2018 BD es una roca del tamaño de un automóvil que pasó rozando la Tierra el día 18 de enero, y esta vez lo de “rozando” no es una forma de hablar en términos astronómicos. Tuvimos mucha suerte de que no provocara un estropicio considerable en nuestra red de satélites.
El asteroide pasó a solo 35.406 kilómetros de la Tierra. Parece mucho, pero nuestros satélites en órbita geoestacionaria sobrevuelan el planeta a 35.786 kilómetros. En otras palabras, 2018 BD se metió de lleno en una de nuestras autopistas espaciales antes de pasar de largo. Para mayor inquietud, los astrónomos lo descubrieron con solo siete horas de margen.
Hay que puntualizar que 2018 BD no era potencialmente peligroso para la vida en nuestro planeta. Con ese tamaño sencillamente se hubiera desintegrado al entrar en la atmósfera terrestre. El problema es que, precisamente por ser tan pequeño es muy difícil de detectar a tiempo. Los asteriodes grandes, del tamaño de edificios o con cientos de metros de diámetro son fácilmente detectables mucho antes de que se aproximen a la Tierra, pero los bólidos pequeños aún son un problema.
Incluso aunque lo hubiéramos detectado con más margen, no tenemos todavía un sistema de respuesta que permita desviar el asteroide o destruirlo. La probabilidad de que un asteroide de gran tamaño se acerque a nuestro planeta en ruta directa de colisión es remota, pero nunca está de más estar preparados para cualquier contingencia, por remota que sea, cuando esa contingencia puede suponer el punto y final a nuestra civilización. [CSS vía CNet]