilómetros de allí, se instaló en 2005 y nunca ha abierto. En aquel entonces, se parecía a todas las otras tiendas de Prada del mundo: sus paredes de estuco eran blancas; el estilo, minimalista; y en el escaparate había bolsos y zapatos de la colección Prada de otoño. A diferencia de una típica tienda, Prada Marfa tiene una peculiaridad: la puerta siempre está cerrada.
¿Por qué hay una tienda de Prada en medio del desierto?
En realidad, aunque Prada Marfa luce como una copia casi perfecta de las famosas tiendas de Miuccia Prada, no es propiamente una tienda, sino una instalación de arte. La inspiración para este proyecto artístico nació en Nueva York durante una época en la que los artistas del barrio de Soho, en Manhattan, se vieron forzados a trasladarse a la zona de Chelsea debido a la llegada de varias tiendas de marcas de lujo. Como respuesta a esta “invasión”, los artistas escandinavos Michael Elmgreen e Ingar Dragset colgaron carteles que decían “Prada, Próximamente” en una galería de arte de la zona.
La instalación en Nueva York llamó la atención de Yvonne Force Villareal y Doreen Remen, cofundadoras de la Art Production Fund, una organización que comisiona obras de arte públicas, quienes se creyeron lo que decía el cartel. Ambas unieron luego fuerzas con Elmgreen, Ingar y la galería Ballroom Marfa para producir Prada Marfa, una extensión del trabajo que los artistas realizaron en Chelsea.
La obra se estrenó el 1 de octubre de 2005 y costó $80.000. Después de su apertura, ya no se volvería a tocar, según Villareal y Remen.
“Si alguien lo pinta con aerosol o si un vaquero decide usarlo para practicar su puntería o si un ratón o una rata almizclera deciden hacerlo su hogar, en 50 años estará en ruinas. Será un reflejo del tiempo en que se hizo”, comentaron las cofundadoras.
El proyecto tuvo otra colaboradora: la mismísima Miuccia Prada. La diseñadora aprobó el uso de su logo en la instalación y también suministró y escogió los zapatos que se exhiben en el escaparate.
Según los artistas, la instalación era un experimento. Querían saber cómo quedaría una fusión entre arte pop y land art (arte que incorpora el paisaje a la obra). Además, produjeron la obra como un comentario sobre la influencia de las marcas y la cultura consumista.
Desafíos de una tienda que nunca abre
Aunque es una tienda en medio de la nada que nunca abre, ha tenido un buen número de desafíos. Prada Marfa originalmente se estrenó al mundo con productos auténticos de la famosa marca, pero un ladrón entró y los robó poco después de su apertura. Para evitar otro evento similar, los responsables decidieron cortar el fondo de los bolsos y solo incluir en la tienda zapatos derechos de talla 37.
Aparte del robo, el vandalismo también ha sido un gran problema: a través de los años, la parte trasera del edificio se ha llenado de grafiti. Para intentar minimizar los daños, se instalaron una cámara y una alarma. Además, los responsables nombraron a una persona del pueblo de Valentine como encargado de seguridad y le pidieron al sheriff que estuviera pendiente de la escultura.
“Un contratista sugirió que metiéramos serpientes de cascabel dentro de la tienda”, afirmaron Villareal y Ramen, “¡Pero decidimos que eso era demasiado!”.
En 2014 la obra sufrió uno de los peores daños de su historia cuando alguien cubrió algunas de sus paredes con pintura azul, acuchilló su marquesina y colocó carteles con un pegamento que arruinó sus escaparates. El responsable dijo en una entrevista en aquel entonces que la visión de dejar que la tienda se deteriorara con el tiempo no se estaba cumpliendo.
Por si fuera poco, la obra también se ha visto envuelta en problemas legales. En 2013, el Departamento de Transporte de Texas declaró a la escultura ilegal. El problema surgió después de que la empresa Playboy instalara “Playboy Marfa”, una obra de arte de un conejo gigante al lado de un Dodge Charger de 1972, en la misma carretera.
La agencia consideró que, al tener logos de marcas, las obras eran esencialmente carteles de publicidad. Esta se encuentra prohibida al lado de una carretera, a menos que se cuente con un permiso especial del estado, el cual puede ordenar su retiro.
Sin embargo, los artistas rechazaron el argumento de que su obra fuera publicidad. Declararon que Prada no pagó por el proyecto (a diferencia de Playboy, que sí pagó por ello) y que no existía una relación comercial. Adicionalmente, aunque la marca había aprobado el uso del logo e incluso donado materiales, el proyecto había sido financiado por la Art Production Fund y Ballroom Marfa.
El enfrentamiento entre Prada Marfa y la agencia de transporte duró casi un año. Al final, ambos acordaron clasificar la obra como un museo, lo que puso fin al asunto. Desgraciadamente, el conejo no tuvo la misma suerte y fue retirado.
El futuro de Prada Marfa
Hoy en día, Prada Marfa es una de las atracciones más populares del estado. No cuesta nada visitarla, pero sí tienes que estar dispuesto a conducir hasta llegar a la instalación, ubicada al lado de la carretera, en medio de la nada. Como se pueden imaginar, es un sitio popular para las fotos.
El futuro de Prada Marfa es incierto. Quizá se deteriorará, como lo hacen muchas de las marcas de lujo. También puede ser que experimente una baja de su popularidad, solo para volver a estar de moda en unos años (un proceso normal en nuestra sociedad y, particularmente, en la industria de la moda).
Sea cual sea su futuro, la idea puede ser única en el mundo. Después de todo, ¿quién construye una tienda que atrae a miles de personas y no la abre?