Para la vaca Penka, cruzar la frontera de Bulgaria hacia Serbia sin ser vista por los guardias fronterizos fue pan comido. El infierno le esperaba al volver: a diferencia de Bulgaria, Serbia no pertenece a la Unión Europea y Penka no había rellenado el papeleo necesario para reingresar en su país.
La vaca se alejó de su manada a mediados de mayo y un granjero serbio la identificó por su insignia. Cuando intentó devolverla a su dueño —el búlgaro Ivan Haralampiev, de la aldea de Kopilovtsi—, la vaca fue retenida en aduanas para que la revisara un veterinario, de acuerdo con las normas de la Comisión Europea. El veterinario concluyó que Penka no podía volver a la UE porque salió de sus fronteras sin la documentación adecuada.
Por recomendación del veterinario, la vaca —que está preñada y dará a luz en tres semanas— va a ser sacrificada. La intransigencia de la UE ha indignado a muchas europeos dentro y fuera de Bulgaria. En Twitter, el comisario Vytenis Andriukaitis (a cargo de la seguridad alimentaria de la UE) adelantó que “no podía hacer nada” y recomendó a un reportero británico que “se hiciera activista por el bienestar de los animales”.
En Change.org, una recogida de firmas para que la Comisión Europea haga una excepción con Penka acumula 19.200 participaciones. La vaca roja se encuentra en cuarentena tras salir a pastar a unos kilómetros de su casa. “El único crimen que cometió fue ser descubierta”, dice su dueño.