
La propuesta para construir el primer observatorio pensado para estudiar las ondas gravitacionales en el espacio acaba de pasar exitosamente su examen de viabilidad. La misión fue bautizada como LISA, acrónimo de ‘Laser Interferometer Space Antenna’, y acaba de superar la fase A, el proceso mediante el cual se define el objetivo y la viabilidad de la misión.
El proyecto está dirigido por la Agencia Espacial Europea en colaboración con la NASA, y consistirá en tres naves espaciales que orbitarán alrededor del Sol en una especie de formación triangular. Cada ‘lado’ de ese triángulo tendrá 2,5 millones de kilómetros largo. Al igual que ocurre con el interferómetro LIGO que tenemos en la Tierra, LISA hará un seguimiento muy preciso de la distancia entre las tres naves espaciales. Cuando una onda gravitacional pase por ahí causará una distorsión en el espacio-tiempo y LISA la detectará cuando la distancia entre sus naves cambie brevemente. LISA también podrá detectar de qué parte del cielo proviene la onda gravitacional.
Las ondas gravitacionales, cuya existencia predijo Einstein hace más de un siglo, son producidas por algunos de los fenómenos astrofísicos más extremos del universo. Cuando los agujeros negros y las estrellas de neutrones, algunos de los objetos más densos y masivos que existen, orbitan entre sí o se fusionan, provocan ondas en el tejido del espacio-tiempo.
Desde que el observatorio LIGO consiguió detectar ondas gravitacionales en 2015, los astrofísicos han buscado formas de estudiar mejor estas ondas, pero algunas son más difíciles de observar que otras. La fusión entre diferentes masas producen ondas de diferentes frecuencias; Las fusiones de agujeros negros pequeños y los eventos explosivos como las supernovas son detectables por observatorios como LIGO, pero las fusiones de agujeros negros supermasivos emiten frecuencias que LIGO es incapaz de detectar por su dimensión. El hecho de que LISA cuente con unos “brazos” de 2,5 millones de kilómetros ayudará a detectar eventos de menor frecuencia, como estos choques de agujeros negros gigantes.

El hardware de LISA ya ha sido probado por la misión LISA Pathfinder, que se lanzó en 2015 y demostró cómo las masas pueden mantenerse en su lugar en caída libre (el espacio) y medirse con una precisión extraordinaria. Ahora, LISA entrará en la Fase B1 de la misión de la ESA, en la que se desarrollará la tecnología para la misión y se seleccionará su diseño final. Entre las tecnologías para LISA estarán los sistemas láser, los telescopios y los sensores de las naves espaciales.
“La transición a la Fase B1 saca a la misión de los estudios conceptuales y marca un hito importante para los científicos e ingenieros involucrados”, dijo Martin Gehler, manager de la ESA para la misión LISA en un comunicado de la agencia. “Después de un largo viaje, comenzando con los primeros bocetos en la década de 1980, ahora sabemos que vamos por buen camino y que tenemos un plan factible”.
Se espera que la misión se lance en 2037, 20 años después de que la ESA la marcase como prioritaria. La construcción de la nave espacial no comenzará hasta 2024 como muy pronto y con suerte nos ayudará a desmitificar parte de la enigmática física de nuestro cosmos.