
Al investigador de la Universidad de Yale, Stanley Milgram, se le conoce mundialmente por llevar a cabo uno de los experimentos psicológicos más famosos y polémicos, sino el que más, de la historia. Más de medio siglo después, un estudio expone qué le ocurre al cerebro para actuar en esas situaciones límite.
Milgram buscaba averiguar cuál era el límite del ser humano, hasta dónde podríamos llegar por obedecer órdenes. De esta forma, su estudio reveló cómo las personas son perfectamente capaces de administrar descargas eléctricas insoportables a víctimas inocentes cuando un superior se lo ordena.
De su trabajo surgían nuevas preguntas, por ejemplo, por qué las órdenes de autoridad llegan a alterar la actividad cerebral para actuar de una u otra forma, incluso en contra de nuestros escrúpulos morales infligiendo dolor a los demás sin sentirnos culpables.
Para averiguarlo, los investigadores liderados por Valeria Gazzola reclutaron a 20 parejas de voluntarios, con un miembro de cada dúo desempeñando el papel de “agente” mientras que el otro asumía el papel de “víctima”. Los agentes se colocaron en un escáner de imágenes por resonancia magnética (MRI) para que su actividad cerebral pudiera ser monitoreada mientras tomaban una serie de decisiones sobre si administrar o no una descarga eléctrica levemente dolorosa a la víctima a cambio de una pequeña recompensa monetaria.
En ocasiones, los agentes tenían libertad de elegir si administraban o no la descarga, pero en otras la decisión era de los investigadores, ordenando en muchos casos que lo hicieran.
Los resultados, publicados en la revista NeuroImage, han revelado que:
Las partes del cerebro que nos permiten sentir empatía y culpa mostraron una actividad disminuida cuando se ordenaba a los agentes actuar. Como consecuencia, los agentes fueron menos capaces de identificarse con el dolor experimentado por las víctimas al administrar una descarga eléctrica bajo órdenes.
Según ha explicado en un comunicado Gazzola:
Podemos medir esa empatía en el cerebro, porque vemos que las regiones normalmente involucradas en sentir nuestro propio dolor, incluida la ínsula anterior y la corteza cingulada rostral, se activan cuando presenciamos el dolor de otros.
Cuentan en el trabajo que cuando los agentes recibieron instrucciones de administrar descargas eléctricas a las víctimas, estas regiones del cerebro relacionadas con la empatía se volvieron menos activas que cuando actuaban libremente. Además, las señales neuronales asociadas con los sentimientos de culpa también se redujeron cuando se ordenó a los agentes que electrocutaran a sus víctimas.
Gazzola explica también que, como era de esperar, cuando los agentes actuaban libremente generalmente administraban menos descargas que cuando ejecutaban órdenes, sin embargo y de forma inesperada, los agentes también calificaron estas descargas como menos dolorosas cuando se les obligó a administrarlas, a pesar de que se les había dicho previamente que siempre serían iguales.
Por todo ello, los investigadores exponen que estas alteraciones en la actividad cerebral explican cómo “obedecer una orden relaja nuestra aversión a dañar a los demás”, revelando así “cómo la disposición de las personas para realizar transgresiones morales se altera en situaciones de coacción”. [NeuroImage via IFLScience]