En paleontología es conocido como Monstruo de Tully (Tullimonstrum gregarium) y no es para menos. Esta diminuta criatura marina de hace 300 millones de años tiene una morfología tan rara que si no fuera por los fósiles, hoy la consideraríamos un error. Un equipo de investigadores por fin ha puesto al Monstruo de Tully en su lugar.
La criatura debe su nombre a su descubridor, el coleccionista de fósiles Francis Tully. Este quedó tan sorprendido del especimen que lo llevó al departamento de paleontología de la Universidad de Chicago, pero allí tampoco fueron capaces de añadir la criatura a ninguna de las grandes familias de animales conocidos.
El Monstruo de Tully exhibe un organismo definitivamente adaptado a la vida acuática. Su cuerpo fusiforme con aletas que recuerda al de los calamares, pero la piel es más parecida a la de los peces o algunos reptiles. Los ojos están en el extremo de dos pedúnculos como los de los caracoles. Finalmente, su pieza bucal se extiende en una trompa larga rematada por una pinza con dientes de queratina.
Este cóctel imposible de características fisonómicas ha desconcertado a los paleontólogos durante más de 50 años. Finalmente, un equipo de investigadores dirigido por la paleontóloga Victoria McCoy ha logrado emparentar la criatura después de analizar más de 1.200 fósiles. El hallazgo de una notocorda, o espina dorsal rudimentaria ha permitido descartar su pertenencia a filos como el de los moluscos. El Monstruo de Tully es, sin lugar a dudas, un vertebrado.
McCoy y su equipo lo han catalogado ya como un pariente lejano de las lampreas, un animal que ya de por sí parece un pequeño monstruo marino y que, aunque vive en el agua, no es de la misma familia que los peces. Aparte de para poner fin al misterio del Monstruo de Tuly, el descubrimiento permitirá completar el árbol evolutivo de las lampreas, que era muy poco conocido. [vía Nature]
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