Japón tiene el mayor porcentaje de esperanza de vida en el planeta, y eso comenzó a ser un problema hace un año. Al gasto que deben hacer frente por el gran número de centenarios existentes, se suma uno más: la crisis de la fertilidad está erosionando la capa social a niveles nunca vistos.
Según las estimaciones que se llevaron a cabo hace pocos años, el 33% de la población japonesa estaba por encima de los 60 años, el 25,9% tenía 65 años o más, y el 12,5% tenía 75 años o más. A estos datos hay que sumarle que las personas mayores de 65 años contribuyen a un quinto de su población total, y se calcula que llegarán a ser un tercio en el año 2050.
Lo cierto es que el país tuvo un boom en la posguerra entre 1947 y 1949, sin embargo, la ley aprobada en 1948 permitió el fácil acceso a los abortos, seguido de un período prolongado de baja fertilidad, lo que resultó en el envejecimiento de la población lentamente. Hoy se piensa que ese envejecimiento continuado es el resultado de una de las tasas de fecundidad más bajas del mundo, combinada con la mayor expectativa de vida. Siendo así, ¿a qué se debe ese “problema” de fertilidad?
Tal y como apuntan en BusinessInsider, uno de los grandes problemas parte de una cultura de trabajo tradicional que espera que los hombres sean el sostén de la familia y que las mujeres sean amas de casa. Esto significa que el hombre vive para trabar, con jornadas de hasta 16 horas para regresar a casa, dormir algo y vuelta a la jornada diaria.
Este estilo de vida ha creado una tendencia preocupante en los últimos años. Japón ha entrado en un círculo vicioso de baja fertilidad y bajo gasto que ha llevado a miles de millones de PIB perdido y una disminución de la población de hasta 1 millón de personas, todo dentro de los últimos cinco años. Si no son capaces de reducir la cifra, los expertos pronostican una severa recesión económica y un colapso en la estructura de la vida social, lo que muchos apuntan como “la muerte de la familia”.
Bomba demográfica
Para muchos economistas se trata de una “bomba demográfica del tiempo”, es decir, naciones como Japón donde la caída del gasto reduce la economía, desalentando a las familias a tener hijos, y reduciendo aún más la economía. Mientras tanto, no hay que olvidarlo, las personas viven más que nunca, lo que significa costes más altos para el gobierno derivados de pensiones o seguridad social.
En el caso de Japón, este escenario descrito por los economistas comenzó tras la Segunda Guerra Mundial, cuando el primer ministro Shigeru Yoshida hizo de la reconstrucción de la economía del país su principal prioridad. A cambio de la lealtad del trabajador, Yoshida pidió a las principales corporaciones una seguridad laboral para toda la vida.
Una década después, a comienzos de 1960, esas mismas empresas comenzaron a pedir más y más de sus trabajadores, dando como resultado la primera crisis de fertilidad, con unas tasas que habían caído a niveles críticos para una sociedad saludable.
Igualdad en la actualidad
El cambio de roles de la mujer también ha sido un problema debido a la lentitud del proceso desde la década de 1970. En la actualidad, las mujeres trabajadoras continúan luchando por la igualdad entre los sexos, algo por lo que la estructura corporativa piramidal de Japón simplemente no parecía estar preparada.
A esto hay que sumar la propia idiosincrasia de un sistema institucional donde un trabajador veterano no puede esperar dejar su trabajo actual y comenzar uno nuevo con la misma calificación salarial, ya que los gerentes opinan que las habilidades no se transfieren. ¿Resultado? Tanto los trabajadores hombres como las mujeres se quedan donde están, incluso si las condiciones son miserables.
Por esta razón, muchas mujeres se enfrentan a un dilema complicado, ya que salir a la fuerza del trabajo para criar a los niños puede hacer que sea mucho más difícil encontrar trabajo después.
Los centenarios
El Fondo Monetario Internacional emitió recientemente una advertencia a otros países asiáticos para desconfiar del mantra japonés de “envejecer antes de hacerse rico”. Un dato del caso extremo que se vive en el país con el envejecimiento se puede obtener de los pañales: se han vendido más pañales para ancianos que para bebés en los últimos seis años.
Para muchos analistas, el hecho más crítico es que las tasas de mortalidad ahora están muy por debajo de las tasas de natalidad. La gente simplemente no parece estar muriendo. Los ancianos constituyen el 27% de la población. En Estados Unidos, por ejemplo, la tasa es tan solo del 15%.
¿Soluciones?
Algunas empresas han tomado una serie de medidas para que el equilibrio entre el trabajo y la vida sea menos complicado. Entre otras, han obligado a sus trabajadores a tomar al menos cinco días de descanso cada seis meses. Una postura que también busca una solución al otro extremo, el fenómeno conocido como karoshi, la muerte por exceso de trabajo a través del suicidio.
Incluso con el fin de evitar esta dependencia que tienen algunos, las compañías apagan las luces todas las noches a las 22 horas como un incentivo para que la gente se vaya a casa.
Pese a todo, muchas personas aún se sienten optimistas de que es posible una vida feliz y equilibrada. Sin embargo, mientras esperan a que sus trabajos sean más agradables y tengan horarios más flexibles para poder tener al menos un hijo, su vida transcurrirá a lo largo de esas jornadas maratonianas con el tiempo justo para comer, dormir, y así rendir al día siguiente. [BusinessInsider, Wikipedia, Today, JapanTimes, The Atlantic]