La insólita historia del hombre que pasó 27 años escondido en los bosques de Maine sin saber muy bien por qué

Knight, en 1984/mapa de Maine. AP
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Hay tres razones principales por las que una persona “abandona” el mundo. Sin embargo, ninguna de ellas tenía sentido en el universo del señor Knight. Un día arrancó su coche y le perdieron la pista. Pasó más de un cuarto de siglo escondido del mundo en un bosque de Estados Unidos. Esta fue su aventura.

A lo largo de la historia han existido cientos de ermitaños conocidos. Cuando hablamos de ellos nos referimos a las personas que eligen profesar una vida solitaria sin contacto permanente con eso que llamamos sociedad. Misántropos, monjes, ascetas, anacoretas… pero en realidad, la historia nos dice que son tres las razones generales que llevan a una persona a “desaparecer”.

Imposible no hablar en primer lugar de la religión. En este caso, la mayoría lo hacen por forjar un vínculo más estrecho con un poder o divinidad “superior”. El ejemplo más claro lo tenemos en Buda o Jesús, dos tipos que pasaron mucho tiempo solos antes de introducir una nueva religión en el mundo. De hecho, la propia filosofía hindú habla de madurar idealmente en una especie de ermitaño y, de hecho también, millones de personas viven como santos errantes en la India, sobreviviendo a la caridad de los extraños.

Luego están aquellos que optan por salir de la civilización por el odio a lo que el mundo se ha convertido. Ya sea por la guerra, la destrucción del medio ambiente, el consumismo… los razonamientos son muy variados y les llevan a un mismo lugar común: un retiro voluntario en busca de una “nueva vida”.

Por último encontramos a las “almas libres”, aquellos que simplemente desean estar solos por razones de libertad artística, auto comprensión más profunda, o quizás perspicacia científica.

Sin embargo, el señor Knight no encajaba en ninguna de estas categorías. No era religioso, le daba bastante igual cómo funcionaba el mundo y la sociedad moderna, no sentía predilección por ningún tipo de filosofía ni tenía condiciones artísticas.

Simplemente se fue. Sin saber lo que iba a pasar tras su marcha.

1986

El 28 de enero de ese año tuvo lugar el accidente del transbordador espacial Challenger, el peor de la historia de la carrera espacial. En aquellas fechas Christopher Knight tenía tan sólo 20 años. El chico había estado trabajando los últimos meses instalando sistemas de alarma de casas y vehículos cerca de Boston, Massachusetts.

Knight no era muy hablador, tampoco tenía amigos. Su trabajo le resultaba monótono y no tenía interés en conocer a sus compañeros de trabajo. Un día al amanecer, sin pensarlo, arrancó el coche y se dirigió por la misma ruta que iba al trabajo. Ese día siguió de largo y comenzó a recorrer parte de la costa este, paraba para comer algo rápido y seguía sin un rumbo aparente.

Comenzó a dormir en moteles baratos, fueron varios días de ruta hasta que se encontró en la parte más profunda de Florida, alejado de las carreteras principales. Luego cambió de planes y se dirigió al norte. Escuchaba la radio para pasar el rato, por ejemplo, escuchó a Reagan, entonces presidente.

De hecho, uno de los últimos recuerdos de Knight fue escuchar a los medios sobre el desastre nuclear de Chernobyl que acababa de ocurrir. Mientras conducía con dirección a Carolina y Virginia por el simple placer del viaje, el chico comenzó a percibir una idea que finalmente llevaría a cabo. Si toda su vida se había sentido solo, si hablar con el resto de seres humanos se había convertido en algo frustrante, si cada encuentro con alguien era motivo de indiferencia, entonces, quizás, no debía parar nunca.

Christopher Knight condujo hasta el estado de Maine, su tierra natal. Pasó por delante de la casa de sus padres, una última mirada antes de decir adiós para siempre. No se detuvo. Aquella debía ser la última vez que veía la casa donde creció. Siguió el camino que le llevó hasta la orilla del lago Moosehead, el más grande de Maine. Llegados a este punto, uno comienza a sentirse perdido, a partir de ahí el camino es salvaje.

Knight condujo hasta donde le llevó la última gota de gasolina, de forma aleatoria iba girando por carreteras imaginarias, un camino remoto inundado de árboles. Cuando el vehículo se detuvo, salió del coche, cogió una pequeña tienda que llevaba junto a una mochila y tiró las llaves tan lejos como pudo.

A partir de entonces, sólo estaban él y la naturaleza.

27 años en el bosque

¿Por qué lo hizo? Tenía 20 años y cuando los medios dieron cuenta de su desaparición hablaban de un posible suicidio. La familia del joven sufrió, no sabían lo que le había ocurrido, y no podían aceptar la idea de que podría estar muerto. Sin embargo, no hubo suicidio, simplemente, dejó de existir para el resto del mundo.

