
A los tardígrados, también llamados osos de agua, se los conoce como los seres vivos más resistentes. Casi indestructibles, son capaces de sobrevivir a la congelación, a la deshidratación, a dosis de radiación letales para nosotros, o incluso al vacío del espacio. Un nuevo estudio parece haber dado con su punto débil.
El trabajo corre a cargo del Departamento de Biología de la Universidad de Copenhague, Dinamarca. En el mismo explican que los invertebrados microscópicos resistentes pueden ser vulnerables a la exposición a largo plazo a temperaturas en rápido aumento asociadas con el cambio climático.
Sabíamos que cuando surgen condiciones extremas, los tardígrados pueden ingresar a lo que se conoce como criptobiosis, un “estado ametabólico reversible” por el cual el organismo contrae su cuerpo, retrae sus patas y reorganiza sus órganos internos para secarse.
Este estado es capaz de permitir que el tardígrado combata entornos que carecen de oxígeno, tienen altos niveles de concentraciones tóxicas o ven cambios extremos de temperatura. Sin embargo, las temperaturas extremadamente altas durante un largo período de tiempo pueden ser con el “talón de Aquiles” de estos seres vivos, incluso en su estado desecado. Cuanto más se mantengan las temperaturas, menores serán las posibilidades de supervivencia de los tardígrados.

Lo cierto es que un estudio de 2018 encontró que una especie de tardígrado antártico, el Acutuncus antarcticus, podría estar en riesgo de extinción debido al cambio climático. Ahora ya tenemos una segunda especie, el Ramazzottius varieornatus, quien ha demostrado una debilidad similar. Según el biólogo Ricardo Neves, de la Universidad de Copenhague en Dinamarca y autor del estudio:
Las muestras utilizadas en este estudio se obtuvieron de las canaletas del techo de una casa ubicada en Nivå, Dinamarca. Evaluamos el efecto de las exposiciones a altas temperaturas en tardígrados activos y desecados, y también investigamos el efecto de un breve período de aclimatación en animales activos.
Los resultados arrojaron que para los tardígrados activos que no se habían aclimatado a temperaturas más altas, la población alcanzó una tasa de mortalidad del 50 por ciento después de pasar 24 horas en solo 37.1 grados ° C. Un breve período de aclimatación de dos horas a 30 ° C, seguido de dos horas a 35 ° C, elevó este umbral de mortalidad a 37.6 ° C. Es decir, que la aclimatación parece mejorar la tasa de supervivencia.

Por su parte, los tardígrados desecados pudieron soportar temperaturas mucho más altas. Se observó una tasa de mortalidad del 50 por ciento después de 24 horas a 63.1 ° C, y experimentos adicionales revelaron que las criaturas morirán mucho más rápidamente cuando las temperaturas sean aún más altas. Según Neves:
De este estudio podemos concluir que los tardígrados activos son vulnerables a las altas temperaturas, aunque parece que estas criaturas podrían aclimatarse al aumento de las temperaturas en su hábitat natural. Los tardígrados desecados son mucho más resistentes y pueden soportar temperaturas mucho más altas que las que sufren los tardígrados activos. Sin embargo, el tiempo de exposición es claramente un factor limitante que limita su tolerancia a las altas temperaturas.
Cuentan los investigadores que la razón podría deberse a que las altas temperaturas pueden desestabilizar las proteínas que son esenciales para la supervivencia criptobiótica de los tardígrados. De hecho, parece que el calor extremo puede alterar ese estado de latencia extrema que consiguen, particularmente cuando un tardígrado no tiene tiempo para aclimatarse a su nuevo entorno.
“El calentamiento global ya está teniendo efectos nocivos en los hábitats en todo el mundo y, por tanto, es importante comprender cómo el aumento de la temperatura puede afectar a animales existentes y hasta ahora casi indestructibles como los tardígrados”, concluyen los investigadores en su trabajo. [Scientific Reports vía ScienceAlert]