La intolerancia a la lactosa es una condición que impide a ciertas personas digerir adecuadamente los alimentos ricos en leche. El problema es que sus intestinos delgados no producen la suficiente lactasa, una encima que sirve para romper el enlace entre la glucosa y la galactosa, dos azúcares simples de la leche que forman una molécula más larga llamada lactosa. A resultas de ello, estos azúcares llegan al intestino grueso sin digerir, sirviendo de alimento a las bacterias y provocando todo un abanico de incomodidades como gases, hinchazón, dolores abdominales, náuseas o diarrea.

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Aunque la intolerancia a la lactosa es vista a veces como una manía de la alimentación posmoderna, lo cierto es que es muy real. No solo eso. Además es un problema muy extendido en adultos. Se calcula que entre el 65 y el 70 por ciento de los adultos tienen problemas para absorber correctamente la lactosa. El porcentaje varía de país a país, e incluso de región a región. Europa no es particularmente intolerante a la lactosa. Al menos no en el norte. Dinamarca, Irlanda o Suecia tiene porcentajes de intolerancia a la Lactosa tan bajos como el 4%. La población de países del sur como Italia tienen mayores índices de mala absorción de lactosa. De hecho, un 73% de los italianos absorben mal la lactosa, y el fenómeno es aún mayor en la mitad sur del país. La razón puede tener que ver con el clima. El ganado vacuno no es tan habitual en regiones cálidas donde el pasto para alimentar las vacas es más escaso y las temperaturas hacen difícil conservar la leche.

No es un dato absolutamente incontestable, pero es probable que la tradición de no beber cappuccinos más allá de las 11 porque es malo para la digestión tenga mucho que ver con esta intolerancia a la lactosa. La buena noticia es que, si la leche no te genera ningún problema estomacal, puedes tomarte un cappuccino a la hora que te de la gana, tanto si estás en Italia como si no.