El objetivo de Knight era simplemente perderse. No había una razón clara para lo que eligió. Algo que no podía identificar muy bien lo había sacado del mundo. Fue uno de los solitarios más duraderos de la historia, y uno de los más fervientes también. Christopher Knight fue, posiblemente, el último y verdadero ermitaño.

Los primeros días perdido en el bosque llevaba provisiones de campamento rudimentarias, algo de ropa y un poco de comida, muy poco. Lo cierto es que no es fácil estar completamente perdido. Cualquier persona con habilidades básicas al aire libre podría dirigirse a un camino. Knight sabía que se dirigía hacia el sur, pero no lo hizo por ninguna razón en particular. Simplemente, se sintió atraído por esa dirección, instinto quizás.

El estado de Maine se divide en una serie de largos valles donde aún se puede contemplar la marca geológica dejada por los glaciares. Separando los valles hay cadenas de montañas, ahora gastadas por el paso de los años, aunque en el tiempo que Knight pasó allí, había un gran número de estanques y pantanos.

Fueron pasando los primeros días, acampando y dirigiéndose hacia el sur. Sólo había un pequeño problema: la comida. Knight estaba hambriento y no sabía cómo se alimentaría a sí mismo. Su salida del mundo exterior fue una mezcla confusa de increíble compromiso y completa falta de previsión. Era algo así como acampar durante el fin de semana y no volver a casa durante un cuarto de siglo.

Con 20 años sabía pescar y algo de caza, pero no llevaba consigo herramientas. Su idea era simplemente encontrar alimentos. Los bosques de Maine son bastante amplios, pero no muy generosos en frutales o algo que llevarse a la boca, así que sin la caza o la pesca iba a morir.

Knight siguió dirigiéndose al sur hasta que aparecieron una serie de caminos que delataban civilización. Allí recuerda encontrar una perdiz sin vida, pero como no tenía nada para encender un fuego, se la comió cruda. En esta primera etapa de su “viaje” pasó por casas con jardines, pero se crió bajo una moral rígida, se decía a sí mismo que era un tipo con principios. Sabía lo que estaba bien y lo que no, y decidió que no iba a robar. Sin embargo, a los pocos días todo cambió. Como dijo a los medios:

Trate de no comer durante 10 días. El hambre es difícil de ignorar. Me tomó un tiempo superar mis escrúpulos, pero tan pronto como mis principios empezaron a caer, saqué espigas de maíz de un jardín, desenterré unas patatas de otro y me comí un par de verduras vegetales de un tercero.

Una vez, durante sus primeras semanas de ausencia, pasó la noche en una cabaña desocupada. Fue una experiencia terrible:

El estrés de hacerlo, estar insomne ​​y preocuparse por ser atrapado, me programó para no hacerlo de nuevo. Nunca volví a dormir en el interior después de eso, ni una vez, no importó lo frío o lluvioso del clima.

El joven siguió avanzando hacia el sur, recorriendo los jardines que habían a su paso hasta llegar finalmente a una región donde la temperatura le resultaba agradable, sobre todo después de una etapa (en el “norte”) donde había pasado mucho frío. No sabía donde estaba exactamente, pero le resultaba familiar. Entonces nunca lo supo, pero estaba a menos de 60 kilómetros en línea recta de su casa de la infancia.

Los primeros días desde que decidió que aquella zona iba a ser su “casa” fueron de ensayo y error. A Knight siempre se le dio bien encontrar soluciones a problemas complejos. Todas sus habilidades, el aparejo de las lonas que formaban su refugio, cómo almacenar agua potable, caminar por el bosque sin dejar huellas… pasaron por múltiples revisiones y nunca las consideró perfectas. El bricolaje y sus sistemas fueron uno de los grandes pasatiempos del hombre.

Durante los meses siguientes trató de vivir en varios lugares de la zona hasta que tropezó con una región de bosques sin un sendero que lo atravesara. Pensó que aquello sería demasiado duro para los excursionistas y le gustó la idea de inmediato. Luego descubrió un grupo de rocas, una con una abertura oculta que conducía a un pequeño y maravilloso claro, “aquella sería mi casa”, dijo más de un cuarto de siglo después.

Sin embargo, seguía con hambre, mucha hambre. Knight estaba empezando a darse cuenta de que era casi imposible vivir solo todo el tiempo. Necesitas ayuda. Pero también sentía que la asistencia voluntaria de cualquier persona enturbiaría toda la empresa. Quería estar incondicionalmente solo. ¿Qué hizo?

