
Las observaciones satelitales del cráter Jezero en Marte, la zona de aterrizaje elegida para el próximo rover de la NASA, han descubierto pruebas de la existencia de unos minerales que son excepcionalmente buenos para preservar rastros de vida, lo que hace que éste sea un lugar aún mejor donde enviar el rover de lo que inicialmente habían pensado los astrónomos.
Si existió vida primitiva en Marte hace miles de millones de años existe la posibilidad de que haya restos fosilizados en el cráter Jezero, según un par de estudios recientes. Estas son noticias excepcionalmente buenas, dado que el próximo rover de la NASA, que aún no ha sido bautizado, se lanzará hacia este exacto lugar el próximo año.
Que el cráter Jezero sea un objetivo excelente para el rover no es una sorpresa, ya que fue cuidadosamente elegido por la NASA debido a que potencialmente tenía unas condiciones favorables para albergar vida, o al menos así podría haber sido en el pasado. Hace miles de millones de años, este cráter de 49 kilómetros de ancho estaba lleno de agua, que fluía hacia él desde una gran cuenca cercana y desde sus ríos asociados. Cuando Marte era más cálido de lo que es hoy, el lago dentro del cráter Jezero podía haber sido habitable, albergando vida microbiana básica similar a las bacterias. En consecuencia, la NASA quiere que el rover explore los minerales de arcilla del cráter y que examine sus capas de sedimentos, pero las últimas investigaciones apuntan a otros objetivos científicos prometedores.

En un artículo publicado en Geophysical Letters, un equipo de investigación dirigido por Jesse Tarnas, doctor de la Universidad de Brown, describe el descubrimiento de sílice hidratada en afloramientos rocosos ubicados a lo largo del borde de un antiguo delta. Esta es una gran noticia porque se sabe que la sílice hidratada, una forma de dióxido de silicio, ayuda a preservar pruebas de la vida fósil en la Tierra.
Y en un artículo distinto publicado en Icarus, un equipo de investigación dirigido por Briony Horgan de la Universidad de Purdue describe la presencia de carbonatos dentro del cráter Jezero, un mineral que también es muy bueno para preservar rastros de vida antigua y otras firmas biológicas importantes.
Ambos descubrimientos fueron posibles gracias al Espectrómetro de imágenes de reconocimiento compacto para Marte (CRISM), ubicado en el Mars Reconnaissance Orbiter (MRO) de la NASA. Debido a que la sílice hidratada produce unas débiles señales espectrales, Tarnas y sus compañeros pudieron confirmar la presencia de esas señales aplicando dos métodos de procesamiento de datos. Para detectar los carbonatos, Horgan y su equipo utilizaron los datos del CRISM junto con imágenes de alta resolución y modelos topográficos de la superficie marciana.

Al entrar en el proyecto, Tarnas y sus compañeros no esperaban necesariamente encontrar pruebas de la presencia de sílice hidratada.
“Comenzamos el proyecto aplicando un nuevo método de análisis de datos que desarrollamos para imágenes hiperespectrales, que utilizamos para obtener información de la composición de la superficie de Marte desde la órbita, y para imágenes del cráter Jezero y de la región circundante”, escribió Tarnas a Gizmodo en un correo electrónico. “Cuando empezamos, el cráter Jezero aún no había sido seleccionado como el lugar de aterrizaje del rover Mars 2020 de la NASA, por lo que estábamos interesados en encontrar nuevos minerales o conjuntos minerales tanto dentro como fuera de Jezero, ya que había otra zona de aterrizaje posible, NE Syrtis, que estaba muy cerca”.
Cuando los antiguos ríos desembocaron en el cráter, transportaron minerales desde la cuenca, produciendo un depósito en el delta con forma de abanico que ahora es rico en materiales arcillosos. Como se describe en el paper de Geophysical Letters, un depósito de sílice hidratada se encuentra en el borde de este delta a baja altura. Esto sugiere que los minerales se formaron en el fondo del delta, lo que lo convierte en un lugar privilegiado para que investigue el rover.
“Estos minerales nos dicen las condiciones bajo las cuales el agua y las rocas han interactuado en esta región de Marte”, dijo Tarnas. “La mayor parte de esta interacción agua-roca tuvo lugar hace miles de millones de años. Algunas de estas reacciones químicas de la roca de agua producen entornos habitables, incluido el probable entorno habitable del antiguo lago del cráter Jezero, que se formó a través del movimiento físico del agua sobre la roca”.
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Se detectaron fuertes señales de carbonatos a lo largo del borde interior occidental del cráter Jezero, que Horgan describió como un “anillo de bañera” en un comunicado de prensa de la NASA. Los carbonatos generalmente se forman en mares poco profundos y cálidos, y a menudo junto con actividad biológica, de ahí el interés en los carbonatos en Marte. En la Tierra, los carbonatos contribuyen a la fosilización de estructuras como conchas marinas, corales y, lo que es más importante, estromatolitos, estructuras rocosas formadas por grandes grupos de vida microbiana. Es cierto que es muy poco probable encontrar rastros de conchas y corales en Marte, pero sí se podrían encontrar pruebas de la existencia de microorganismos.
Respecto a qué aspecto podría tener estos restos de vida marciana, Tarnas dijo que “probablemente se vería como unas células microbianas permineralizadas en las sílices hidratadas, lo que significa que el sílice creció en los espacios que separan las paredes celulares, y la roca que contiene los microfósiles probablemente sea rica en compuestos orgánicos complejos”. Dijo que podría parecerse a los microfósiles antiguos encontrados en el sílice de rocas antiguas, como los fósiles de hace 3.400 millones de años que han sido encontrados en Sudáfrica y Australia.
Tanto el sílice hidratado como los carbonatos deberían ser fácilmente accesibles para el rover 2020 sobre la superficie marciana. El rover tendrá un laboratorio químico incorporado para analizar las muestras y un instrumento capaz de detectar compuestos orgánicos complejos. El rover también podrá tomar imágenes en primer plano de los depósitos para ver cómo están posicionados en comparación con otras rocas. También tiene sensores similares al CRISM, que permitirán un análisis comparativo con los datos del MRO. De lo contrario, el rover puede extraer muestras y dejarlas para que futuras misiones las puedan recuperar y traer a la Tierra para su análisis.
El Planeta Rojo puede o no haber alojado la vida en el pasado, pero sin duda estamos haciendo todo lo posible para descubrirlo. La buena noticia es que no tendremos que esperar mucho para que el nuevo rover comience a explorar el cráter Jezero.