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“La tos desaparece”: cómo Bayer promovió la heroína para los niños como remedio para el resfriado

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Hubo un tiempo donde la heroína, el opioide que hoy amenaza con resurgir, la droga adictiva que ha acabado con la vida de miles de personas, no era odiada, ni siquiera temida. De hecho, a comienzos del siglo XX incluso se promocionaba como remedio para los más pequeños: “La tos desaparece”.

A mediados del siglo XIX los investigadores desarrollaron el conocimiento suficiente para hacer ajustes al principal componente químico de la amapola, la morfina. En 1874, el químico británico C. R. Alder Wright hirvió morfina con un compuesto llamado anhídrido acético (molécula bastante reactiva) para ver qué pasaba.

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Lo que consiguió Alder fue una versión más fuerte de la morfina, una con dos pequeños grupos químicos adicionales que provenían del anhídrido acético. Sin embargo, este descubrimiento no llevó a mucho. Los colaboradores de Alder realizaron un par de pruebas en animales, y ahí se quedó.

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En cualquier caso, Alder estaba menos interesado en lo que hacía el compuesto y más en lo que parecía. Por aquel entonces, los químicos no sabían cómo todos los átomos de la morfina estaban conectados entre sí. De esta forma, usaban reacciones como herramientas para deducir la estructura de una molécula. Cada nuevo producto de una reacción era una nueva pista.

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Contábamos la historia de Alder porque realmente fue Inglaterra donde se descubrió la heroína. La historia alemana, según los archivos de Bayer, cuenta que el químico Felix Hoffmann sintetizó heroína en el verano de 1897. Este fue el mismo verano en que sintetizó la aspirina, también conocida como ácido acetilsalicílico.

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Hoffmann tampoco fue el primero en fabricar aspirina, pero Bayer comercializó ambos fármacos con gran éxito. Hoffmann empezó a hacer aspirina y heroína de la misma manera: tomando una molécula hecha en la naturaleza y agregando un pequeño grupo químico, el grupo acetilo.

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Así fue como la heroína pasó a convertirse en una “marca” de medicamento, una que fue recibida con entusiasmo por la comunidad médica. Los primeros estudios no observaron efectos adversos. De hecho, los médicos necesitaban medicamentos como la heroína para aliviar la tos, porque las enfermedades pulmonares como la tuberculosis y la neumonía solían ser terribles para los pacientes.

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Así, desde 1898 hasta 1910, la compañía farmacéutica alemana Bayer comercializó heroína como supresor de la tos y sustituto de la morfina. Durante esta época, la farmacéutica llegó a promover la heroína para su uso en niños con tos, resfriados e “irritación”.

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Dan fe de ello los carteles que vemos publicados en varios periódicos españoles de la época. Por ejemplo, instando al uso de “Heroina” para tratar la bronquitis en los pequeños, mostrando a dos niños desatendidos que alcanzan una botella de opiáceo sobre la mesa de la cocina.

Otro anuncio enseña a una madre con una cuchara dándole a su niña enferma una cucharada de heroína. “La tos desaparece”, dice el anuncio.

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Por cierto, ya en 1899 existían un puñado de médicos que comenzaron a dar la voz de alarma sobre un producto que podría ser potencialmente peligroso y adictivo. Para cuando toda la comunidad médica quiso actuar, desafortunadamente el mercado negro estaba prosperando.

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Para 1930 la heroína se había prohibido en la mayoría de las naciones excepto en condiciones médicas muy estrictas. [BusinessInsider, Wikipedia]