El 3 de octubre de 1952 alrededor de mil británicos que servían en el Reino Unido fueron obligados a desnudarse de cintura para arriba en varios buques de guerra de la Armada. A cada uno se le dio una gafas especiales y debían observar un punto exacto. Allí, a unos pocos kilómetros de distancia, unos minutos después se iniciaba el primer test, la primera detonación de una bomba atómica del Reino Unido en la historia. La primera de una serie de 12 pruebas.
Cuando se habla de bombas atómicas y detonaciones nucleares a menudo la mente nos lleva a un grupo de lugares comunes: Hiroshima y Nagasaki. La realidad es que son muchos más los sitios donde algunas de las grandes potencias han llevado a cabo estos ataques (en otros casos “tests”) de consecuencias fatales. Sin duda uno de ellos fue la primera prueba del Reino Unido, test que como es habitual en estos casos, no tuvo lugar en las cercanías del Palacio de Buckingham, sino en la otra punta del planeta, bien lejos, y donde estos 1.000 hombres y un archipiélago de islas y sus habitantes aún sufren las consecuencias.
Primera prueba nuclear: Hurricane
La operación Hurricane fue la primera prueba y el primer dispositivo atómico que realizó el Reino Unido en su historia. Tuvo lugar el 3 de octubre de 1952 en las costas de la isla Trimouille, una de las islas Monte Bello, un archipiélago al norte de Australia compuesto de 174 islas.
La detonación tuvo lugar a los tres años de que la Unión Soviética detonara un dispositivo similar de plutonio en el año 1949. En el contexto de la época, varios científicos británicos habían trabajado anteriormente en el Proyecto Manhattan, así que tras regresar al Reino Unido se pensó en llevar a cabo una bomba de implosión de plutonio que fuera lo más parecido posible a la tristemente famosa Fat Man (Nagasaki, 1945).
Como decíamos, la bomba utilizó plutonio (producido en Calder Hall, Windscale), con un bajo contenido de Pu-240 porque, según contaban, la producción a toda prisa llevó a cortos tiempos de irradiación. Una vez terminada, su destino serían esas islas Monte Bello con las que el gobierno británico había acordado con Australia. Habían logrado un acuerdo que autorizaba las pruebas nucleares en varios puntos de su geografía
Llegados a ese 3 de octubre de 1952, la bomba de 25 kilotones fue detonada en el interior del casco del buque HMS Plym (una fragata de 1.379 toneladas) anclado en agua a 12 metros de profundidad y a 350 metros de la costa. Una explosión que tuvo lugar a 2,7 metros bajo el nivel del agua y que dejó en el fondo marino un cráter de 6 metros de profundidad y 300 metros de diámetro.
Y allí en pie, a unos cuántos kilómetros de distancia, alrededor de 1.000 hombres de la armada británica permanecieron desnudos de cintura para arriba en la cubierta de varios buques de guerra. Su misión no era otra que la de formar parte de las pruebas y demostrar si, a tales distancias, no hay efecto alguno.
Tres horas más tarde de la detonación muchos de ellos fueron enviados a la costa más cercana, una de las islas donde posteriormente serían filmados como parte de una película de propaganda del ejército. En esencia y como contarían los que aún hoy sobreviven, un infierno radioactivo donde los soldados fueron salpicados por la lluvia negra tóxica que les dejaría secuelas fatales.
Hoy y pasado el tiempo, a través de los documentos desclasificados se sabe que existían grandes dudas sobre los peligros militares a los que se iba a exponer a estas personas. La nube de hongo fue de 80 kilómetros de ancho y dejó caer una lluvia radioactiva que envenenó el mar y a los propios hombres. Si bien muchos de los documentos muestran que los científicos estaban preocupados por los rayos X liberados por la bomba, ignoraron por completo la radiación beta en pequeñas partículas que fue absorbida por los cuerpos.
El resultado más de 60 años después es que quedan muy pocos supervivientes de ese primer ensayo nuclear del Reino Unido. Veteranos que en su mayoría luchan contra el cáncer o enfermedades relacionadas con el envenenamiento por radiación. Los hijos de estos hombres son hasta 10 veces más propensos a tener deformidades de nacimiento y cinco veces más de morir en la infancia. Y sus nietos lo mismo.
Pero Hurricane no fue la única, fue la primera de hasta 12 pruebas atómicas que se llevaron a cabo en Australia donde acabarían involucrados 22 mil militares del Reino Unido. Y al menos 19 mil de ellos ya están muertos.
Maralinga: la casa de las pruebas atómicas
Y es que tras Monte Bello las pruebas nucleares británicas se trasladaron a Australia del Sur y duraron hasta el año 1963. Imagina que después de medio siglo se te permita finalmente volver a la que fue tu casa porque ahora vuelve a ser un lugar “seguro”, la cual un día dejó de serlo porque tu gobierno decidió con otro país que allí se podrían llevar a cabo una serie de pruebas nucleares. Esto mismo es lo que le ocurrió hace unos años a los habitantes de Maralinga, en el desierto del sur australiano.
En el año 1956 y tras las pruebas en Monte Bello y posteriormente en Emu Field, los militares australianos y los británicos construyeron un nuevo espacio de pruebas junto a una pista de aterrizaje en el enclave. En esencia se trataba del área conocida como la Sección 400, de aproximadamente 480 kilómetros al norte de Adelaida.
Maralinga también fue parte del área restringida en 1947 y conocida como Woomera Test Range, es decir, un campo de experimentación de proyectiles de Woomera de la Real Fuerza Aérea Australiana. Un centro de experimentación de misiles, armas atómicas y otras armas terrestres tras el acuerdo alcanzado entre británicos y australianos, principalmente por el deseo de los primeros de llevar a cabo su propio programa de pruebas de cohetes (y que comenzó en el contexto de la WW2).
Entre 1956 y 1963 el gobierno australiano acordó con los británicos una serie de pruebas atómicas, todas en tierra aborigen del pueblo anangu, enclave que cubre en parte Maralinga. Allí y antes de comenzar los tests, muchos de los habitantes fueron desplazados forzosamente de sus tierras tradicionales. Los que pudieron permanecer fueron expuestos a la radiación durante las pruebas. La lluvia radioactiva causó, al igual que a los soldados británicos de Hurricane, todo tipo de enfermedades, en su mayoría derivando en muertes tempranas.
Estos espacios abiertos se contaminaron con materiales radioactivos y hasta pasados cuatro años de las pruebas, en 1967, que comenzaron los primeros intentos de limpieza. Se creó una comisión y se examinaron los efectos de las pruebas, un trabajo que finalizó con un informe en 1985 que concluía que seguían existiendo riesgos significativos de radiación en muchas de las áreas de Maralinga, recomendando en último caso que siguieran las labores de limpieza.
No fue hasta el año 2000, una vez completadas estas labores y con un coste de 108 millones de dólares, cuando los indígenas pudieran volver a la que un día fue su casa. Un debate, el de la propia seguridad y salud de los anangu, que aún hoy es noticia y por la que el gobierno australiano ha pagado una indemnización de más de 13,5 millones de dólares destinados a sus habitantes.