
Busca una tableta de chocolate negro agridulce y come un poco con música aguda de fondo. Ahora repite el proceso, pero esta vez con música grave. La teoría dice que el chocolate te sabrá más dulce si estás escuchando sonidos de tonos agudos y tendrá un sabor más amargo si escuchas sonidos graves.
Según el doctor en ciencia y tecnología de alimentos Miguel Lureña, esto ocurre porque el oído tiene una gran importancia al comer, entre otras cosas porque a través de él pasa uno de los nervios que van de la lengua al cerebro.
El fenómeno fue descrito por el psicólogo experimental Charles Spence mientras estudiaba la activación cruzada de los sentidos. No es el único ejemplo. Spence ganó un premio IgNobel en 2008 tras descubrir que se puede engañar a una persona para que piense que una patata frita es más crocante y fresca de lo que es en realidad si la come escuchando sonidos crujientes con auriculares.
Según el propio Spence, el primer científico en probar este concepto fue el danés Kristian Holt-Hansen usando las cervezas Carlsberg Lager y Carlsberg Elephant en una cata a ciegas. Holt-Hansen demostró en 1968 que las personas solían asociar un tono más bajo (510-520 Hz) con la Lager, que es más amarga, y un tono ligeramente más alto (640-670 Hz) con la Elephant, que es más vinosa.
También funciona con el tacto: si frotas tu ropa recién lavada con tapones para los oídos, pensarás que está más suave y seca de lo que está en realidad. Esto se debe a que el cerebro combina la información del oído con la del tacto y asume, al haber menos ruido, que hay menos fricción y la ropa está menos tersa.