Se fijó en las cabañas alrededor de los estanques, todas con unas medidas de seguridad mínimas. Las ventanas se dejaban a menudo abiertas, incluso cuando los propietarios estaban ausentes. Además, los bosques ofrecían el escondite perfecto, y con pocos residentes permanentes, la zona estaría siempre vacía durante la temporada baja. Para colmo, había un campamento de verano con una gran despensa muy cerca. La decisión fue demasiado fácil. Knight decidió robar.

Cómo robar en un bosque durante mucho tiempo

Para convertirte en un gran ladrón, para cometer más de mil robos antes de que te atrapen, debes tener una gran destreza, precisión, paciencia y técnica. La paciencia parecía que ya la tenía, el resto lo fue aprendiendo poco a poco. Este tipo de hurtos también exigen una comprensión específica de las personas, “busqué patrones, todos tenemos patrones”, dijo Knight.

Así fue como se alzó al borde del bosque observando meticulosamente los hábitos de las familias con cabañas a lo largo de los estanques, sus tranquilos desayunos y cenas, sus visitas, cómo los coches subían y bajaban por la carretera. Nada de lo que vio lo tentó a volver a su antigua vida. Su vigilancia era clínica, informativa, matemática. Trataba de no aprenderse el nombre de nadie, todo lo que buscaba era entender los patrones de migración, cuando se iban y dejaban el espacio desocupado.

Cuando alcanzó un estatus de ladrón profesional, su vida se convirtió en una rutina. Después de eso, todo se convirtió en una cuestión de tiempo:

El momento ideal para robar era bien entrada la noche, a media semana, preferiblemente cuando estaba nublado, mejor con lluvia. La gente se quedaba fuera del bosque cuando estaba mojado.

Por si acaso, Knight no caminaba por caminos o senderos, y nunca robó un viernes o sábado, días que sabía que habían llegado debido al ruido en el lago. Durante un tiempo, optó por salir cuando había luna llena, para poder usarla como fuente de luz.

En años posteriores, cuando sospechaba que la policía había intensificado la búsqueda por él, cambiaba ligeramente sus métodos. No quería desarrollar patrones. Eso sí, antes de embarcarse en una incursión, el hombre se afeitaba o se arreglaba la barba como podía y llevaba la ropa más limpia que tuviera (ropa robada de otras incursiones), con ello trataba de reducir las sospechas y ser descubierto. Nunca se arriesgaba a entrar en una casa ocupada durante todo el año y siempre llevaba un reloj para poder controlar la hora.

A veces, las cabañas se dejaban sin seguridad. Esas eran fáciles de entrar, aunque otros lugares llegaron a ser casi más simples. Knight tenía las llaves de muchas de ellas, encontradas durante invasiones anteriores. Cuando había terminado de robar, a menudo volvía a cerrar la cerradura que había desbloqueado y salía por la puerta principal:

Cada vez que entraba era muy consciente de que estaba haciendo mal. Mi adrenalina mi en aumento, mi ritmo cardíaco también. Mi presión arterial era alta. Siempre estaba asustado al robar. Siempre. Quería hacerlo lo más rápido posible. Cada incursión me daba suficientes suministros para durar cerca de dos semanas.

Hoy

Después de 27 años de completo aislamiento, Knight finalmente fue arrestado mientras robaba comida en un campamento de verano junto al lago. Fue acusado de robo y lo llevaron a la cárcel local. Su arresto causó una enorme conmoción en Estados Unidos. Llegaron cientos de cartas a la cárcel, aproximadamente 500 periodistas pidieron una entrevista con aquella persona que había desaparecido durante más de un cuarto de siglo. Incluso una mujer le propuso matrimonio.

Todo el mundo quería saber lo que diría el último ermitaño del planeta. ¿Qué puntos de vista había adquirido mientras estaba solo? ¿Qué consejo tenía para el mundo? Cuando lo atraparon, las preguntas en cada una de las entrevistas comenzaban en la misma dirección. ¿Qué se siente al estar sólo? ¿Qué pasa por la cabeza de alguien que ha estado en silencio durante un período tan largo como son 27 años?

Para aquellos que no eligen estar solos, como los prisioneros y los rehenes, la pérdida de la identidad creada socialmente puede ser aterradora, una inmersión devastadora a la locura. Sin embargo, ni siquiera guardaba un espejo en su campamento para verse a sí mismo, nunca se aburrió ni se sintió solo, de hecho, ni siquiera estaba seguro de entender el concepto del aburrimiento.

Como le dijo a un periodista, “aprendí a volverme irrelevante. ¿Sabes una cosa? Si te gusta la soledad, jamás estarás solo”. [The Stranger in the Woods, GQ, National Geographic, Wikipedia, The Guardian]