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El efecto gorila, o por qué no podríamos identificar vida extraterrestre ni aunque estuviera delante

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En 1999, el psicólogo cognitivo Daniel J. Simmons demostró que cuando nos concentramos en una tarea, a menudo ignoramos otros estímulos del entorno aunque sean tan obvios como un gorila. Un nuevo estudio utiliza ese mismo experimento para explicar por que aún no hemos encontrado vida extraterrestre.

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El experimento de Simmons se hizo tan famoso que pasó a conocerse como Efecto Gorila. Lo que Simmons hizo fue grabar a un grupo de personas pasándose dos balones, uno de ellos con camiseta blanca y el otro con camiseta negra.

Después pidió a un grupo de voluntarios que contara las veces que el equipo con camisetas blancas se pasaba el balón. En un momento del vídeo un individuo con un disfraz de Gorila se paseaba por delante de la cámara entre los jugadores, pero solo la mitad de los espectadores repararon en él. Este es uno de los vídeos de Simmons. Ahora que lo conoces el efecto es imposible que caigas en él, pero alguien no familiarizado con la prueba es probable que no lo vea.

¿Qué tiene qué ver el Efecto Gorila con la posibilidad de encontrar civilizaciones extraterrestres? Los neuropsicólogos de la Universidad de Cadiz Gabriel de la Torre y Manuel García creen que mucho. Ambos han publicado un estudio en la revista Acta Astronautica en el que explican que la misma ceguera de atención que nos impide ver un gorila paseándose por delante de nuestras narices puede estar afectándonos a la hora de explorar el cosmos en busca de vida:

Cuando pensamos en otros seres inteligentes tendemos a verlos desde nuestro tamiz perceptivo y de consciencia, sin embargo estamos limitados por nuestra visión sui géneris del mundo, y nos cuesta admitirlo.

Nuestra concepción del espacio está limitada por nuestro cerebro, y puede que tengamos las señales inteligentes encima y no las veamos. Lo que intentamos con esta diferenciación es contemplar otras posibilidades, por ejemplo, que existan seres de dimensiones que nuestra mente no llega a captar; o inteligencias basadas en formas de materia o energía oscuras, que constituyen casi el 95% del universo y que apenas comenzamos a vislumbrar. Incluso existe la posibilidad de que existan otros universos, como indican los textos de Stephen Hawking y otros científicos.

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Para probar su hipótesis, ambos investigadores llevaron a cabo su propia prueba del gorila. Para ello pidieron a 137 voluntarios que trataran de distinguir estructuras artificiales en una serie de fotos aéreas. En una de las fotos introdujeron el pequeño detalle de un individuo vestido de gorila. De nuevo, muchos de los vountarios no repararon en él.

Para hacer la cuestión más complicada, los 137 voluntarios se sometieron a pruebas cognitivas previas. De ellas los investigadores llegaron a una conclusión interesante. Las personas con un modelo congnitivo más metódico y racional (justo lo que define a un científico) son las que menos se fijaron en el gorila.

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A menudo las personas reconocemos figuras donde no las hay. A este fenómeno de la percepción se le conoce como pareidolia. En Ceres, por ejemplo, el terreno juega con nuestra percepción y muestra lo que parece una estructura rectangular artificial (foto arriba). De la Torre y García apuntan a que ese mismo fenómeno puede producirse a la inversa, y que nuestra percepción nos esté ocultando algo que tenemos delante de las narices.

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Tres tipos de civilizaciones inteligentes

Gabriel de la Torre y Manuel García cierran su estudio hablando de tres tipos de civilizaciones inteligentes en función de cinco variables:

  • Biología
  • Longevidad
  • Estructura psicosocial
  • Avances tecnológico-energéticos
  • Distribución en el espacio

Es una clasificación mucho más completa que las tradicionales que se usan a la hora de hablar de civilizaciones extraterrestres, que solo contemplan su capacidad tecnológica para emitir y recibir señales electromagnéticas comprensibles por el ser humano. Según estas categorías, el ser humano sería una civilización de tipo I, aún fragil, limitada a su planeta natal y sin muchas posibilidades de sobrevivir a un cataclismo global.

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La siguiente es el tipo II. Los miembros de ese tipo de civilizaciones han superado sus expectativas biológicas de longevidad y han dominado las energís cuánticas y gravitacionales. Probablemente dominan el espacio-tiempo y ya son capaces de moverse entre galaxias.

La tipo III exhibe un dominio casi divino del espacio-tiempo y de aspectos del cosmos que nosotros apenas comprendemos como la energía y la materia oscuras. Es posible que una civilización de este tipo temnga una existencia multidimensional y sencillamente trascienda nuestra propia percepción. Podemos tenerla al lado y no darnos cuenta. [Acta Astronautica vía Phys.org]