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Después de 13 generaciones sin selección natural, este animal olvidó tener miedo a sus depredadores

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En 2003, Australia trasladó unos pocos quols del norte a dos islas libres de depredadores para conservar la especie. 13 generaciones más tarde, la selección natural ha dejado de funcionar y estos pequeños mamíferos en peligro de extinción han perdido sus mecanismos antidepredación.

El quol norteño (Dasyurus hallucatus) es un pequeño marsupial con el hocico puntiagudo y una cola larga y tupida. A finales de los 80 desapareció de gran parte de Australia por una invasión de sapos venenosos. Para garantizar la supervivencia de la especie, los conservacionistas trasladaron 64 de ellos a dos islas costeras libres de depredadores: Astell y Pobassoo.

Cuando ya se habían reproducido por miles y dejaron de estar en peligro de extinción, investigadores de la Universidad de Melbourne intentaron reintroducirlos en el continente. Pero algo falló: los dingos, perros salvajes de Australia, empezaron a comérselos con inquietante facilidad.

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Ahora, un estudio publicado en Biology Letters explica por qué. A diferencia de los quols que han sobrevivido en el continente, los animales que están naciendo en las islas no tienen mecanismos antidepredación. Después de 13 generaciones sin mediación de la selección natural, han dejado de reconocer a sus depredadores y no reaccionan a las señales olfativas.

Al comparar la respuesta de los quols del continente (ya sean salvajes o nacidos en cautiverio) con los de las islas, los investigadores comprobaron que los primeros reconocen y evitan el olor de sus dos principales depredadores (los gatos salvajes y los dingos), mientras que los segundos no muestran reconocimiento o aversión ante estos depredadores.

El estudio sugiere que los rasgos de aversión hacia los depredadores se pueden perder muy rápidamente, lo que puede hacer que un animal deje de ser apto para su reintroducción en un continente lleno de peligros. Mantén siempre a tus depredadores cerca. Ya sabes: quien no conoce su historia está condenado a repetirla. [Biology Letters vía Science Magazine]