Pero el espaldarazo de la NASA a la Starship es inesperado. Se trata de una tecnología nueva y arriesgada, construida en acero inoxidable con metalurgia tradicional para abaratar costes, con motores de metano en vez de queroseno, y por ahora una promesa en la que solo podemos confiar porque SpaceX ya aterriza rutinariamente la primera etapa del Falcon 9 en el océano Atlántico.

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Sin embargo, el espaldarazo de la NASA posiciona a SpaceX como la empresa que nos devolverá a la Luna y quizá nos permita construir una colonia en Marte. Y a Blue Origin, y a los gigantes aeroespaciales de Estados Unidos como Lockheed Martin, como los perdedores de esta carrera.

¿Qué pasará ahora con ellos? La NASA dice que comenzará a trabajar “inmediatamente” en una nueva competición para que otros proveedores puedan proporcionar servicios recurrentes a la superficie lunar, que permitan que las misiones tripuladas del programa Artemisa sean sostenibles. Un premio de consolación para ellos y una nueva forma de ver las cosas para la NASA, que por fin ha asumido que el SLS y sus gastos desproporcionados son cosa del pasado, y que nuevos actores ambiciosos como SpaceX y Blue Origin son la forma más viable de volver al espacio profundo. En 2024 o cuando sea.