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Como explica Jackson, la razón se debe a que nuestros cerebros están tratando de ayudarnos, pero sin darse cuenta nos engañan en el proceso. “Tu cerebro detecta el pigmento, el área gris alrededor de la pupila, y asume que el filtro rojo ha atrapado la luz azul, por lo que trata de ayudarte, como debería hacerlo tu cerebro, volviendo a colocar el color azul en la imagen por ti, y tu cerebro te está engañando por completo en el proceso”. 

Detrás de este “engaño” se encuentra el proceso natural de nuestro organismo. La parte posterior del ojo humano contiene dos tipos de células fotorreceptoras que responden a la luz: los bastones y los conos. Los bastones detectan el movimiento y ayudan a nuestra visión nocturna, mientras que los conos detectan el color.

Además, y aquí viene la clave, los tres tipos de células cónicas (de los conos) son más sensibles al rojo, al verde o al azul. Como un filtro rojo solo deja pasar la luz roja, otros colores deben aparecer como gris o negro, incluidos el verde y el azul. Sin embargo, si nuestro cerebro reconoce el contexto de la imagen y cree que debería ser azul, puede acabar viendo la luz gris como azul.

Por tanto, da igual que acerques la imagen o que le hagas zoom (es posible que aún así, sigas viendo los ojos azules), porque son grises.