Suele ser bastante frecuente (incluso muchos pensarán que es algo muy “humano”) que la mayoría se describa mejor que el promedio de las personas en áreas como la expresión escrita, el liderazgo o sus habilidades sociales. Ocurre que en la mayoría de los casos no es cierto. Y hay una explicación para ello.
La tendencia a decir que somos mejores de lo que realmente somos se conoce como el efecto Kruger-Dunning (también llamado efecto por encima de la media) y lleva el nombre de los hombres que percibieron y estudiaron este comportamiento.
Lo curioso del efecto es que estamos ante algo que desafía a la lógica y su propia definición, entendiendo que estadísticamente es imposible y absurdo pensar que la mayoría de las personas están por encima de la media. Por tanto, y es aquí donde actúa la teoría, se deduce que un gran número de personas auto-descritos como “por encima de la media” en ciertas áreas... de hecho están por debajo de la media en esas áreas.
Y probablemente también, desconocen su propia incompetencia.
Razones para pensar que estamos por encima de la media

En principio debería parecer obvio la razón de este fenómeno. Mientras más incompetente sea alguien en un área en particular, menos cualificada estará esa persona para evaluar la habilidad de cualquier otra persona en ese espacio, incluyendo claro está, la suya propia.
Cuando una persona no reconoce que tiene un pobre bagaje en alguna función esa persona muy probablemente piensa que ha tenido un buen desempeño. Como resultado, los incompetentes tienden a sobreestimar de manera absurda sus habilidades. Este comportamiento fue descrito en los 90 por dos psicólogos del Departamento de Psicología de la Universidad de Cornell.
¿Cómo? Lo primero que hicieron fue tratar determinar hasta qué punto ellos mismos eran capaces de sobrevalorar sus propias habilidades en relación con las reales que tenía cada uno. Entonces realizaron cuatro predicciones y desarrollaron cuatro estudios.
El estudio Dunning-Kruger

Hablamos de David Dunning y Justin Kruger, quienes hicieron las siguientes predicciones antes de comenzar su investigación:
- Los individuos incompetentes, en comparación con sus pares más competentes, tienden a sobrestimar su propia habilidad.
- Los individuos incompetentes son incapaces de reconocer la habilidad de otros.
- Los individuos incompetentes son incapaces de reconocer su extrema insuficiencia.
- Los incompetentes pueden comprender mejor sus deficiencias, pero esto viene (paradójicamente) haciéndolos más competentes, proporcionándoles así las habilidades metacognitivas necesarias para poder darse cuenta de que lo que han realizado lo han hecho mal.
Los investigadores probaron estas hipótesis en varios sujetos, todos estudiantes de la Universidad de Cornell que estaban matriculados en varias carreras de psicología. El conocimiento, la sabiduría o la inteligencia eran cruciales, y específicamente el humor, el razonamiento lógico y la gramática inglesa. A los participantes se les pidió que trataran de adivinar la exactitud de su propio desempeño para que su autoevaluación pudiera compararse con los resultados reales.

¿Qué ocurrió? El estudio mostró que, después de haberles mostrado las puntuaciones de sus tests, los participantes que habían anotado como incompetentes sobrestimaron de manera grosera su desempeño y habilidad de la prueba. El análisis confirmó que esta mala calibración se debía a déficits en la habilidad metacognitiva (la capacidad de distinguir la precisión del error).
Los que eran incompetentes tendían a sospechar que sus habilidades eran desiguales a las tareas, aunque la sospecha no podía anticipar la magnitud de sus deficiencias. Como se predijo, la capacitación de los participantes sobre los temas en cuestión aumentó su competencia metacognitiva, y les permitió reconocer mejor las limitaciones de sus habilidades.
También es interesante observar que los mejores resultados tendieron a subestimar su propio rendimiento en comparación con sus pares. Los investigadores encontraron que esos participantes cayeron presa del efecto de “falsos consensos”, un fenómeno en el que uno asume que sus compañeros lo están haciendo al menos tan bien como uno mismo cuando no se da ninguna evidencia de lo contrario.
Conclusiones

¿Fueron exactas las conclusiones de los investigadores? Si se les pregunta probablemente responderían que sí. Sin embargo, su ejecución obliga a reflexionar sobre si estos estudios pueden haber sobrestimado su propia competencia.
En el primer estudio a los participantes se les pidió que calificaran la “gracia” de una serie de chistes, y la corrección de sus respuestas se utilizó para medir su competencia metacognitiva en el humor. La clave de la prueba, que se utilizó para calificar las respuestas de los participantes, fue proporcionada por un panel de comediantes expertos. Lo cierto es que no sabemos hasta qué punto se perdió la ironía.
Puestos a disertar, es posible que después de todo, el trabajo de Dunning y Kruger esté ligado a la famosa frase que el filósofo Russell escribió una vez diciendo aquello de “el problema con el mundo es que los estúpidos están seguros de sí mismos y los inteligentes llenos de dudas”.
Incluso ya sea de forma deliberada o no, este sentimiento se hace eco de lo que decía el propio Charles Darwin, quien hace más de cien años señaló que:
La ignorancia genera confianza más frecuentemente que el conocimiento. Son aquellos que saben poco, y no aquellos que saben más, quienes tan positivamente afirman que este o aquel problema nunca será resuelto por la ciencia.

¿Un ejemplo de ello? Probablemente yo mismo y más veces de las que querría. Internet es en la actualidad un campo de pruebas que no hace más que dar la razón a los investigadores, un buffet libre de esa confianza equivocada.
En el espacio digital da la sensación de que todos sabemos de todo y de que hablamos con la autoridad de la experiencia en cada tema. No digo que no sea así en muchas ocasiones, pero en muchas otras se dan por buenas conclusiones que a veces son defectuosas o carecen de sentido común. En esos casos es muy probable que estemos ignorando... nuestra propia ignorancia.
Puestos a divagar nos podríamos encontrar en un círculo ciertamente perturbador. El efecto por encima de la media respalda la idea de que cuando una persona no puede reconocer su pobreza en un desempeño, su autoevaluación no incluye esa información negativa. Como resultado de ello se obtiene una visión artificial (e inflada) de las propias habilidades.
El efecto no para ahí. Podemos imaginarnos que el mismo hace que los incompetentes se feliciten mutuamente, ya que no detectan las insuficiencias del otro. Y ya puestos, el efecto se enlaza perfectamente con el principio de Dilbert acuñado por Scott Adams.
En este caso hablamos de la observación satírica que afirma que las compañías tienden a ascender sistemáticamente a sus empleados menos competentes. Quizás y de ser así, porque aquellos que promocionan a otros son parte de los incompetentes y por tanto no reconocen tampoco la incompetencia de los que recompensan.
Es posible que lo que estoy diciendo tenga sentido. Aunque también es posible que sólo una parte de lo que esté diciendo sea verdad. O incluso también es factible que todo de lo que estoy diciendo sea equivocado. Supongo que dependerá de mi propia incompetencia (o no) a la hora de disertar sobre una teoría que trata de evaluar el sentido que tiene uno mismo sobre sus habilidades, y además sin tener en cuenta el ego.
Qué demonios, ¿y quién nos dice a nosotros que Dunning y Kruger no han sacado conclusiones equivocadas basadas en sus incompetencias? Desde luego, prefiero pensar que todos estamos por encima de la media.